1 de Octubre de 2018.
Abigail.
Antier después de nuestra pequeña conversación había decidido que era hora de vengarme de Daniel. No soy buena para ello y no me gustan las venganzas, para mí es infantil. Además de que siempre que hago algo malo la vida de encarga de ponerme en mi lugar.
Pero aunque soy mala para planear esto me puse a recordar entre todas las conversaciones con Eve algo que pudiera usar. De algo me debía de servir tantas horas de tiempo perdido.
Finalmente pensé en algo.
Fui al ático de la casa a conseguir una de las arañas grandes pero inofensivas, tampoco era para tanto. No quería matarlo, no aún. Las arañas eran uno de sus grandes miedos, hay que conocer bien al enemigo, como el dijo.
La guarde en una caja de regalo que tal vez alguno de mis ex novios me había dado; le hice hoyos discretos para que no muriera y la guardé en mi mochila. Esperaba que no saliera mal todo esto como siempre.
(...)
Era hora de salir de la escuela y digamos que me acobardé un poco así que decidí no ejecutar mi venganza.
Yo no soy así, yo no hago estas cosas, yo no juego sucio así que lo mejor sería olvidar todo esto y liberar a Nancy rápido. Ah sí, bauticé a la araña como Nancy.
Lo importante aquí es que si hacía este tipo de cosas el karma me iba a golpear muy fuerte y no gracias, ya tengo una mala suerte que no quiero arruinar más. ¿Qué tal que el acostarme con Daniel me había traído una maldición?
Comencé mi camino a casa, estaba cruzando por un parque y el sonido del motor de una moto me asusto lo cual me hizo saltar y caer sobre mi trasero.
Volteé ver quién era, lamentablemente conocía bien ese casco. Al ver quién lo hizo y ver que lo hizo con todo el propósito de molestarme sólo tenía una cosa que hacer: Gritarle.
—¡¿Qué te pasa pendejo?!—me levanté.
—¿Alguien esta de mal humor hoy?—dijo Daniel quitándose su casco y riendo.
Quiero borrarle su estúpida sonrisa de un puñetazo.
—Oh perdón por no lanzarme a los brazos de las personas que me quieren matar de un infarto.
—Tal vez no abrazar pero si me imagino otro par de cosas que podrías hacerme—empezó a reírse de mi—, o podrías ponerlo en tu lista.
Sabía que nunca debí de decirle de esa lista pero tengo una lista para cada persona que me hace algo, mis hermanos y primos son un claro ejemplo.
No sé para qué pero un día podía servirme de algo, cuando necesiten algo de mí podría ser una buena opción.
—Bien, ya te burlaste de mi, ¿te puedes ir ahora?—empecé a sacudir la tierra que tenía en mi ropa.
—En realidad no—se bajó de su moto y llegó a pararse frente a mí.
—No puedes olvidarme, lo sé. Pero tienes que seguir adelante—le toqué el hombro en señal de lástima y luego quite mi mano simulando limpiarme.
—Si claro, ¿cómo supiste que eres el nuevo amor de mi vida?
—Intuición—él rodó los ojos.
—Aún así, no eres tan buena en la cama—sonrió con maldad.
Directo a mi ego.
¡Nadie juega con mi ego!
—Gracias por tu comentario puedes meterlo al buzón de quejas y sugerencias que está en tu trasero—sonreí hipócrita—, de hecho, tengo un regalo para ti.
Saqué la caja de mi mochila y se la di.
—¿Y esto a que se debe?—dijo con desconfianza. Sé que tengo que alimentar su ego para que comience a confiar en mí.
Pero no mames que asco.
—Oh no lo sé, siento que compartimos algo muy especial ahora—esperaba ser muy convincente con este acto o que él fuera muy estúpido. Solo me miraba como si fuera un bicho raro—. Ábrelo—le sonreí.
Él abrió la caja con confusión y debo de correr con muy buena suerte este día por el acontecimiento siguiente: Revisó la caja en el fondo y no había nada, porque Nancy estaba en la tapa de la caja, y ahora estaba subiendo por su mano.
El aventó la caja la pobre Nancy dio varios brincos para alejarse de la tapa. Yo solo me reí de él.
—Ahora mi lista está limpia—sonreí con más ganas de reír.
Tomé la caja y a Nancy y la guardé en mi mochila. Por su gran trabajo merecía volver al ático con sus amiguitos.
Daniel seguía muy enojado, su reacción era como de un niño de cinco años. No decía nada y solo me estaba mirando y su cara ahora estaba roja.
—Te doy diez segundos de ventaja.
—¿Qué? ¿para qué?
—1...2...3...—comenzó a contar.
Y mi mente se activó.
Creo que va a matarme.
Patitas para que las quiero.
Comencé a correr a los adentros del parque, ya no sabía qué hacer, me iba a alcanzar e iba a ser feo, muy feo.
Mi única opción era subir al árbol frente a mí. Soy muy estúpida para estas cosas pero no tengo una mejor idea. Lo peor que puede pasar es que él trepe y me alcance, ¿verdad?
Empecé a subirlo pero las ramas eran frágiles por lo viejo que era el árbol. Ya era muy tarde para bajarme y subir a otro así que seguí.
No pienso muy bien bajo presión.
Además esto era difícil cargando mi mochila. Nancy no podía salir herida. Encontré una rama un poco más fuerte que las otras y me senté ahí abrazando el tronco. Miré abajo y Daniel me estaba buscando, al menos ya parecía más tranquilo.
Se estaba apartando del lugar donde estaba y para mi maldito Karma la rama tronó y él volteó.
¡Por esto no me gusta hacer venganzas!
—¡Baja de ahí!—me gritó.
—¡Jamás!—abracé más al árbol, debía de verme ridícula.
—Hazlo o subiré por ti—me apuntó con el dedo.
—No lo harías, hay arañas aquí—le saque la lengua.
Los niños del parque solo pasaban burlándose de nosotros. Somos peores que esos niños.