30 de Noviembre de 2018.
Abigail.
Estas vacaciones ya me tienen harta.
Era un viernes en la noche y estoy de mal tercio con Lia y Mateo. Había sido una buena idea retomar los viernes de películas que teníamos cuando éramos vecinos, había.
Claro que ellos no estaban juntos ni nada, a penas se hablaban desde que los encerré en el baño pero aún así sentía que sobraba ahí.
Sé que tienen mucho de qué hablar. Había una tensión enorme en la sala, podía casi asfixiarme.
Clío y Eve se habían ido por una semana de vacaciones y volverían hasta el lunes así que no tenía con quién pasar la noche. Chris estaba cuidando a su hermanita y tenía trabajo así que tampoco es una opción pasar tiempo con él en las vacaciones.
Igual había dejado de hablar con Daniel por lo que había sucedido la vez que conoció a Lia. Solo fue un beso pero habíamos prometido no hacer nada de esas cosas por respeto a su relación así que los siguientes días me había sentido muy culpable.
Necesito más amigos o un novio. Mejor un trabajo.
Mateo y Lia no pueden estar ni una hora juntos porque comienzan a pelear. Así como ahora, habían empezado a pelear por ver quien hacía palomitas y Lia terminó yendo a su habitación.
La mala suerte es que Lia cerró la puerta de nuestro cuarto con llave y bueno, ahora dormiría sola en un colchón que había puesto en la sala.
Espero no morir de frío.
Así que sí, estoy sola y aburrida. Como casi todas mis vacaciones. Estaba buscando en Netflix una nueva película pero al no ver algo que me interesara puse Lilo y Stich como por décima vez. Mateo se fastidió y subió a su habitación.
Así que ahora estoy sola, solín, solita.
Tal vez lo mejor sería dormir.
O al menos quería dormir hasta que mi celular sonó con una llamada de Daniel.
—¿Bueno?—dije desconcertada, esto era raro. Nunca hablamos por teléfono, si acaso me molesta por mensajes pero solo eso.
—¡Abi!—se oía música de fondo.
El nunca me dice Abi. ¿Qué demonios?
—¿Qué pasó?
—Estaba tranquilo en casa de Nathan y luego llegó mucha gente y ahora no sé por qué te llamé. ¿Tienes pan?—obviamente estaba ebrio, arrastraba demasiado las palabras.
Había visto a Daniel un par de veces ebrio antes de esta extraña relación pero nunca había convivido con él.
—Escucha Daniel, tal vez sea hora de que vayas a dormir y dejes el alcohol de lado.
—Se escucha muy lindo que digas mi nombre. No me iré a dormir al menos que sea contigo—el sonido de la música se estaba apagando.
Ojalá y no haga alguna de sus estúpidas decisiones.
—No digas eso, en serio necesitas ir a dormir, solo. Bueno con Nathan igual sería una buena opción.
—¿Qué tan lejos está la casa de Nathan de la tuya?—ya no se escuchaba música.
—Como a dos calles, ¿por qué?
—¡Por qué estoy afuera! Ábreme que hace frío.
—No juegues conmigo. Regresa a casa de Nathan ahora.
Y alguien llamó a la puerta.
Spoiler, ya sé quién es.
Cuando abrí la puerta Daniel se pasó sin más y fue directo a la cocina. Claro, como si fuera su propia casa.
—Cocíname algo—me dijo sentándose en uno de los bancos altos de la cocina.
—¿Quieres que queme mi casa? No gracias. Tú eres el cocinero aquí.
—¡Ándale! Quiero waffles, solo debes de ponerlos en la tostadora y ya.
—Si es tan fácil hazlo tú.
—Por favor—hizo un puchero.
Lo pensé por unos segundos. ¿Qué tan difícil podría ser?
Ya he hecho waffles, con supervisión e indicaciones de Lia obviamente.
—Yo te lo advertí.
Saqué los waffles del congelador y los metí al tostador mientras servía leche para ambos. Claro que una parte de los waffles se quemó y tiré un poco—mucho—de leche.
En serio la cocina y yo somos enemigos.
¿A quién le sale mal unos simples waffles? Exacto, a Abigail no-cocinera.
Aún así comimos todo.
Era comer eso o la comida de hace dos semanas. Debía de hacer una limpieza profunda de mi refrigerador.
Daniel estiró la mano en mi dirección para limpiar restos de leche que tenía en mi cara, porque sí, tampoco sé comer bien. Claro que cuando me di cuenta de lo extraño que era esto le di un manotazo.
—Extrañaba que me dieras manotazos—dijo mirándome con una sonrisa.
Parecía un niño pequeño gracias al alcohol. Solo así podía verse tierno. Estaba un poco despeinado y tenía los ojos achicados y brillosos. Es una muy buena imagen de ver pero no soy débil ante sus encantos.
¿Cuáles encantos? Es Daniel, es asqueroso.
—Deberíamos de ir a dormir—él hizo un puchero y después de mucho esfuerzo lo convencí.
El se comenzó a sacar la ropa.
—¡¿Qué haces?!
—¿Pretendes que duerma con mi ropa puesta? Bien sabes que duermo en bóxer—me miró confundido como si fuera la cosa más obvia del mundo.
Le di una de mis cobijas y lo mandé al sillón, de ninguna manera dormiría conmigo en el colchón, es muy chico y de por sí ya es incómodo no estar en mi cama.
Así que nos acostamos y después de unos minutos estaba empezando a quedarme dormida y luego sentí peso a lado de mí, un brazo rodeando mi cintura y olor a alcohol. Pero era más mi cansancio que mis ganas de apartarlo así que así nos quedamos dormidos así de juntos.
1 de Diciembre de 2018.
Daniel.