Enmerald. Guardianes 1

Capítulo 2: Sangre en el callejón

Capítulo 2:
Sangre en el callejón 


Tarde, 14 de mayo 1728 

Selt

Antes de que caiga la noche emprendo mi camino de regreso, pero en vez de tomar rumbo a casa me desvió por otro sendero que me lleva directo a uno de los callejones de la ciudad que han sido abandonados y que dan entrada al boscaje. La hierba cubre por dispersas partes el suelo, es un lugar muy poco transitado y la naturaleza de a poco parece reclamarlo.

Giro a la derecha y agilizo el paso. Esta parte del callejón es frecuentado por borrachos, y desaliñados. Me escabullo entre ellos casi que, corriendo, aguanto un poco la falda de mi vestido para que no entorpezca con mis pies. Unos pasos más, y cruzo a la izquierda y la aglomerada calle me recibe. El cielo se ha teñido de naranja, debo apresurarme para regresar a casa.

Cruzo en el momento en que no viene ningún carruaje a ambos lados de la calle, mantengo un ritmo agitado al que mis pies no están acostumbrados. Los zapatos comienzan a maltratarme con cada firme y rápida pisada que doy.

Olvide por completo que me reuniría con Mia De La Rosa en el puesto de una adivina que es ciega, pero a través del tacto puede leer el futuro. A mi amiga se la ha metido en la cabeza conocer su futuro. Es una pantera muy terca cuando quiere algo lo obtiene por los medios que sean, y mi retraso será cuestionado.

De este lado del centro de la ciudad se encuentran los callejos más transitados y comerciales llamados el mercado negro de la magia, donde se puede encontrar de todo: desde una maldición hasta un viaje en segundos de un sitio a otro. Aquí todos me conocen, y se puede decir que es seguro. En ocasiones mi madre me envía a buscar sus pedidos a este lugar.

Esta es una hora en que el callejón es más concurrido, cuando comienza a caer el atardecer se da inicio a una vida nocturna que puede resultar peligrosa por la cantidad de forasteros que vienen. Pero hoy, solo puedo ver como todos los puestos son recogidos con premura. Mientras que yo avanzo hacia adelante, muchos otros se dirigen a la salida sin tener cuidado de quien se pueden llevar por delante. Tengo que hacerme a un lado para no ser atropellada por un par de personas.

Qué extraño.

Los callejones son como un laberinto, el lugar de encuentro con Mia es: tomando el primer giro hacia la izquierda, izquierda, sigo de largo y luego a la derecha. Esta zona está deshabitada por completo, el puesto de la adivina que consiste en una mesita redonda se encuentra destrozada justo donde está la forma de un hombre atrapado entre las rocas que conforman la muralla del callejón. Y así, todos los puestos de mercancías que antes exponían un sinfín de amuletos, libros, partes de animales… Todo está destruido.

¿Qué ha ocurrido aquí? Es extraño que no haya nadie.

—¡¿Selt?! —giro al escuchar la voz del canciller de los guardianes en la ciudad.

Un hombre fornido que ronda el metro noventa, luce un atuendo negro. Sus ojos azules se rasgan ante la poca luz dejando al descubierto su naturaleza. Arturo De La Rosa, es el líder de los felinos de su familia, y él en particular es una pantera negra con ojos zafiro. El padre de mi amiga.

—¿Qué haces aquí? ¿A estas horas? —su voz es un rugido apacible.

—Quede de encontrarme con Mia aquí —respondo intimidada por su presencia. Él representa la ley en Enmerald.

Ser el canciller lo hace el representante del concejo de guardianes en la ciudad, una criatura capaz de cambiar de humano a animal rige el orden y la seguridad.

—Cierto, Mia me comento que vendrías. Pero como te podrás dar cuenta las cosas no están muy bien, así que lo mejor es que regreses a casa —dice invitándome con el brazo a que camine en la misma dirección por la que he venido.

Asiento e intento mirar al espacio detrás de su espalda, pero él se asegura de cubrir mi campo de visión.

Camino con la mirada gacha. Haber venido fue una mala idea, ya se me había hecho muy tarde en el momento en que deje el bosque y ahora la negrura de la noche amenaza con tragarse el bonito tiñe naranja que ha cubierto el horizonte.

Lo sigo en silencio. Incapaz de preguntar por lo sucedido. Los guardianes son muy reservados, y en cuanto a dar información a una mujer mucho más. La participación de las damas es inexistente entre los guardianes, una comunidad plenamente masculina que se encarga de protegernos de cuál criatura de nuestro mundo que trasgreda las leyes establecidas.

El aullido de un lobo me eriza la piel. No es la primera vez que estoy cerca de uno, pero la reacción de mi cuerpo ha sido de miedo. Algo anda mal.

El canciller agiliza el paso dejándome atrás, así que tengo que trotar para alcanzarlo, sostengo mi vestido. Con el martillar de mi corazón contra mi pecho, una sensación de inseguridad se desliza sobre mi piel como si fuera sudor. Algo no va bien con ese lobo. Cruzamos la última esquina y el callejón principal es el escenario de la aprensión de un hombre lobo. Una bestia colosal.

Lo tienen atado a cadenas, y la irracionalidad es el centro de su mirada. Sus ojos son amarillentos, pero con un delgado aro rojizo que rodea sus pupilas, eso no es normal en los hombres lobos. La bestia sobre dos piernas tira de las cadenas, pero los Guardianes que las sostienen del otro extremo son como robles plantados en el suelo.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.