Castiel
Entré a la cafetería como todos los miércoles acompañado de Levin. Al llegar mi turno de pedir me encontré con unos ojos verdes colapsados de emociones. Enarque una ceja al ver el estado somnoliento de la joven y ella solo me dio una sonrisa forzada junto a mi café.
― Que tenga buen día. ― dijo entregándome la bebida.
Me acerqué levemente a ella quedando a unos centímetros y apoyando los codos en la barra como si fuera contar un secreto.
― LLámame. ― susurré mirándole fijamente con seriedad ―. En serio, llámame.
Me aparte rápidamente para que continuara atendiendo y me dirigí a la mesa donde estaba mi amigo.
― ¿Le has pedido el número a la camarera? ― preguntó con picardía.
― No, ya lo tengo, le he dicho que me llame para hablar más tarde. ― tosí aclarando mi garganta ―. Bueno, ¿y cómo te va la universidad?
Unas horas más tarde me encontraba paseando sin rumbo por la ciudad contemplando las calles poco habitadas. Comenzó a sonar mi móvil y atendí de inmediato.
― ¿Dónde estás?
― En el parque que está cerca de la estación.
― Está bien, voy para ahí.
Después de media hora apareció con su moño despeinado y la máscara cubriéndole como siempre.
― Hola, ¿qué querías?
― ¿Qué te ha pasado?
― Nada, ¿por qué? ― preguntó con curiosidad.
―Tu mirada lo dice todo. ― tragué un poco de mi refresco de naranja ―. ¿Sabes? No sé nada de ti. Sé tu nombre, donde trabajas y poco más. Pero no sé en que piensas antes de dormirte, cuales son tus miedos, las metas que tienes; tampoco sé que es lo que ha provocado que seas quien eres hoy en día. Pero si sé algo, y es que esa máscara que te pones para tu seguridad limita tu libertad.
― No existe una libertad absoluta. Somos esclavos de nosotros mismos. Hemos creado una forma de vida de la cual no hay un reparto de bienes por igual. Donde dan otro uso al significado de las palabras. ―cogió una bocanada de aire para luego continuar hablando ―. La publicidad y los medios nos intenta comer la cabeza para consumir y seguir los estereotipos sin sentido. Los hombres tienen que actuar como los fuertes, ser vulnerables no les está permitido, tienen que ser los que siempre invitan, y trabajan; mientras el rol de las mujeres es el débil, dependiente, y encargarse de las tareas domesticas.
― ¿Y qué es para ti la libertad entonces?
― El echo de no definirla con ninguna palabra. Es algo que se siente y uno es consciente, por ejemplo, cuando yo estoy sola puedo ser yo misma sin tapujos. Y no es por lo que opinen los demás de como soy, si no para que no me roben esa libertad de no poder disfrutar de mí.
La miré con una sonrisa sincera y pasé mi mano por su pelo revolviéndolo.
― Ves, está es la verdadera Caltha, la que tengo enfrente de mis ojos no la que quiere aparentar.
Ella me sonrío como nunca lo hizo delante de alguien más. Y puedo jurar que fue la sonrisa más hermosa que he visto en mi vida.