Enfoque al Corazón

Doce

El sol filtraba sus rayos entre los árboles del jardín, pintando de oro los manteles blancos y las sillas decoradas con listones suaves. La brisa movía las flores y el murmullo alegre de los invitados flotaba en el aire como un canto lejano.

Olivia ajustó el lente de su cámara y dio unos pasos hacia atrás, buscando el ángulo perfecto mientras la novia reía junto al altar improvisado, abrazando a su madre.

—Un poco más a la izquierda —murmuró para sí misma, enfocando—. Perfecto, sonríe como si creyeras que va a llover dinero.

La cámara hizo un clic y luego otro, tomando diferentes imágenes de la hermosa novia enfundada en su vestido blanco hecho de tela de encaje, junto a sus padres y, por supuesto, al nervioso novio a su lado.

—¿Volviste al negocio? —preguntó una voz conocida a su lado.

Olivia giró ligeramente el rostro y sonrió al ver a Emma, la organizadora del evento, una vieja amiga suya con la que solía encontrarse seguido en las bodas, ya que trabajaban en el mismo sector.

—No, esto es solo un favor —respondió, bajando la cámara por un momento—. Me convencieron con pastel y algunas palabras bonitas —rio en voz baja—. Bueno, el dinero también ayudó.

Emma rio.

—Menos mal. Las fotos de tu última exposición aún me tienen soñando con escaparme a la montaña. ¿Y el proyecto de retratos de mujeres? ¿Sigue en pie?

—Más vivo que nunca —dijo Olivia, con una sonrisa suave—. Esta es mi última boda por un buen tiempo. Aunque reconozco que tiene su encanto.

La música cambió y los invitados empezaron a dirigirse a las mesas. Olivia miró alrededor, respirando el aire tibio, tranquila. Desde que se había alejado del ambiente estresante de las bodas, estaba mucho más en paz consigo misma. Ahora se dedicaba a tomar las fotos que realmente le gustaban, incluso había hecho una exposición en la cual le había ido muy bien.

Todo parecía ir viento en popa a pesar del drama de hace un par de meses atrás.

—¿Ya viste qué guapo está el jefe del catering? —murmuró una de las invitadas a su amiga, la cual asentía a su lado con los ojos brillantes de la emoción.

Olivia puso los ojos en blanco y buscó la dirección hacia la cual las mujeres estaban mirando. Y entonces lo vio.

Desde la carpa lateral, un grupo de mozos se desplazaba con elegancia, portando hermosas bandejas plateadas repletas de alimentos que lucían apetitosos. Entre ellos, con delantal negro, mangas arremangadas y una sonrisa distraída, estaba él.

Caleb.

Su presencia llenaba el espacio con naturalidad, como si perteneciera allí desde siempre. Hablaba con los meseros, se detenía a ajustar un plato mal colocado y saludaba con una inclinación de cabeza a los invitados que lo reconocían o simplemente le agradecían por su servicio.

Olivia lo siguió con la mirada, incapaz de disimular la curva leve de sus labios.

Emma —que todavía estaba ahí— la observó, entre divertida y curiosa.

—¿Ese no es…?

—Sí —dijo Olivia, cruzando los brazos con una sonrisa serena.

—Entonces, ¿es oficial?

—Desde hace meses —respondió ella—. Pero nos gusta mantenerlo privado. Ya sabes, sin hashtags ni anuncios de pareja del año.

—Tú siempre fuiste más de mirar el amor desde atrás del lente —bromeó Emma.

—Y por fin encontré a alguien que no me obliga a bajarlo, sino que se deja capturar de vez en cuando —replicó Olivia, con un brillo nuevo en los ojos.

Caleb la vio. No se acercó de inmediato, sólo la miró con esa expresión suya, mitad complicidad, mitad calma. Se aproximó cuando terminó de dar una última indicación al equipo y vio que Olivia estaba sola. Llevaba dos cafés en las manos.

—¿Te han dicho lo guapa que te ves mientras sostienes esa cámara? —habló, ofreciéndole uno de los cafés en vasos de plástico.

—¿Y a ti te han dicho que odio los clichés como esos? —replicó Olivia, tomando la taza y arqueando una ceja al mismo tiempo.

—Por eso traje café en lugar de flores. —Caleb se encogió de hombros, restándole importancia al asunto.

—Algo es algo. —Olivia le dio un sorbo a su café—. Está rico.

Caleb la miró, más cerca ahora.

—Me alegra que estés aquí, te echaba de menos.

Olivia se sonrojó levemente. No era como si ella no lo echara de menos cuando ambos se tenían que separar por temas de trabajo y distancia, ya que Caleb seguía viviendo en otra ciudad y los dos siempre tenían un tiempo limitado para estar juntos.

—Yo también a ti —dijo al fin.

Ambos rieron, sin necesidad de esconder la felicidad tranquila que los envolvía. Y mientras los novios comenzaban el brindis, Olivia giró la cámara, levantó el lente y, sin que él lo notara, le tomó una foto.

Porque algunos momentos —y algunas personas— merecen ser guardados, incluso por quienes están acostumbrados a capturarlos todo el tiempo.

La luz del atardecer entraba por la ventana y bañaba el estudio de Olivia en tonos cálidos. Sobre la mesa una laptop abierta mostraba una galería de fotos en proceso: una pareja riendo bajo un arco de flores, niños corriendo entre burbujas y una mujer mayor secándose las lágrimas de felicidad.



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En el texto hay: comedia, romance, chick lit

Editado: 26.06.2025

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