Enmerald. Guardianes 1

Capítulo 3: Mansión De La rosa

Capítulo 3:
Mansión De La Rosa 


15 de mayo de 1.728 
Selt Riquelme 

Si el padre de Mia no quería que nadie se enterará de lo que ocurrió en el callejón debió haber ordenado que se borrara la memoria de todos y cada uno de los involucrados. Todo lo que se oye por las calles trata sobre el ataque de ayer por la noche. Como un hombre lobo perdió el control en medio de los callejones y lastimo a más de una persona. No llegue a ver a nadie herido, solo recuerdo el desastre ocasionado, pero claro, ya los guardianes se estaban haciendo cargo de la situación.

Se tienen muchas teorías, algunos mantienen una línea fiel hacia la posibilidad de que algún brujo esté haciendo uso de poderes prohibidos con las bestias para intentar dominarlas, según mi madre hace muchos años se intentó algo parecido hubo derramamiento de sangre y desde ese momento se estableció el concejo de guardianes. No solo para proteger a cada criatura del resto, sino también para cuidar de la humanidad.

Otros, piensan que es una rara enfermedad que les da a alguna de las bestias, algo parecido a la rabia que borra todo racionamiento humano de su cabeza, tomando control el animal. Y, otras tantas divagaciones que dice la gente. Lo real es que todos tienen miedo, aunque no se demuestre, en Enmerald se respira temor.

Hoy, mi madre no tenía nada que mandar a buscar donde Henry o con alguno de los comerciantes del callejón. Es más, estarán fuera de casa todo el día. Según lo que escuche, sin querer al bajar de mi habitación, es que una familia importante había llegado a la ciudad e irían a visitarlos. Mi madre en un momento considero que las acompañara, pero luego desistió de la idea ante el mal humor de Tanils. De igual forma, no tenía ninguna intención de ir. Por lo que voy de camino a casa de mi amiga Mia.

La mansión está en a las afuera de la ciudad. Me toma alrededor de cuarenta minutos llegar caminando a la entrada. Hay muchos carruajes. Quizás no es el momento para visitas, lo ocurrido ayer por la noche debe tener en movimiento a todos los guardianes.

Un gruñido me hace saltar a un lado, mi corazón se acelera y explota una carcajada. Ya debería estar acostumbrada a sus bromas, pero siempre termina asustándome.

—Tienes que dejar de asustarme Mia —con la mano sobre el pecho, parece que el corazón se me fuera a escapar de un solo palpitar.

Ella es una delgada joven con ojos rasgados en un intenso violeta, largo y lacio cabello negro que han trenzado sobre su cabeza como una corona. Un bonito vestido azul violáceo ajusta con firmeza su cintura. No deja de reír.

—Ya no deberías asustarte —dice en cambio—. Estaba a punto de ir a buscarte para dar un paseo, pero ya que has venido podemos espiar la reunión de mi padre.

—No creo que sea una buena idea —me cruzo de brazos.

Ella es irremediable. Siempre ha tenido ese ímpetu por meterse donde no se debe, como espiar las reuniones de los guardianes. Durante nuestra amistad me ha empujado a un sinfín de travesuras que estoy segura de que mi madre no aprobaría.

— ¡Oh, vamos Selt! No seas problemática y acompáñame —me toma del brazo y me hace correr hacia las puertas dobles de la mansión. Una casa colonial de dos pisos con grandes ventanales. Cinco escalones nos llevan a la puerta principal.

—¿Problemática? Eres tú la que nos meterá en grandes problemas —me quejo en voz baja.

Mia De La Rosa, mi única amiga, es la hija del canciller, el representante del concejo de guardianes en la ciudad, y uno de los hombres más adinerados. Y como si fuera poco, su apellido se remonta a un linaje que data de siglos atrás, una de las familias de gatos más antigua de la que se conozca.

Su padre es un felino y su madre, una mortal. Ella es una niña rica y mimada, hija única, mas no es del tipo de persona que ve inferiores o trata mal a los demás porque no eres de su misma clase social. Siempre es muy amable con todos y, desde que nos conocimos, cuando tenía siete años, somos inseparables.

Ocurrió en una de esas aburridas reuniones a las que asistían nuestras madres para preparar las celebraciones tradicionales de la ciudad. En esa época, esperaba con ansias el despertar de mis habilidades, que nunca llegaron, por cierto. Ella fue la única que no me juzgó cuando la espera se convirtió en mi tormento y el hazmerreír de todo mundo. Todo lo contrario, se convirtió en mi apoyo y estuvo a mi lado para ayudarme a superar el desprecio de mis hermanas. En pocas palabras, es la única persona que realmente se preocupa por mí. ¿Cómo decir que no?

Me dejo llevar al interior de la mansión. La sala es enorme, con bonitos cuadros en las paredes y elegantes muebles de recibo, antigüedades en un lugar y otro decorando el espacio. Me sorprende no ver a nadie.

—Mi madre está en el patio, y mi padre se ha reunido con los demás guardianes en su estudio —dice como si me leyera la mente.

—¿A dónde van señoritas? —ambas nos detenemos espantadas al escuchar la voz del anciano tigre.

¿De dónde ha salido? Si no había nadie en la sala.

—Vamos al jardín —dice Mia agarrándome del brazo.

—Es lo mejor su padre está ocupado en este momento —recalca, sus brazos están a su espalda. Se ve severo en esa posición. A veces pienso que él ya sabe que nosotras escuchamos cosas que no debemos. Pero solo es un pensamiento.

Para llegar al jardín tenemos que alejarnos de la escalera, y hacer el recorrido por toda la estancia de recibo de la casa. El tigre se queda mirándonos andar hasta que lo llaman de algún lugar de la casa, y aprovechamos que se ha ido para regresar a la entrada de la mansión.

Nos detenemos detrás de la escalera donde se abre un pasaje, me hace entrar primero al estrecho espacio. Esta casa tiene un laberinto en sus paredes en el que nosotras hemos jugado desde niñas. Ella cierra el pasaje y nos quedamos en completa oscuridad.




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