12/05/2018
—Por favor, Roy —Jhon quién era el que hospedaba al morocho en su viaje de trabajo hace varios minutos que estaba insistiendo a su amigo de salir a un bar —Es solo esta noche, mañana te irás y no has salido a conocer nada. Todo el maldito día trabajando.
—Por a eso es lo que vine, querido amigo —Roy palmeó el hombro del pelirrojo. Estaba convencido, esa noche no saldría.
—Por favor, por favor, por favor —esta situación ya se estaba volviendo pesada y Roy no sabía cuánto más iba a poner soportar.
—Si voy, ¿Te callas? —el morocho rodó sus ojos, no quería ir.
—¡Si! Ve a cambiarte hombre.
Luego de varios minutos más Roy salió de su habitación con una camisa azul abotonada hasta el último botón, un pantalón mostaza, el cabello completamente peinado hacia atrás y su típicos anteojos de marco grueso.
—Deberías de quitarte los anteojos, alguna vez, arruinan el look. Pareces un nerd.
—Dijiste que te callarías —el pelirrojo levantó sus manos en señal de paz y salieron de su pequeño apartamento hacia un bar.
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Ese era el cartel luminoso que adornaba el gran de edificio.
—¿Estás seguro? No podemos gastar tanto dinero —un preocupado Roy tocaba el hombro de su amigo quién solo sonría con maldad.
—No te morirás por gastar un poco de dinero, Roy.
Y así fue como empezó el caos, apenas entraron Jhon se separó de su amigo hasta dejarlo solo a la interperie. El pobre Roy se sentía como si fuera un pobre conejo que pronto sería cazado.
El lugar era enorme, una sala con cajas de juegos, un salón de comidas, muchas mujeres en pequeños trajes paseándose por todos los lugares. El morocho se encontraba muy incómodo y más aún cuando acabó en el lugar menos indicado. El salón de parejas.
Una gran pista con muchas personas, luces que cegaban, olor a cigarrillo, fue todo lo que sintió y no quería estar allí pero cuando se dió vuelta para irse se dió cuenta que el gran tumulto de personas lo había llevado a estar casi en el centro de la pista.
Roy no estaba acostumbrado a estas cosas, a pesar de tener 27 años nunca había salido a lugares tan concurridos, era del tipo de persona que se quedaba en su casa jugando juegos de mesa.
Y comenzó a bailar porque no le quedaba nada más que hacer, se sentía observado, no sabía si su falta de experiencia en baile de iba a notar demasiado. Luego de medio minuto se dió cuenta que en realidad sí estaba siendo observado.
Un rubia.
Una mujer sentada casi al final de la sala en uno de los grandes sillones lo observaba y le sonría. Roy no sabía si era por cortesía o porque se burlaba de él, pero le devolvió la sonrisa.
La mujer desconocida se levantó de su mesa para acercarse al jóven. Su piel era muy blanca y cuerpo estaba cubierto por un diminuto vestido negro, el cual se adaptaba muy bien a sus curvas y a sus largas piernas, y debajo de ella unos grandes tacones del mismo color que el vestido.
A Roy le pareció ridículo; con esa altura no necesitaba de esos zapatos. ¿Acaso no le dolían los pies?
—Me parece que no eres de aquí, niño. ¿O me equivoco? —el atrevimiento de esa chica sorprendió a Roy pero aún así quedó cautivado por el acento que ésta llevaba.
El morocho no supo que responder, no era la primera vez que hablaba con una mujer pero sí era la primera vez que una mujer como ella le hablaba a él. La rubia río.
—Vamos a beber algo —lo tomó de la mano hasta llevarlo a la barra.
—Yo no bebo —dijo Roy cuando llegaron.
—No te preocupes yo invito —le guiñó un ojo y eso al morocho le pareció muy sexi —Un John Walker y un Sheldon Cooper —el morocho se sorprendió no solo por el conocimiento de la chica en bebidas alcohólicas sino también porque el primer trago también era uno de los más costosos.
Cuando el mesero trajo las bebidas Roy creyó que el whisky sería para la chica y la bebida verde con nombre de personaje de serie sería para él. Pero se equivocó.
—Salud —una sonrisa se desplegó en el rostro de la rubia y mientras bebía mantuvo su fija mirada en el chico que solo había probado una pequeña parte del trago y había hecho una extraña cara. Y eso le pareció tierno.
Y aunque el morocho no tenía mucha experiencia en lo que a mujeres y tragos respecta, le gustó todo lo que comenzaba a sentir, y no sabía si era atracción hacia la rubia o el increíble sabor que tenía el whisky y así como comenzaron con un trago siguieron y siguieron hasta que ambos estaban lo suficientemente ebrios.
00:27 a.m
La lluvia caía sobre los cuerpos de ambos jóvenes, quienes se besaban arrinconados contra un auto que le pertenecía a la joven y por más fría que la lluvia se encontrase algo dentro de los cuerpos de ambos jóvenes se encontraba encendido y los mantenían calientes.
Unos, dos, tres, cuatro, centenares de besos, pero esto no podía terminar solo en eso, por esa razón (y tal vez alguna más) la dueña del auto abrió la puerta trasera y ella calló sobre los asientos junto con el morocho quien cayó sobre su cuerpo y mientras trataban de acomodarse los besos seguían; así como las caricias por debajo de la ropa.
Y pasó. No fue la primera vez de la rubia llamada Valeri, ni del morocho Roy; pero sí fue una vez ninguno de los olvidaría.
Y todo no acababa ahí...