Enfoque al Corazón

Diez

La luz de la mañana se colaba por las ventanas de la cocina, iluminando los restos del desayuno: tazas con marcas de labial, platos con migas y servilletas arrugadas. Jennifer removía el café distraídamente, todavía en pijama, con el cabello recogido en un moño improvisado.

Darcy entró descalza, con su celular en la mano y una sonrisa ligera en los labios. Llevaba el tipo de energía de quien tiene algo que decir, pero finge que no es importante.

—¿Dormiste bien? —preguntó Jennifer, sin levantar la vista.

—Como una reina. Tu cama de invitados es casi mejor que la mía. Lástima que no vino nadie a calentarla —dijo Darcy, encogiéndose de hombros.

Jennifer rio, todavía medio dormida.

—¿Esperabas que Caleb estuviera ahí?

Darcy no respondió, solamente se rio con una mueca agria, luego se sentó frente a su amiga, tomando una manzana del frutero y mordiéndola.

—Me topé con algo curioso anoche.

Jennifer alzó la mirada.

—¿Algo curioso?

Darcy sacó su celular, desbloqueó la pantalla con calma excesiva y la imagen apareció en su pantalla. Le había tomado una foto con su celular a la laptop de Olivia.

—Sí. Estaba buscando mi cargador, ya sabes, entonces vi que Olivia había dejado su laptop encendida. No estaba espiando, lo juro. Pero vi una foto y me llamó la atención.

Jennifer dejó la cuchara sobre el platito. Su expresión se tensó apenas.

—¿Qué foto?

Darcy giró el celular hacia ella.

—Esta.

Jennifer frunció el ceño al ver la imagen. Era una foto cálida, de luz dorada, con Alex sonriendo frente a un lago y, a su lado había una chica, una chica de cabello rojo.

Durante un instante, Jennifer no dijo nada, así que Darcy tomó la palabra.

—Me quedé muy sorprendida —dijo, ladeando la cabeza—, pensé que eras tú. ¿No es ese el lago Luna? El que Alex mencionó en la cena. Dijo que fue uno de sus lugares favoritos con alguien especial. Y pensé… qué romántico, ¿no? Pero…

Jennifer entrecerró los ojos y habló, interrumpiendo a Darcy:

—Eso no soy yo.

—¿No? —Darcy fingió sorpresa—. Oh… bueno. Entonces me equivoqué —dijo con falsa inocencia, haciendo amague de guardarse el móvil, pero Jennifer le quitó el aparato y amplió la imagen para verla mejor.

Su corazón se aceleró. Ella conocía esa postura, esa sonrisa. Esa forma de inclinar el rostro cuando se sentía feliz de verdad.

—Esa es Olivia —dijo en voz baja.

Darcy no dijo nada al principio. Sólo le dio otro mordisco a su manzana y observó la expresión descompuesta de Jennifer con una sonrisa disimulada.

—¿En serio? —dijo al fin—. Vaya… entonces supongo que Alex tenía buen gusto incluso antes de conocerte.

Jennifer se quedó inmóvil. No sabía qué decir, ni qué pensar. Solamente una cosa estaba clara: le habían mentido.

Los ventanales dejaban entrar la luz del atardecer, tiñendo de dorado los manteles blancos y las sillas cuidadosamente alineadas. Olivia se encontraba de pie sobre una escalera de apoyo, colocando un arreglo de flores sobre un arco circular. Abajo, Caleb la sujetaba por la cintura, con una sonrisa relajada. Estaban terminando de decorar el salón donde se llevaría a cabo la gran celebración de la boda.

—Si te caes, te salvo, pero lo grabo primero —dijo él, burlón.

—Si me caigo y me muero, borrarás el video —respondió ella, acomodando el último lirio.

—Jamás. Lo subiría con música triste de piano y una dedicatoria.

Rieron juntos. Olivia bajó de la escalera con cuidado y él la sostuvo suavemente. Sus manos se rozaron un poco más de lo necesario y sus miradas se quedaron fijas por un par de segundos.

—¿Quién diría que terminaríamos haciendo esto juntos? —murmuró Olivia. No podía dejar de mirarlo, ni tampoco era capaz de alejarse, la calidez del cuerpo de Caleb la envolvía como una manta gruesa en pleno invierno.

—Yo. Desde el primer día. —Caleb sonrió, su voz era apenas un susurro, su mirada estaba perdida en los labios de Olivia, anhelando la sensación de la noche anterior.

—Mentiroso.

—¿No me crees?

—No. Mientes muy mal —dijo Olivia, pero igualmente correspondió a la sonrisa de Caleb.

La poca distancia entre ellos de pronto se sentía como algo de lo que había que deshacerse. No dejaron de mirarse a los ojos mientras se acercaban, pero justo cuando sus labios estaban a punto de tocarse, el sonido de la campana de la puerta de entrada los interrumpió.

Alex venía entrando, traía la camisa mal abotonada y una expresión tensa en el rostro, se notaba que no le había sentado bien la borrachera de anoche.

—¿Interrumpo algo? —preguntó, fingiendo naturalidad.

Caleb y Olivia se alejaron al instante, los dos visiblemente nerviosos y avergonzados.

—Llegas tarde, ¿estás bien? Anoche tuve que llevarte al departamento, no quise dejarte en casa de tus padres porque probablemente ahora tendrías las piernas rotas —bromeó Caleb.



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En el texto hay: comedia, romance, chick lit

Editado: 21.06.2025

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