Los niños corrían entre las diferentes tiendas ambulantes y el grupo de amigos miraban artesanías manuales esperando a Misy y Akira; estaban en un local donde les operaban el rostro con pinceles y marcadores. Para cuando Lili al fin logró encontrar una copia de los cuentos sobre Valle sin Sombra y los otros compraran algo de comer, se divisó una dragona con una gran melena negra imposible de poner en cautiverio. Junto a la imponente figura que formaba Misy venía un chico pálido y amarillento de opacos crespos rojos, arrastrando una mirada arrepentida; su cara estaba adornada con corazones, flores de todos los colores menos varoniles, mariquitas y brillo el cual resaltaba más el contorno morado de uno de sus ojos.
Sumado su rostro con la boca abierta y la mirada aletargada, daba la impresión de ser un retrasado.
Vinna rompió en carcajadas al verlo y el resto lo vieron extrañados.
—¿Qué fue lo que te pintaste? —Alis más que hacer una pregunta hizo una reprimenda.
Misy dio a entender el castigo por crímenes, los cuales no especificó. Vinna trataba de calmar la risa, pero siempre volvía cuando ojeaba al excéntrico primo. Solo Leo le daba un poco de apoyo masculino y comprendía su dolor varonil.
Sin embargo, Akira, aunque confundido, dejaba pasar la humillación que estaba viviendo; pues la imagen de la morena sentada en el suelo de su habitación a oscuras, derrotada y con los platos de la comida sin tocar a un lado por su culpa, le lastimaba el pecho siempre que lo rememoraba, le fastidiaba más que su soberbia.
—Muy bien, y ahora ¿A dónde vamos en nuestro hermoso valle? Solo tengo permiso hasta las diez porque vamos mis papás y hermanito a ver la obra de teatro —Alis se estiró para seguir hablando—. Al huerto de zapallos, a la escuela, la estación de tren, el parque, el centro comercial, la pastelería de María, al claro del bosque, el templo de madame Luz, el cementerio, ¡mmm! ¡¿A dónde?!
—Vaya, te faltó el arroyo, raro, ustedes mantienen metidas allá y justo ayer no quisieron ir a trotar. —completó Vinna retomando la compostura y asustando a su hermana sin saberlo.
—De hecho, quería pedirles un favor —habló de forma tímida Akira, obteniendo la atención de todos—, después de la noche... que me recogieron, perdí muchas de mis cosas... y —Cuando se dio cuenta de no decir una incoherencia continuó—. Tenía unas cosas de valor, mi... prima me ayudó a cambiarlo por dinero, quería saber si me pueden decir ¿Dónde compro ropa y esas cosas? Tengo pensado quedarme un rato, aquí.
El muchacho todavía seguía sin resolver sus problemas privados, pensó que con todos sería más cómodo comprar lo que necesitaba, que estar a solas con Misy, carcomiendo su mente con lo que sucedido. No se había dado cuenta, pero ese día pensó en Lili tan solo 30 veces.
Nadie pudo negarse a la propuesta del joven y Vinna, decidida a devolverle un favor, creó el itinerario perfecto para la noche. En una caminata bastante ruidosa, graciosa y demorada por culpa de las más jóvenes queriendo revisar cada local en la calle, llegaron al único centro comercial de Valle sin Sombra. Entraron y como un panal de abejas entrenado se separaron con algo del dinero de Akira, poco le importaba qué le compraran después de tener con lo cual vestirse, él también entró a varias tiendas, esta vez con la compañía de Leo, consiguiendo un par de atuendos buenos.
Todos se reunieron a ver los resultados de la cacería, no hubo mucha diferencia en las compras. Con la excepción de Misy pues una mínima parte de su botín, dos prendas, eran para ella misma.
—Me lo debes, me gané un regaño y estuve todo un día deprimida por tu culpa. —Se defendió la morena. Akira asintió sonriente; prefería esa Misy genial a la Misy descolorida de su cuarto sombrío.
—Al parecer si compramos buenas cosas —Leo ayudaba a Misy a revisar todas las bolsas—, apegadas a las características que nos dijiste, hay camisas, pantalones, cosas de aseo personal, una chaqueta, solo falta...
—¡¡Por mis ovarios!! ¿Quién compró este atentado contra la moda? —Misy sacaba una camisa negra con un asqueroso estampado de una calavera en pantaloncillos, rompiendo una pared, cubierta de baba verde que resaltaba con el color de la camisa haciéndola más horrible. Lili en el acto bajó la cabeza apenada.
—La verdad, me gusta bastante. Tiene personalidad. Es más —Por un segundo iba a desvestirse frente a Lili, pero la vergüenza lo chuzó. Corrió a un baño cercano donde se cambió y volvió con el grupo—. Quién sea que la haya comprado, se lo agradezco, ¡¡está genial!!
Todos se quejaron del horrible gusto y Lili de un modo indirecto se sintió alagada.
—Como quieras, pero te falta ropa interior. —Completó Leo.
Akira y Leo se vieron directo a los ojos. Leo simpatizaba fácil con las personas y entendía la incómoda situación del muchacho al ver sus ojos azules, en un idioma desarrollado por la masculinidad compartida, los dos asintieron serios.
—Compra talla M. —Leo le alzó el pulgar y le sonrió con compañerismo.
Akira tragó saliva y se dio la media vuelta decepcionado, quería que lo acompañará, pues él no entendía esa costumbre humana de la ropa interior; acostumbraba usar una toga.
Regresaron en bus, pagado por el pelirrojo, a la casa de Misy para guardar las cosas del primo y retomaron otro bus a las afueras de la pequeña ciudad. El grupo de amigos no podía de las carcajadas por las bromas y chistes que contaban, Akira se había sentado en la parte trasera, pero Misy lo arrastró hasta adelante donde estaban todos, el paliducho no conversó como los otros, sino que reía en silencio entre el calor de las risotadas, a veces se deleitaba con ver a Lili tan feliz rodeada de todos esos humanos, esos mismos humanos que la hacían reír para el placer de su vista; en su mente y solo esa vez, se dio la basta humildad de agradecerles por estar con ellos.
Atraídos por una fuerza magnética de diversión, el grupito se dirigió al huerto de ahuyamas, todavía estaba temprano, eran las siete. Una vez terminó la cruzada para evitar más tiendas ambulantes, llegaron al sector principal de todo el festival de Halloween: un amplio y productivo huerto de zapallos rodeado de tierra árida y muerta; el olor dulce rondaba dentro del huerto, pero solo bastaba alejarse un metro del cercado para sentir el árido polvo del aire que soltaba la tierra agrietada y seca; el huerto estaba adornado con espantapájaros, farolas de aceite y un sinfín de personas lo recorrían entre las diferentes actividades y competencias del lugar, las líneas de cultivo estaban tan dispares que las personas podían caminar tranquilas sin peligro de aplastar alguna fruta naranja.