Encuentros bajo la lluvia

Capitulo 35

—Petter ¿a dónde vamos?

 

—A Amatitlán.—mi auto había sido encontrado allí, era la única pista que tenía para encontrar a Celina.—¿Sabes sí Carlos o Damián tienen algún tipo de escondite en Amatitlán?

 

—No tengo ni idea. Desde que nos alejamos ellos hicieron más amistades, y no buenas, por cierto. Cualquier cosa se puede esperar.

 

Sabía que Jorge tenía razón. Ellos se habían relacionado con otra clase de personas y todo se podía esperarme aterraba pensar en lo que le pudiera pasar a Celina.

 

Maldita sea, debí aplicar la expresión:" Hay que estar más cerca de los enemigos" Ahora desconocía su proceder.—pensé con rabia.

 

—Petter, estamos llegando.—informó Jorge.—¿Qué hacemos aquí?

 

—¿Traes tú arma?

 

—¡Claro! También traje una para ti.—por eso era que mi amistad con Jorge nunca acababa. Siempre sabía lo que necesitaba.

 

Sacó su arma, una Mágnum Calibre 357 y me tiende la mía, una Desert Ealge.

 

—Estamos listos.—dijo Jorge mientras se bajaba del auto.

 

—Deja el auto encendido.—ordené mientras revisaba la zona.

 

Aún estaba indeciso sobre lo que haría. No quería que ella corriera peligro, ni siquiera sabía si ella estaba allí.

 

—¡Maldita sea!—la desesperación en mi grito era evidente.

 

—Se cuánto la quieres Petter, por eso vamos a encontrarla. Vamos tras esos hijos de perra.

 

Las palabras de Jorge me animaron. Esa madrugada no volvería a mi casa sin ella.

 

Recorrimos la orilla del lago en completo silencio, solamente se escuchaba el canto de los grillos en los árboles.

 

—A lo lejos se ve una casa abandonada.—me informó Jorge tratando de iluminar el camino con una linterna.

 

—Vamos.

 

Eran las cuatro de la mañana y el silencio era ensordecedor. Empezó a caer una leve lluvia. Nuestra lluvia.—pensé mientras recordaba todas las madrugadas lluviosas que había pasado junto a ella.

 

¡Joder! Si no la encontraba iba a volverme loco.

 

—¡Petter, al suelo!—el grito de Jorge me trajo de vuelta a la realidad. No me había dado ni de cuenta que ya nos habíamos acercado a la casa.

 

—Ese que disparó era uno de los que andaba con Damián.—le dije a Jorge mientras trataba de acercarme más, pero el me detuvo.

 

—Espera, están armados.

 

—Yo también y voy a matarlos.—insistí, pero Jorge se reusaba a dejarme ir.

 

La lluvia comenzaba a empeorar junto con fuertes ráfagas de viento. Los malditos de Carlos y Damián se acercaron a la puerta, Jorge y yo mirábamos desde los arbustos.

 

—Voy a entrar.

 

—Petter, espera.

 

Iba a entrar a esa casa, no me importaba matar a Carlos o a Damián, a los que fueran necesario matari. Iría a por Celina.

 

—¿Jugando a policías y ladrones Petter?—dijo Damián posicionándose frente a la puerta.

 

—Quítate.—espeté para luego estrellar mi puño contra su horrenda cara.—¡Celina!—grité desesperado al entrar a la casa, pero...no la veía, no estaba.

 

—No la encontrarás.—dijo la maldita voz de Carlos.

 

—¿Qué hicieron con Celina?—Jorge entró a la casa tomando el mando de la situación, ya que yo ni siquiera reaccionaba.

 

Tenía miedo. Si esos malditos estaban aquí, ella también lo estaría, pero no era así.

 

—¿Dime dónde está?—salí de mi trance para dirigirme a Carlos y tomarlo del cuello, apuntándole con el arma. No lo haría, no iba a matarlo porque necesitaba que me dijera donde estaba Celina.

 

—Querido amigo, un minuto de silencio por su alma.—no supe en que momento, pero golpeé a Carlos con el arma hasta dejarlo inconsciente.

 

—Cálmate Petter.—me tranquilizó Jorge.—Damián ¿qué hicieron con ella?—preguntó, yo lo interrumpí con dos tiros al aire.

 

—¡Hablen!—ordené. Los bastardos se miraron los unos a los otro, confundidos.

 

—Petter lo siento. Esto se salió de control—explicó Damián llevándose las manos al rostro.—Yo solo quería hacerte pasar un mal momento, pero Carlos quería algo más, yo...lo lamento.

 

Damián me estaba diciendo que Celina había muerto. Quería matarlo, pero también quería morirme yo. Quería que esto fuera una trampa, pero el maldito decía la verdad, en su rostro había culpa.

 

Saqué el arma con la intención de dispararle a Carlos...pero no lo haría, aún no.

 

—Petter,tu familia y la tía de Celi a están tratando de localizarte.—informó Jorge colocando su mano sobre mi hombro.—Ellos ya saben, al parecer encontraron el cuerpo de...

 

—Cállate.—pedí intentando contener las lágrimas.

 

—Vámonos a casa para que puedas aclarar todo.—Jorge me sacó de allí.

 

Íbamos de regreso y yo no caí en la dura realidad. Quería estar soñando y que al despertar, tuviera un mensaje de ella. Quería que esto fuera que eso fuera uno horrible pesadilla y ella fuera mi dulce despertar.

 

Pero no era así...

 

Llegamos a mí casa y mi corazón se terminó de romper al ver una moña negra justo en la puerta de mi vecina.

 

Me niego, Celina no pudo haber muerto. Mi vecina no pudo dejarme.—pensaba.

 




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