Enemigos… ¿y algo más?

Capítulo dos.

—Es bueno saber, que no soy a la única que odias.

No solo el perfume intenso y desagradable le advirtió que era Britney, sino su voz melosa y engañosa, que la convertía en la mujer que mejor le quedaba el calificativo de “zorra”.

—Descuida, en la lista que tengo, tú eres la primera.

—Oh, pero qué honor —respondió con orgullo, y que a Thiago le dio arcadas—. Eso reconoce que soy más importante que las demás.

Sonrió con satisfacción, incluso, cuando él intentó beber del vaso, pero este estaba vacío.

—Ten, toma del mío…

—Lo siento, pero no bebo del veneno de las serpientes.

—Creía que era una agradable zorrita. —Se burló, cariñosa, mientras una de sus uñas dibujaba el contorno del cuello de él—. Por lo menos, recuerdo muy bien esas noches juntos, cuando…

—Corta el rollo. —La apartó de un movimiento brusco con el hombro—. ¿Qué es lo que buscas ahora? ¿No dijiste, hace seis meses, que no querías nada con un arrogante, pesado y frígido como yo?

—¡Eso fue porque tú también me lastimaste! —Britney no quería perder los estribos, por eso, suspiró, a la vez que se alejó un poco de él—. Mira, no pretendo que nuestra relación sea así.

—Pues, para tu información, no tenemos ningún tipo de relación.

Respondió resuelto, a la vez que se giró hacia la mesa. Y si bien, todas las botellas estaban vacías, no perdió la sonrisa cuando la vio de soslayo, y la encontró como la mujer oportunista y falsa que siempre fue, pero él no lo vio hasta el año anterior.

—Ah, por cierto, mejor sí acepto tu vaso. —Se lo quitó de los dedos, incluso si ella se resistió a dárselo—. Gracias, señora arpía.

—¡Pero bien que te gustaba acostarte con esta arpía, y a escondidas de tu padre!

—Aja, como bien dijiste, me gustaba. Es cosa del pasado, cariño. —Le guiñó el ojo, más animado por sacarla de quicio—. Y sé que es difícil, pero supérame.

Pese a mostrarse descarado, disfrutó dejarla plantada, con el típico berrinche de niña mimada que, a los treinta y siete años, no maduró.

—Y pensar que esa actitud me encantaba. —Admitió con asco, cuando recordó que también era la mujer de su padre—. ¡Ey, Erick, trae más alcohol!

Le exigió a otro invitado, que se encontraba junto al refrigerador, mientras disfrutaba de un baile con una hermosa morocha.

Consideró la idea de unirse con el resto en medio de la sala, y bailar con una de las tantas hermosas mujeres del lugar, que nada tenían que ver con Stefanía, Britney, ni mucho menos con Jennifer.

Pero se encontró con otra prioridad, cuando, de casualidad, escuchó una charla entre Fanny y la fisgona de Wallem.

—Está bien que no quieras bailar, ni relacionarte con nadie de acá. —Decía su única y mejor amiga, sin lograr convencerla—. Pero al menos bebe y come algo.

—Sabes que soy malísima con el alcohol. —Recordó, irritada, porque no quería estar ni un segundo más ahí—. Basta recordar el día de nuestra graduación.

—Eso es inolvidable.

Fanny, sin poder evitarlo, se rio por la vez que Stefanía, con medio vaso de cerveza, hubiera sido el alma de la fiesta, alocada y extrovertida, si no fuera por un tropiezo con uno de los camareros del salón, que la dejó atorada en un arbusto decorativo.

Ella, por lo menos, agradeció la elección de un vestido largo y holgado, en vez de optar por el que su madre quería que usara, para favorecer sus “curvas”. De otra manera, estaba segura de que jamás hubiera vuelto a salir de casa.

—Ya está bueno, ¿no? —Intento, y sin mucho existo, controlar el ataque de risa de Fanny—. ¡Ya, olvida eso!

—Es que… ¡Bueno, bueno! —Aceptó, cuando entendió el mensaje en la mirada entornada de su amiga—. Otro tema, al menos ven conmigo y Joe. Sus amigos son agradables.

—También son amigos de Thiago.

—¿Y? Eso no quiere decir que sean odiosos y maleducados como él. Ya viste que Joe es un amor.

—Solo porque está loquito por ti.

—¡Ay, por favor! —Se cansó—. ¿Puedes darte un poco de crédito, y olvidar tu desafortunado encuentro con Thiago? Él no es el centro de la ciudad.

—¿Y cómo explicas que, a mis treinta y dos años, todas mis citas fueron un fracaso?

Fanny se mordió el labio inferior, para no decir lo que pensaba sobre las elecciones amorosas de su amiga.

Más allá de no compartir la intervención de Thiago, agradeció que apartará a esos oportunistas.

Era cierto que los Valdez eran una de las familias más humildes de Wallem; no obstante, con el compromiso oportuno entre Gerónimo y Jennifer, muchos aseguraban que se volverían parte de la alta sociedad.

Por esa razón, y el que Stefanía era la única hermana menor, muchos se le acercaban por interés. Por tanto, ella era feliz por la soltería de su mejor amiga, hasta que conociera un hombre que la quisiera por la hermosa personalidad que la caracterizaba.

—Bien, reconozco que llegamos a un punto muerto —optó decir la pelirroja, que sonrió junto a Stefanía—. Te dejo tranquila por un rato, pero no te pongas muy cómoda. Voy a volver a insistir, ¿de acuerdo?




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