—Puedes por el amor de Dios ir más despacio, nadie nos está esperando— pidió Lina por quinta vez a Carlos que conducía ignorando sus pedimentos.
Otra vez no había recibido respuesta, sabía que estaba molesto, la discusión que habían tenido en la noche de ayer, se le había salido de sus manos. La insistencia por acostarse con ella y tener hijos, la estaba estresando, incluso desde antes de casarse con él la idea de porcrear estaba descartada para dentro unos años, actualmente tenía ya 3 hijos que terminar de criar y cuidar, no había terminado su especialidad y muchas cosas más en su lista de cosas futuras, tenía mucho miedo de dormir y en cualquier momento Carlos que entrará a su habitación y la tomará a la fuerza, por esa razón debía calmar su lengua cuando hablara con él y más temas que no estaban de acuerdo.
En la mañana tuvieron una tensa conversaciones sobre quien conduciría, al final se quedó Carlos . Desde que salieron de casa no ha tenido un solo respiró, solo oraba para no morir a causa de un choque o matar a alguien en el camino. Sin más que hacer, trató de relajarse y confiar hasta llegar a la pequeña finca donde pasarían el fin de semana. La frescura del mar entraba por las ventanas abiertas del vehículo, volando el semirecogido cabello en esta ocasión lacio y alborotado la corta cabellera de Carlos al ritmo de su playlist elaborado por las canciones de ambos. El teléfono de forro rojo comenzó a sonar, con la llamada entrante de Richard como destinatario.
—Contesta— se limitó a decir Carlos sin despegar la vista de caminó.
—Hola Richard— Lina contestó la llamada.
—Richard una mujer contestó el teléfono de Carlos—una voz femenina se escuchó desde el otro lado.
—Debe ser Elena—susurró Carlos.
—Soy Lina, la esposa de Carlos, en estos momentos no puede contestar porque esta al volante— explicó Lina a la mujer desde el otro extremo.
—Entiendo, dígale a mi cuñado que lo estamos esperando donde acordamos— con esas palabras la mujer dió por concluida la llamada.
—Tú hermano te espera en el lugar que acordaron—dijo Lina.
—Ya estamos cerca— dijo Carlos girando a la derecha, para estacionarse a un lado de la carretera— El teléfono— Lina le extendió el aparato, desbloqueando la pantalla marcó el número de su hermano—¿Dónde están?— preguntó— No te veo y acabo de llegar— apartó el aparato de su oreja mirando su teléfono con aburrimiento, su cuñada cuando quiere es un dolor de cabeza— Elena no estoy en Pandora, estoy en una Land Rover de color plateado, si esa misma, no es mía, es de mi esposa, pásame a Richard— pidió desesperado, al hablar con su hermano unos segundos emprendió la marcha, entregando su celular a su esposa— ¿Qué pasa?—preguntó al notar la cara curiosa de su esposa.
—Nada—respondió relajándose en el asiento.
—Elena es la esposa de Richard, no es mala persona, pero está molesta porque terminé con Nicole, ellas son muy buenas amigas— comentó sin despegar la vista del caminó.
— ¿Cuánto falta para llegar?— preguntó Lina.
—Unos 30 minutos— respondió mirándola de reojo— ¿Qué pasa?—insistió, desde temprano había notado lo rara que estaba.
—Ya dije que nada Colón, pareces nervioso— la joven doctora desvió su mirada a la ventana para ver el paisaje.
Sin darle importancia ignoró a su esposa para centrarse en el caminó, entré momento miraba por el retrovisor para ver la camioneta de su hermano seguirlo a la distancia. En poco tiempo llegarían a su destino, sus padres y su hermano salieron más temprano a diferencia de ellos, pero no tardarían en reunirse. Su meta en estas pequeñas era relajarse, fingir ser la pareja feliz que supuestamente son y cada quien por su lados, aunque no lo admita muy en esos momentos estaba feliz, haciendo paréntesis en las discusiones que tenía con Lina, tenía años que no sentía la satisfacción que lo rodeaba, conducir un vehículo costoso y moderno, regresar de una cansada jornada de trabajo para ser recibido por una caliente pero jugosa cena, recibido por la sonrisa de su esposa, respirar un ambiente cálido y diferente a lo que ya estaba acostumbrado.
En poco tiempo Lina había cambiado su vida, la miró por el rabillo del ojo como su rostro miraba con interés el camino llenó de enormes árboles centenarios, entraron a un rústico sendero, lo que significaba que ya habían llegado a su destino, con toda su maestría estaciono frente a la entrada, apagó el motor, se liberó del cinturón de seguridad y bajo para comenzar a descargar sus cosas, a unos pocos metros su hermano se había estacionado, su sobrina estaba tomando la mano de su cuñada, ambas lo saludaron, les regresó el gestó y camino a la parte trasera del vehículo, donde su esposa ya había bajado sus maletas, mientras cargaba miraba con curiosidad la vivienda, tenía unos dos años que no venía, a simple vista era enorme, rústica, pero bien cuidada, tomó varias bolsas en sus manos, le hizo señas a Lina para que lo siguiera al interior, cuando ingresaron a la cocina, la señora Perla los recibió con una gran sonrisa, uniéndose a buscar los paquetes, haciendo oídos sordos a las peticiones de su hijo y nuera. Gracias a la ayuda de la señora Colón todo estaba en su lugar en la rústica cocina, con toda la amabilidad en compañía de una mirada de advertencia para su hijo la señora Colón se retiró con la excusa de avisarle a su esposo sobre su llegada. Ya solos ambos se miraron un momento, Carlos notó como ella buscaba algo en una las bolsas, se acercó mostrando ese termo que conocía bastante bien.
Editado: 21.02.2025