Engaños y Mentiras

|C a p í t u l o 1|

|Capitulo 1|

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Me veo en obligación de abrir los ojos cuando me despierta un desesperante ruido, gruño fastidiada y golpeó el objeto, sin usar demasiada fuerza física.

Abro los ojos de golpe, veo el despertador hecho pedazos y ¡Maldita sea! ¡No! ¡No, no! Mis padres me matarán, quedo una fea marca en la mesa de noche.
Con este van siete despertadores que rompo y dos mesas de noche que daño en el año y, teniendo en cuenta que es primavera, los números me juegan en contra.

Si me preguntan, esto nunca pasó, nadie vio nada, soy completamente inocente de este crimen atroz y de los anteriores atentados a mi despertador. ¡Esperen un segundo! Sonó el despertador, el cual solo suena cuando tengo clases en la universidad.

¡Demonios! Ya es lunes, y se acabaron mis preciadas vacaciones, de vuelta al infierno, digo, a la universidad ¡Qué emoción! Nótese mi hermoso y preciado sarcasmo.

De un brinco me levanto de la cama, voy a mi armario para buscar algo decente que ponerme, después de tres crisis existenciales y dejar el armario revuelto, me decido por unos leggins negros, una camiseta sencilla de color azul y me pongo una sudadera blanca, perfecto. Al mirarme en el espejo, me doy cuenta de que mi cabeza es un desastre.

Me dedico a desenredar todo mi cabello en unos pocos segundos, ventajas de ser yo. Me gusta mi cabello y me gusta aún más cuidarlo. Pero parece que la fiesta de ayer no le cayó muy bien, a pesar de haberme bañado apenas llegue, se nota algo maltratado.

Me doy otra mirada rápida en el espejo y me gusta cómo me veo, mi cabello rubio está bien cepillado y a pesar de estar algo opaco para mi gusto, sigue manteniéndose brillante, mis ojos azules brillan con la tenue luz del sol que se cuela por la ventana. Me regalo una sonrisa y me dispongo a salir de mi habitación. Bajo apresuradamente los escalones de la larga escalera.

Al entrar a la cocina, veo a mi madre junto a mi padre cocinando sus deliciosos panqueques.

— ¿A qué hora llegaste anoche? — pregunta mi padre de manera severa, mostrando una de esas miradas que normalmente intimidan a las personas.

— Huele delicioso. — Me apresuro a comentar, buscando evitar el sermón de la semana. Al decirlo no miento, su comida siempre es y será la mejor, creo que todos los hijos dicen eso de la comida de sus madres, pero mi madre podría ser la mejor cocinera del mundo si se lo propusiera.

—Lo sé, cariño, todo lo que hago es increíble. —suelto una risa por lo que voy a decir, mientras mi padre no aparta los ojos de mí, analizándome.

— Eso lo confirmo yo, me hiciste y soy increíble. —respondo, echando un mechón de cabello tras de mi oreja

— ¡Qué dices! Tú eres adoptada. ¿Verdad cariño? —así, tu madre te dice que eres adoptada, mi corazón acabo de romperse, vuelvo a reír mientras mamá me da un plato lleno de esponjosos panqueques y un vaso de líquido carmesí, muy casual, lo sé.

— En efecto, Laura. — corrobora mi padre, y yo, como toda persona madura que ha vivido por siglos, le saco la lengua, después de mi maduro gesto, me dispongo a desayunar tranquilamente, evadiendo las preguntas de mi padre.

Si nunca te dijeron adoptada es porque lo eres, en definitiva, ahora falta que me diga que me encontró en un basurero y sintieron pena por mi pobre alma. Una de sus tantas bromas hacia mí.

Al terminar mi desayuno subo por mi mochila, repleta de muchos útiles escolares. Comienzo a hablar sola, sabiendo que ellos me escucharan.

— No sé por qué tengo que seguiré llenado a la universidad, ¡Tengo bastantes títulos universitarios! — me quejó.

— ¡Ya llego Karen! — Grita mi madre desde el primer piso, ignorando mi queja por completo.

Justo cuando bajo para irme me encuentro a la antes mencionada que me está esperando para irnos juntas, justo como todos los días. Mi confidente de casi todas las cosas, una de mis dos mejores amigas: Karen Hamilton. Una chica de solo 21 años.

— ¡Karen! — grito como saludo al salir de mi casa, rodeándola con mis brazos, gesto que me regresa al momento, nuestro abrazo se prolonga unos segundos más, en serio que la extrañe. — ¿Qué tal tus vacaciones en la playa? — elijo el tema de conversación, parece encantada con ese tema pues sus ojos marrones se iluminan al escuchar mis palabras.

— ¡Más que bien! Fueron increíbles, como un helado después de un día caluroso. — se explica, para después contarme más a detalle — Se suponía que solo iríamos a visitar a la abuela, Pero ¿quién diría que esa vieja cascarrabias tiene una mansión cerca de la playa? Ella dice que la gano en una apuesta de póquer, pero no me trago eso. Lo único que no fue agradable para la vista humana o cualquier ser con ojos, fue verla en traje de baño. — hace una mueca muy extraña recordando, y me es imposible no reírme de ello.

Mi mejor amiga me alegra los días y mucho más en la aburrida universidad.

—Conocí a un chico alucinante, su nombre es Kendall, tiene unos ojos marrones de muerte, parecía que su mirada te escaneaba por completo, como... como si buscara algo en cada persona que ve. No lo encontró en mí y como es obvio, ¡Me mando a volar! — agrega en voz baja, como si estuviera dolida. ¿Eres estúpida o te haces? ¡Obvio que va a estar dolida, la rechazaron! — Bueno, ahí está otra decepción amorosa. Tal vez y nací para estar sola. No me pidas consejos nunca más.

¿Quién rayos podría rechazar a alguien como mi Karen? Es muy hermosa, tiene el cabello castaño oscuro, ojos cafés brillantes, y posee esa energía contagiosa, lo cual hace tan sencillo estar junto a ella.

— Tal vez y él no es el indicado para ti, eres increíble y un chico como él no vale la pena, si no supo apreciar lo que hay en tu interior, llegara alguien que lo haga, alguien especial para ti, el indicado para pasar su eternidad juntos.




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