6 de Octubre de 2018.
Abigail.
—Entonces pequeña Abi, ¿cuándo te vas a enamorar?—Clío me preguntó cuando nos sentamos a platicar en la sala buscando alguna película.
—Ew, nunca.
—¿No hay nadie en tu pequeño corazón de piedra?—¿Le diría?
—De hecho...
—Wow, ¿hay alguien?
—Sí y no—hasta esto es confuso para mí—, es como una relación abierta, sin sentimientos ni esas mierdas.
—¡¿Tienes un fuckboy?!
¿Podría ponerle esa etiqueta?
—Algo así...
—Es necesario tener madurez para eso, ¿estás segura de que es lo que quieres.
No, no creo que sea lo que quiera pero por el momento está bien. No sé cuanto vaya a durar esto pero al menos esta semana fue divertido, no estuve sola mientras mis padres no estaba y creo que puede contar como hacer ejercicio ¿no?
—Claro, lo estamos haciendo genial.
—¿Y quién es?
Oh, fíjate que es el chico que detesto que oh, también es ex novio de tu prima que hace una semana se quería acostar contigo.
—Hum, prefiero mantenerlo en secreto.
—Lo entiendo.
Nos la pasamos platicando un rato más. Más que nada de como las cosas iban con Nathan ya que me había negado a dar más detalles de mi rara relación con Daniel. ¿Qué tal que soltaba algo de más y llegaba a la conclusión de quién era?
No quiero que se me asocie con él de ninguna manera, todavía tengo bastante dignidad como para revelar un secreto así.
Después de unas horas Clío al fin se había ido y yo subí a mi cuarto; encontré a Daniel durmiendo en mi cama muy cómodamente.
Creo que si había dicho en serio lo de la siesta.
—Daniel—le toqué el hombro para despertarlo. No funcionó—. Daniel—insistí de nuevo—. Maldita sea Daniel, ¡Despierta!—incluso le grité y nada.
Duerme más pesado que un oso.
Después de diez minutos de batallar me di por vencida y decidí tomar una siesta a lado de él, estaba un poco cansada y no había podido dormir bien ya que tenía que ver las series que no podía ver en el día por culpa de Daniel.
Decidí acostarme al otro lado de la cama y dándole la espalda obviamente. No quería formar una escena cursi aquí.
Pero todo esto había sido en vano ya que cuando desperté Daniel estaba invadiendo mi espacio personal y me estaba abrazando como un peluche, maldita sea.
¿Por qué no puede dormir como la gente normal? Odio que haga eso, las únicas veces que nos hemos quedado dormidos hace eso y cuando despierta se aleja como si no me hubiera dado cuenta de que soy su peluche personal o algo así.
Espero que lo haga inconscientemente o tendré que agarrarlo a patadas.
Desgraciadamente esta posición es malditamente cómoda, parece que afuera hace frío pero estoy calientita entre sus brazos. Pero esto es demasiado meloso*.
Demasiado para mi gusto.
Así que quite sus brazos y con un gran esfuerzo y patadas lo tiré de la cama, con que eso era la clave para despertarlo.
—¡¿Qué te pasa?! ¡¿Por qué hiciste eso?!—dijo sentándose en el piso.
No se puede enojar, el me ha lastimado físicamente de más maneras, ¡termine en el peor lugar del mundo por su culpa!
Obviamente me refiero al hospital.
—No te despertabas y tenía hambre, así que te toca cocinar—me levanté de la cama.
—Siempre me toca cocinar a mí—se levantó del piso sobándose el trasero y reprochó como niño pequeño.
—Dato curioso: Nunca me dejes cerca de objetos cortantes o calientes, prácticamente de una cocina. Si cocino quemaría mi casa y nos volaría en mil pedazos—nos dirigimos a la cocina en lo que yo daba mi discurso anti-cocina.
Prácticamente gracias a Daniel no tiraría mi dinero en comida chatarra como siempre que mis papás no están.
—Bien, pues no quiero cocinarte—se cruzó de brazos.
—¿No se supone que eres mi sirviente?—negó con la cabeza—. Bien, pues pediré una pizza para mi sola.
Retiro lo dicho sobre gastar dinero en comida chatarra.
—Aún así me quedaré aquí—dijo mientras se acostaba en mi sillón con los brazos en la nuca.
Claro siéntate como en tu casa, estúpido.
—Pues será sin comer—tomé el teléfono para pedir mi pizza.
—Pues pediré mi propia pizza—hizo lo mismo pero con su teléfono.
Dicho y hecho cada quién pidió su pizza y tiempo después las dos pizzas llegaron al mismo tiempo.
Fue muy difícil procesar la escena de dos pizzeros de diferentes franquicias en la puerta de mi casa con la misma pizza, primero los repartidores pensaron que alguno de ellos había cometido un error y casi se ponían a pelear pero luego salimos a aclarar todo.
El punto bueno de esta historia es que al menos terminamos de comer sin pelearnos por el último trozo de pizza.
¿Fue una pérdida de dinero? Tal vez.
¿Había valido la pena? Definitivamente.
La tarde había pasado entre comer, decir estupideces—obviamente por parte de él—y pelear, ya había anochecido y comenzó a llover a mares.
Nunca he entendido esa expresión, ¿por qué en un mundo normal lloverían mares? Pero bueno, comenzó a llover a mares.
—Debería de irme—Daniel se levantó del sofá.
—Puedes quedarte si quieres, digo, no es como la primera vez que durmieras aquí—no soy tan mala persona, no puedo permitir que alguien con una moto se vaya con esta lluvia. Si con clima normal maneja de la chingada.
Él entrecerró los ojos pensando en mi propuesta.
¡Ni que fuera a matarlo! Tal vez patearlo sí y darle manotazos cuando se quisiera pasar de listo pero matarlo es mucho para mí. ¿Cómo escondería el cádaver? Además la sangre es muy difícil de quitar de la ropa.