Engaños y Mentiras

|C a p i t u l o 13|

|Capitulo 13|

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—Karen. —la saludo, su sonrisa no se hace esperar, su característico cabello castaño pareciera ser aún más brillante que antes, de igual forma su sonrisa. —Estas aquí. —digo sorprendida, sus ojos brillan en felicidad.

—Lo dices como si me hubiera pasado algo. —se ríe, mi rostro muestra la clara felicidad que siento en este momento, sus manos viajan a mi cabello, suelta un suspiro dramático. —Me voy menos de una semana y pierdes la cabeza. Debo admitir que luce genial en ti. Me gusta.

—Gracias. —murmuro, me giña el ojo, restándole importancia.

—No hay de qué. ¿Qué hiciste todo este tiempo? —pregunta. —Yo no pude dejar de divertirme en la playa, volvimos a ir, creo que eso no te lo había dicho, pero, en fin, estuvo bien irme sin decirle nada a nadie, fue relajante.

—Me alegro por ti, aunque no me hubiera venido mal una llamada de tu parte, me tenías abandonada. —bromeo, entrecierra los ojos hacia mí.

— ¡Tú tampoco llamaste! —chilla indignada, me rio a la par que ella.

— ¡Culpable!

Sus ojos brillan al momento de ver un punto en mi espalda. Volteo y nuestros ojos conectan, sonrió por inercia. Sus pasos son firmes al momento de llegar a nosotras, como si nada hubiera ocurrido.

—Xavier. —decimos a la par, nos regala una sonrisa, muestra el objeto en sus manos, dejándolo en las de mi mejor amiga, quien suelta un chillido lleno de emoción al instante.

—Es hermoso. —murmura sin dejar de ver el conejo en sus manos.

—Al igual que tú. —le responde, ignorando por completo mi presencia. Sonrió con gracia cuando Karen comienza a hincharse. — ¿Qué...?

—Olvidaba mi alergia a los conejos. —responde ella, regresándole al animalito. —Creo que es mejor que lo cuides tú.

— ¿Estás segura?

—Si. —responde mi amiga. El chico enfoca su mirada en mi persona, sonríe con ironía y eleva sus comisuras.

—Adalia.

—Xavier.

—Olvidaba el hecho de que estabas aquí. —mis cejas se elevan y no puedo hacer nada más que asentir, entendiendo su indirecta muy directa.

—Tengo cosas que hacer, los veo después. Karen, llámame si sucede algo o para cualquier cosa. —sonríe a modo de afirmación, me doy la vuelta para alejarme, mis pasos rápidos es lo único de lo que soy consciente, además de mi rabia naciente.

Odio esta sensación.

Esta rabia sin sentido.

De esta consumidora y atrapante furia.

Aprieto los parpados intentando ignorarla

— ¿Tan rápido te vas? Creía que la fiesta recién comenzaba. —me detengo en brusco, aprieto los dientes al momento de enfrentarlo. Sostiene a Madison por los cabellos, dejando a la vista la daga que apunta a su cuello.

De un movimiento podría matarla. Pero ella es como una plaga. Difícil de matar.

Aprieto los labios, ¿Cómo es posible? Él es un simple humano, mientras ella una de las vampiresas mejor preparadas y entrenadas.

—Suéltala, Matthew. —su rostro no me muestra más que seriedad, no hay rastro de diversión, la chica al verse en esa posición, me mira suplicante. Como si le fuera imposible huir de él.

Hago todo lo que está en mi poder para no rodar los ojos por la irritación que la situación me causa.

—No. Sabes muy bien cuál es mi precio. Sin eso no la soltare, una verdadera pena, ¿No? Dudo mucho que estés dispuesta a sacrificarlo por esta traidora. Aquí tu problema es que a pesar de todo lo que te ha hecho, amas a esta traidora. —reflexiona, suelta una carcajada, burlándose de mí. —Que ridículo.

—No tienes ni la menor idea de lo que estás diciendo, Matthew. —en movimientos mecánicos la arroja al suelo, como si él fuera una máquina.

— ¿La dejaras morir? A quien fue tu mejor amiga durante años.

—No puede morir. Y tú, un humano jamás puede vencer a un vampiro sin ayuda. A menos que... ¿Con quienes trabajas? ¿Con cazadores? Y luego le dices traidora a ella. —Una sonrisa de malicia se pinta en su rostro.

—La cuestión aquí, Adalia, es que no soy un humano. —abro los ojos de golpe, elevando mis manos a modo de defensa.

— ¿Qué eres? —pregunto cuando mis manos se iluminan, dejando en claro que no dudare al momento de atacar.

— ¿Hasta dónde llegarías para descubrirlo? —pregunta, me quedo en blanco durante largos segundos. —Te propongo algo mejor. Te doy una semana para descubrirlo, si no lo logras, ella muere y si logras descubrir lo que soy, perdonare su existencia.

—Como si fuera difícil descubrir que criatura eres, basta con una respiración para descubrirlo. —siseo.

—En ese caso, hazlo. Dime que soy. —cierro los ojos al instante, respirando el aire frio, tanteándome con mi olfato para saber que se supone que es. El olor a pino fresco llega a mi nariz, pero sé que no es un lobo. No posee ningún espíritu animal dentro de él, no lo siento.

El olor a sangre llega combinado junto con el olor a agua salada, confundiéndome, lo hago de nuevo, percibiendo ahora aire fresco, cada respiración es algo diferente, lo que termina por abrumarme. Pareciera ser todo y nada a la vez.

Termino con frutos y vallas, pero no tiene pinta a ser un elfo, un duende o un hada del bosque.

— ¿Tienes tu respuesta?

—Es obvio. —respondo, lanzo una pequeña bola oscura en su dirección, lo que se enreda en él, atándolo y dejándolo a mi merced. Madison duda al verlo, pero termina corriendo lejos de nosotros en cuestión de segundos. —No tengo idea de que hiciste para lograr marearme, pero te lo aseguro, Matthew, vuelves a meterte en mi vida he interferir en ella, dejare de ser piadosa, que bastante lo he sido. ¿Entiendes?

—Como si pudieras detenerme. Siendo lo que eres, no puedes contra los míos, ¿Adivina qué? Tengo todo un reino en mi disposición, un reino que no dudara en pelear contra ti y traerme tu cabeza, así que decide, que de tiempo poseo la eternidad. —su mano acuna mi rostro, sin ápice de delicadeza.




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