Engranajes rotos

Engranajes rotos

Reloj, no marques las horas.
Porque voy a enloquecer....

El tic-tac no era fuerte, pero llenaba toda la casa.

El reloj del comedor seguía funcionando como si nada hubiera pasado, marcando horas que ya no significaban lo mismo. Afuera, la noche estaba quieta; adentro, todo parecía esperar algo que no iba a volver.

Había pasado una semana desde que mi abuelo murió.

No lloré cuando me dieron la noticia.
No lloré en el velorio.
No lloré frente a nadie.

Tenía dieciocho años y me comporté como alguien que sabía ser fuerte. Respondí preguntas, acepté abrazos, escuché frases que intentaban ordenar la muerte con palabras inútiles. Asentí. Siempre asentí.

Pero esa noche estaba solo.

Me senté en el suelo, con la espalda apoyada contra la pared.

Entonces ocurrió.

Estando sentado contra la pared, lágrimas traicioneras empezaron a escurrirse por mis mejillas.
Sin importar cuántas veces las secara con las manos, no dejaban de caer.

Los recuerdos felices junto a él invadieron mi mente sin pedir permiso: su voz firme, su risa fácil, la manera en que parecía invencible incluso con los años encima.

Para hacerles compañía, mi pecho subía y bajaba en un vaivén agitado, hasta que los sollozos escaparon, torpes, descontrolados.

Tic.
Tac.

—¿¡Por qué!? —un grito ahogado escapó de mi garganta.

Tomé el reloj de la pared con desesperación.

—¡Deja de avanzar! —grité, impotente—. ¡Da marcha atrás y devuélvele su tiempo…!

Otro tic-tac me respondió, marcando otro minuto, como burlándose de mí.

—¡Toma mi tiempo y dáselo a él! —rogué—. No te pido años, meses, semanas ni días. Solo dame unos minutos más a su lado…

Las lágrimas y los sollozos ahogaban mi voz.

—¿Cómo puedes ser tan cruel? Solo déjame despedirme de él… solo déjame oír sus últimas palabras…

Tic.
Tac.

Otro minuto más.
El último de ese reloj, que aventé con todas mis fuerzas, destrozándolo contra el suelo.
El reloj quedó hecho pedazos en el suelo.
Vidrio, metal, engranajes inútiles.

El tic-tac desapareció.

Y con él, algo dentro de mí terminó de romperse.

Me quedé de rodillas, respirando mal, llorando sin freno, sin intentar detenerlo esta vez. Todo lo que había contenido durante una semana salió de golpe: la rabia, el miedo, la incredulidad. Lloré hasta que la garganta me ardió, hasta que el pecho dolió, hasta que el cuerpo no tuvo más fuerzas para seguir sosteniéndose.

No había palabras.
Solo llanto.

No sé cuánto tiempo pasó.
Minutos. Horas. Tal vez nada.

Cuando las lágrimas comenzaron a agotarse, el silencio volvió a llenar la casa. Ya no era el silencio tenso de antes, sino uno pesado, cansado, como después de una tormenta.

Me senté en el suelo, rodeado de restos, con los ojos hinchados y la respiración temblorosa.

El tiempo siguió avanzando.

No lo escuché, pero lo supe. Siempre lo supe.

Esta vez no le grité.
No le pedí nada.

Solo pensé en mi abuelo. En su voz. En su risa. En la forma en que, incluso sin estar, seguía ocupando espacio dentro de mí.

—Está bien —murmuré, sin saber si se lo decía al tiempo o a mí mismo—. Ya entendí.

No era una rendición.
Era cansancio.

Me levanté despacio y caminé dejando atrás los pedazos del reloj. Afuera, la noche comenzaba a aclararse. El mundo seguía igual. Demasiado igual.

Pero dentro de mí, algo se había aquietado.

El tiempo no retrocedió.
Nunca lo hace.

Pero esa noche, después de llorarlo todo,
Por primera vez desde que se fue,
Pude respirar sin sentir que me faltaba el aire.

.
.
.
.

Hola ☺️

Espero que lo que acaban de leer les haya llegado de alguna forma.

Esta historia nació inspirada en la canción “El reloj”.
En esa idea de pedirle al tiempo que se detenga, que retroceda, que nos devuelva aunque sea un minuto con quienes ya no están.

Engranajes rotos surge de una pérdida real y de una emoción que me costó soltar. De esa semana en la que fui fuerte frente a los demás, y del momento en que, a solas, le grité al tiempo todo lo que había guardado.

A veces no queremos respuestas.
Solo queremos más tiempo.

Gracias por leer y por acompañar estas palabras.



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En el texto hay: familia, duelo, oneshot

Editado: 16.12.2025

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