Engaños y Mentiras

|C a p i t u l o 17|

|Capitulo 17|

≻───── ≻───── ⋆✩⋆ ─────≺─────≺

Miro el reloj en la mesita de noche por milésima vez en el día, buscando algo de reconforte por la hora.

2:30 a.m.

A pesar de la pesadez de mis ojos, no los cierro. Hundo más mi rostro en mis rodillas, buscando aguantar un poco más.

No quedarme dormida, porque sí, yo también necesito un descanso cada cierto tiempo.

—No puedo dormir... no debo... —me recuerdo, alentándome a no cerrar los ojos ni un segundo, de otra forma, estaré jodida. Mucho.

La sigo sintiendo en mi mente, intentando tomar el control, murmurarme cosas, pidiéndome que la deje respirar aire fresco, prometiendo que no le haría daño a Kendall, que no se acercará a él por ningún motivo.

Sin duda yo ya estoy decidida a dejarla allí, no le daré el gusto, yo no estoy en situación de arriesgar la vida de Kendall.

La oscuridad provechara cualquier momento de vulnerabilidad de mi parte para tomar el control, así que tendré de darle paso a la parte de mí que podía ignorar lo que sentía y ser centrada en momentos oportunos.

—No... no... —suplico en un hilo de voz, escuchándome tan patética y lastimerá.

«No seas estúpida, déjame salir» exige. «No lo dañaré, no lo haré, ahora quiero hablar con ella».

Siento su presencia peleando por salir, con una fuerza desgarradora, como si fuera una pantera, ágil y sigilosa.

—Quédate allí. —siseo. —No vas a salir, maldita, no te dejare tomar el control. No más de tus juegos. Yo soy la dueña del cuerpo, la que manda aquí...

«Eres una idiota, podremos hablar con ella». Insiste. «Es mi hermana quien está afuera, peleando por ti mientras tu no haces nada por ella, te odiaré por siempre si algo le llega a pasar».

—Explícate.

«Nacimos de una misma sombra, nos entregaron un cuerpo a modo de ofrenda a mi madre, ella ocupo el de Mackenzie, tiempo después mi hermana me dio un cuerpo que habitar, por lastima me toco una idiota inservible».

No respondo al no saber qué decir, sin embargo, sigue insistiendo en tomar el control, intento hacer que no lleguen sus palabras a mí, bloquear su presencia, pero no puedo hacerlo, su fuerza de voluntad es demasiado fuerte y no dudo que sea capaz de doblegar la mía.

—Necesitas descansar. —llama mi atención Kendall, entrando a la habitación, niego con la cabeza varias veces, mostrando mi claro desacuerdo.

—No, no lo necesito. —respondo en seguida, bajando los pies, poniendo mis manos atrás de mí, deteniendo mi peso sobre ellas.

—Te lo dije, busca un punto en el que ambas ganen para que puedas bajar la guardia, no puedes estar así toda tu vida. —expone. —Tanto ella como tú, tienen sus prioridades claras, una en común.

—Y arriesgarme a que te mate, no gracias. —vuelvo a negar, rueda los ojos con irritación, cansado de mí y la situación en la que lo pongo.

—Hablo en serio, no puedes continuar así. —insiste,

— ¿Quién lo dice? —le reto, elevo las cejas al pronunciarlo.

— ¿Sabes qué? Has lo que se te venga en gana, pero sabes que tengo razón, no puedes continuar así toda tu vida.

—Kendall, esto es por tu seguridad. —le digo, su expresión se contrae, mostrando algo de decepción.

Venga, pero eso que si lo puede sentir.

—Dime, por favor, que estas bromeando. — pide. —No puedo morir, no puedo sentir, no puedo dejar de existir porque no existo, así que, por favor, déjate idioteces y piensa en ti. Al menos como yo lo hago.

Guardo silencio un momento, buscando algo con que responderle y no sonar como una completa idiota o ignorante.

—Déjala salir, hazlo. Aquí voy a estar, no me hará nada, ahora tiene otra prioridad, ahora no le importo, en lo absoluto. Está desesperada por su hermana, quiere evitar que muera, y te aseguro que ahora necesita más saber que ocurre antes de arrebatar mi energía.

—Sigo sin confiar en lo que dice. —murmuro, levantando la mirada para encontrar sus ojos oscuros, son dos pozos vacíos, en los cuales puedo perderme con facilidad, aun cuando estos no expresen nada.

—No hay otra forma de saber si lo que dice es verdad. Te toca arriesgarte. —me alienta.

—Odio como me convences con facilidad. —pronunció, dándole a saber mi postura. —No es justo.

—Tú me cediste ese poder.

—Y estoy segura de que fue una de esas decisiones de las cuales no se si me arrepiento o no. —sonrío de lado, hace lo mismo, mostrando empatía. —Pero, aun así, cariño, mi respuesta sigue siendo no.

Me levanto de la cama, caminando hacia él, con pasos lentos pero seguros, me detengo cuando pocos centímetros nos separan, inclinó levemente mi rostro hacia atrás para mantener el contacto visual.

Mi respiración y la suya se mezclan, daría todo para que fuera real, para que no fuera solo una de mis fantasías. Y claro está, que es la mejor de ellas.

Mis dedos pican por el contacto, al igual que todo mi cuerpo, las palmas de mis manos se pegan en sus hombros, no recibo una reacción de su parte, solo está allí, mirándome.

— ¿Puedo besarte? —inquiero, mirando sus labios unos segundos, antes de volver a su mirada, cuando asiente con la cabeza, no dudo en pegar mis labios y los suyos en un beso lento, pero cargado de mis emociones. —Te amo tanto que te odio... todo lo que me haces sentir. —murmuro.

El rose entre nuestros labios me parece algo fantástico e indescriptible, algo que siempre me va a hacer sentir miles de cosas.

Algo que no siempre tendré.

Algo que desearía fuera sempiterno, cuando en realidad es algo efímero.

Y entonces, cuando más en paz me siento, cuando más tranquila estoy, soy obligada a ceder el control de mi propio cuerpo, quedando como una espectadora más, y, sobre todo, débil e intranquila.

Él lo planeó.

Quería que ella saliera, darle el control de mi cuerpo. Por eso busco que bajará mis murallas.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.