La primera vez que Olivia vio a Caleb había sido como parte de los invitados a una boda que fue especialmente mala. La novia era una neurótica y no paraba de darle órdenes a diestra y siniestra; mientras que el novio parecía ser del estilo mandilón, sólo respondía que “sí” a todo lo que dictaba su esposa, sin oponer la menor resistencia.
Había cientos de invitados, a decir verdad, ella nunca había cubierto una boda tan concurrida, así que quiso poner su mejor esfuerzo en tomar buenas fotografías, no quería recibir las quejas de esa mujer después, sobre todo, porque se veía que tenía unos pulmones súper potentes por el modo en que le gritaba al novio desde la mesa central para que él dejara de tratar de hincarle el diente al pastel.
En medio de la gente bailando, los músicos tocando alguna clase de vals poco melodioso y otros tantos invitados que bebían sin parar, lo observó a través del lente de su cámara: estaba sentado en un rincón, sosteniendo un vaso de ponche en su mano derecha, mientras actuaba como si el resto del mundo fuese inferior a él. Solamente bebía de vez en cuando y no miraba a nadie en particular, incluso trataba de evitar que cualquiera se acercara a hablarle; lo había notado rechazar a un par de chicas que lo invitaron a bailar, o eso supuso Olivia.
—Si no quería venir, ¿por qué está aquí entonces? —se preguntó en un susurro, cosa irónica, ya que no era como si ella también hubiese deseado con todas sus fuerzas estar ahí.
Mientras avanzaba la fiesta y los invitados empezaban a caerse de borrachos o se atiborraban de comida y pastel, Olivia se descubrió a sí misma enfocando a aquel misterioso invitado más de una vez. No conocía su nombre ni sabía nada de él, además de que —aparentemente— no le gustaba la gente.
El tipo tenía buena facha, era alto, tenía un rostro bien definido, como si se tratara de un retrato, con labios grandes y rojos, ojos verdes profundos y cabello castaño oscuro, casi pasando a negro. Se veía condenadamente bien en las fotos, Olivia sabía reconocer cuando alguien era fotogénico por naturaleza.
«Toma fotos de la boda, no del sujeto apuesto», pensó, tratando de enfocarse en los novios, pero lo cierto era que ellos no ayudaban demasiado a verse bien en las imágenes.
No es que fueran feos y a ella tampoco le gustaba juzgar el físico de los demás, pero el novio todo el tiempo cerraba los ojos y la novia, como se la pasaba gritándole, salía abriendo la boca como si estuviera a punto de succionar un regimiento de moscas.
Se rindió después de algunas tomas que estaban para llorar, lo mejor era que arreglara esos errores en edición más tarde.
Cuando el suplicio conocido como “boda” estaba empezando a apagarse, ya siendo las tres de la madrugada, Olivia se puso a revisar el carrete de fotos de su cámara digital, había tomado más de dos mil fotografías, algunas lucían bastante bien, pero otras iban a necesitar mucho trabajo para quedar medianamente decentes.
—Debes estar cansada, has trabajado duro durante toda la fiesta. —Escuchó la voz masculina tras su espalda, obligándola a dar un saltito del susto.
Cuando se dio la media vuelta, pudo ver al sujeto apuesto y fotogénico que había estado enfocando de vez en cuando, él estaba sonriendo, parecía un poco cansado del ajetreo, igual que ella, lo notó por las marcadas líneas bajo sus ojos.
No sabía muy bien si él estaba intentando ser amable, si quería acercarse a ella con alguna segunda intención o, de última instancia, sólo estaba muy aburrido, pero ella pensó que no podía desperdiciar la oportunidad de tratar con él y, tal vez, conseguir su número o algo más.
—Bastante —respondió al fin, haciendo una mueca—. Pero este es mi trabajo, puede parecer fácil, pero conseguir buenas imágenes no es tan sencillo, así que sí me siento agotada.
El hombre amplió un poco su sonrisa, mientras asentía con la cabeza.
—Me imagino que sí, no es como tomar una foto con el teléfono —bromeó. Encima de todo, tenía sentido del humor.
—Exacto. —Olivia rio tontamente.
No era una chica enamoradiza, al contrario, sólo había tenido una relación larga y estable durante toda su vida, la cual no había acabado del todo bien, pero eso no significaba que no pudiera apreciar cuando un hombre era guapo y además agradable.
—Entonces. —Él volvió a hablar—. ¿Puedo ver las fotografías?
Olivia sopesó la propuesta por un instante, en realidad, no solía mostrar sus fotos a los invitados de las bodas, pero era porque nunca nadie le pedía verlas, tampoco vio nada de malo en hacerlo en esta ocasión, así que le cedió su cámara al hombre.
—Claro, aquí están —respondió, con una suave sonrisa tirando de la comisura de sus labios—. Aunque no son la gran cosa, los novios no se dejaron tomar buenas fotos.
Él empezó a mirar las fotografías en la pequeña pantalla de la cámara, los ángulos eran bonitos y las imágenes muy nítidas, pero era cierto que los “modelos” no eran los mejores. No pudo hacer más que reírse.
—Es normal que en una boda la gente esté muy ajetreada —comentó él, pasando una nueva fotografía, en donde descubrió con asombro que estaba él—. Oh… —murmuró, pasando un par de fotos más, había muchas de él, muy bien tomadas, por cierto—. Vaya, no pensé que me viera tan bien en las imágenes.