Enfoque al Corazón

Siete

No quedaba mucho para la llegada de la fecha de la boda y Jennifer estaba a punto de producir canas verdes por el estrés. Le habían avisado hace un par de días que el lugar que eligió para su cena de compromiso canceló su reserva debido a problemas que estaban “fuera de sus manos”, lo que hizo a Olivia preguntarse qué demonios significaba eso.

¿Qué podía estar tan fuera de sus manos que le cancelaban a un cliente faltando tan poco para el evento?

Por suerte, Caleb les ofreció su restaurante e incluso lo hizo gratis. Alex se sintió muy agradecido y hasta comentó que no entendía por qué no se les ocurrió antes, pero la realidad era que no se lo habían pedido porque Jennifer no quiso.

—Sigo pensando que aún teníamos tiempo de buscar otro sitio —dijo de mala gana, observando como los empleados del restaurante de Caleb limpiaban las mesas y acomodaban las sillas.

—No seas malagradecida, te están haciendo un favor —regañó Olivia, volviendo a su rol de hermana mayor responsable.

Jennifer resopló y se cruzó de brazos, parecía muy molesta, lo había estado desde ese día en que Olivia decidió desaparecer debido a la llegada de su padre. En cuanto se enteró que pasó todo el día con Caleb, se sintió traicionada.

«¿Acaso te gusta ese tipo?», le había preguntado, a lo que Olivia no tardó en negar con la cabeza y en echarle la culpa.

«Tú fuiste la que me obligó a vigilarlo, ahora no te quejes»

Y ahora estaban ahí, en el restaurante de él. Era más grande y bonito de lo que Olivia esperaba. Tenía dos pisos; el segundo contaba con una hermosa terraza decorada con plantas voladoras y algunas flores de colores, tenía vista a la plaza de la ciudad y el viento fresco pasaba por allí.

—Muy bien, chicos, vayan todos a la cocina y no salgan de ahí hasta que no esté la comida lista, yo me encargo aquí. —Escucharon la voz de Caleb, quien emergió desde la cocina con su uniforme ya puesto.

—¡Sí, chef! —respondieron los tres empleados, dos hombres y una mujer de edades similares al jefe.

Olivia se quedó mirando a Caleb cuando él caminó hacia ellas, su camisa de chef era de color blanco, con bordes negros que le daban un aspecto muy varonil, las mangas cortas hasta el antebrazo y dos hileras de botones por delante. A decir verdad, para ella, Caleb se veía condenadamente apuesto.

—Sé que parece que esto es un desastre, pero les prometo que todo estará listo a la hora acordada —dijo él, su sonrisa cálida y amigable hizo temblar el corazón de Olivia.

Pero su hermana ni siquiera se inmutaba.

—Sí, gracias —dijo Jennifer con una sonrisa forzada, tomando su bolso para colgárselo al hombro—. Bueno, me retiro entonces, todavía debo ir al salón de belleza y tengo que ver unas cosas con Alex —explicó—. Vamos, Oli.

Su hermana mayor pareció algo distraída cuando la llamó, incluso se tardó en responderle.

—Vamos, no me necesitas ahí —respondió, agitando su mano derecha como si intentara darle a una mosca—. Creo que seré de más ayuda aquí, entre más manos, mejor.

Jennifer puso los ojos en blanco, cada día se parecía más a Olivia.

—Como quieras —dijo antes de salir, ni siquiera se despidió.

—Qué grosera, creo que todo esto la tiene muy estresada, no te enfades con ella, ¿sí? —le dijo a Caleb, el cual simplemente negó con la cabeza, no parecía molesto en lo más mínimo.

—No te preocupes, entiendo que no debe ser fácil que te cancelen a último momento, ella debe sentirse realmente frustrada.

Olivia no dijo nada, tampoco quería pensar demasiado en esas cosas, lo mejor era seguir adelante, aunque desde el inicio le parecía que esta boda era un error, ella no era la adecuada para meterse, no quería arruinar la felicidad de su hermana, por más que el hecho de saber que se casaría con Alex le causara cierta repulsión.

—En fin… —Caleb tomó la palabra—. ¿Qué te parece si primero me ayudas a poner los manteles?

La joven fotógrafa arqueó una ceja.

—¿Realmente te encargarás de toda la decoración? Déjame adivinar, además de chef profesional también eres decorador de interiores.

—No —dijo Caleb, su sonrisa era tan amplia que casi le llegaba hasta las orejas—. Pero tengo buen gusto.

Olivia se rio de su respuesta, pero no dijo nada más, en pocos minutos los dos se enfrascaron en la tarea de poner los manteles de color blanco y dorado. La tela parecía tan suave como la seda, era increíble pensar en que cada detalle elegido por su hermana hasta ahora lucía tan delicado y hermoso.

También cubrieron todas las sillas con una tela similar, sólo eso cambió completamente el ambiente del restaurante.

Caleb apareció un rato después con una caja llena de platos, parecía muy pesada, pero él la levantaba como si sólo fueran un montón de plumas. Dejó la caja encima de otra mesa sin mantel que estaba arrumbada en una esquina.

—Hay que lavarlos, están polvorientos.

—¿No los usas muy seguido? —preguntó Olivia, notando que cada que Caleb sacaba un plato —decorado hermosamente con diseños de flores— éste estaba bastante sucio.



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En el texto hay: comedia, romance, chick lit

Editado: 21.06.2025

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