Engaños y Mentiras

|C a p í t u l o 11|

|Capitulo 11|

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Otro maldito día más.

Todo es tan abrumador y desgastante. Una completa y jodida tortura para mí y los que me rodean por mi común mal humor. Pero claro, este no solo es por unas horas, es por semanas, todos los días sin falta.

Me levanto con tanta desgana que pareciera ir a cámara lenta, voy al baño y me doy una ducha en completo silencio, nada común en mí.

Salgo del baño, voy al armario, donde saco tropa para usar, me pongo una blusa negra ceñida al cuerpo y un pantalón de mezclilla azul marino. Siguiendo mi extraña rutina, voy al calendario donde tacho el día de hoy con color rojo, treinta tachas rojas adornan mi calendario.

Treinta días desde que estoy así, parezco un muerto viviente, aunque lo soy, bueno una parte de mi es lobo y me canso, claro que lo hago, si no duermo se me marcan ojeras, y si lloro durante horas mis ojos se hinchan.

Justo como estoy ahora con los ojos hinchados, y con unas ojeras muy pronunciadas, tanto que el maquillaje no puede ocultar por completo, pero, aun así, hago el intento de cubrirlo. Quedando más decente. Sujeto mi pequeña mochila de color negro que convino con mi atuendo.

Al salir de mi habitación chocó con Madison, quien vive aquí junto con su familia hasta nuevo aviso, se le ve radiante.

— Hola Adalia. — hace el intento de entablar conversación, al ver que no respondo, se toma la osadía de decirme lo que se supone debo hacer. — No puedes seguir así, ya no sonríes como antes, bueno, no sonreías, pero no se te veía tan demarcada. No te había visto así en años, no puedes tirar la toalla. Eres fuerte y puedes con esto, es solo el inicio.

— ¡Tú no lo entiendes, ni lo entenderás, Madison! Así que no te metas en donde no te llaman. — espeto con la voz cargada de emociones, dolor e ira.

— Solo intenta olvidarlo, es un simple humano oloroso, ¿De verdad no sentiste su olor? Era a podrido. — hace una seña de asco, aprieto mis puños a mis costados, conteniéndome. — Pronto encontraras a alguno de tus compañeros, dos es mejor que uno. Recibes premio de consolación doble, quien fuera tú.

— Ese humano apestoso, como tú lo llamaste, es mi compañero. — Rayos salen de mis antebrazos, doblegó mis instintos, dejando que las chispas se detengan, su expresión no cambia. — Pero claro, no lo entiendes y dudo que en algún momento llegues a hacerlo. Pasa buen día.

— Adalia, olvidas algo. — me detengo en mi lugar, dándome la vuelta con brusquedad, esperando que hable, tomándose por sorpresa, golpea mi rostro, haciendo que caiga de las escaleras. — No hables de lo que no sabes.

— Lo mismo te dije antes. — musito entre dientes. — ¿Recuerdas tu odio por una de mis habilidades?

Contengo las ultimas habilidades que obtuve, las del druida. Me avergüenza que mi familia y amigos cercanos vean que las uso o sepan que las tengo. Es considerado algo muy grave matar a alguien tan puro.

— No te atreverías.

— Te sorprenderías. Tus miedos te consumirán si es que las uso en ti, lo hice antes, recuerdo tus gritos de agonía, ¿Qué era lo que decías? Ya lo recordé...

— Perra. — sisea. Lanzándose a mi rostro, no es competencia para mí, nunca lo fue, no representa amenaza. La lanzo volando con un golpe en el estómago, sacándola de la casa, rompiendo una de las paredes. No me preocupó, ella lo arreglara.

Y así, me voy a la universidad, mucho más relajada.

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 Madison.

Adalia se acaba de ir dejándome tirada en el enorme jardín. Ya no puede seguir así, está mal, muy mal y nadie la necesita en ese estado. Solos sería una carga. Me levanto a duras penas, sintiendo un poco de dolor en algunas zonas, pero no tarda en desaparecer. Voy en busca de mi hermano, lo necesito para esta misión. Los hermanos Reynolds entran en acción.

Lo encuentro en su cama, como siempre, pareciendo muerto, me muevo por la habitación usando mi velocidad al estilo Flash, me siento en la ventana, antes de ponerme a un lado de su cama.

—Levántate de una buena vez, das pena, casi tanto como Adalia. — Ruedo los ojos al ver que este no se mueve, golpeó su cabeza. — Por más que estés de necio ante la idea, como siempre lo estas, tenemos que ayudarla, está mal, muy mal y lo sabes, en estas condiciones no estará lista para lo que se avecina. No podemos dejarla así. No podemos quedar vulnerables por su culpa. No permitiré que mueras.

— Por ese motivo estamos aquí, para evitar mi muerte, aunque yo la desate al besarla. Pero para poder ayudarla hay que saber el porqué está así ¿Y tú? Sabes la razón de su estado momia. — Se levanta en segundos, quedando cara a cara, miro su rostro con rastros de barba, sus ojos verdes brillan, me sorprende lo mucho que nos parecemos.

— Sí, si se porque está así...— Suelto un muy largo suspiro, paso mi lengua por mis labios, humectándolos. — Está así porque el chico que los vio besarse es su alma, y él no quiere saber nada de ella por tu culpa.

Me mira con sorpresa, pasando sus manos por su cabello, una y otra vez, me mira a los ojos, los suyos se oscurecieron varios tonos. Sabiendo sus intenciones lo golpeó en el pecho, deteniéndolo.

— Ni se te ocurra interferir. Por si no lo recuerdas tenemos mucho más en que preocuparnos, por ejemplo; evitar que Matthew te mate. — espetó molesta. — Sabes que no soportaría perderte a ti también, mucho menos si es en las manos de un humano cualquiera.

—Él es su ¿Qué? —ignora lo que dije, quedándose con la única parte que le interesa, ruedo los ojos.

— Su Alma. Ya te lo dije, no interfieras, tenemos planes, mantén la cabeza fría, no me obligues a recordar, porque si lo haces, será a las malas. Ni a mí ni a ti nos gustara eso, hermanito. — amenazo. — Así que comportarte y déjate de sentimentalismos, idiota.

— No vuelvas a amenazarme en tu asquerosa vida, Madison. No sabes con quien te estas metiendo en realidad, hermanita. — condiciona. — Tú también lo dejaras atrás, entrenadas como nunca lo has hecho. Dices querer mantenerme vivo, pero no pones de tu parte.




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