Enmerald. Guardianes 1

Capítulo 5: Memorias borradas

Capítulo 5:
Memorias borradas


Tarde, 16 de mayo 1728 
Selt Riquelme 

He quedado un poco asqueada después de probar tantos dulces. Tengo el estómago revuelto, y estar delante de mi madre enfurecida no está ayudando mucho a mi estado de ánimo. Ya Nariel le había comentado lo que ocurrió con su pedido, aun así, me ha hecho contarle todo con lujo de detalles. El problema es que no tengo mucho para describir al hombre calvo, y eso la tiene muy molesta.

—¿Está segura de que no recuerda nada más? —pregunta con los labios apretados. Sus ojos parecen llamas danzantes entre el carmesí y naranja, algo inusual, que en realidad creo nunca había visto en ella.

—No, madre.

Ella respira despacio, en un fallido intento para controlar su ira. Siendo realista, no recuerdo haber visto a mi madre tan encolerizada desde que tengo uso de razón. Molesta por una que otra cosa, sí; pero no de esta manera, de cierta forma me da temor de solo mirarla. Ha estado caminando de un lugar a otro desde hace un buen rato. Mis hermanas observan desde el otro mueble.

—Sé que no ha sido tu culpa cariño —se cubre la cara con las manos. Se toma unos segundos y las retira, sus ojos vuelven a ser carmesís, como siempre. Ese pequeño cambio en su mirada da pie a una sensación que me aterra, algo no está bien con ella, no tengo idea de que sea—. ¿Te puedo pedir algo?

—Por supuesto, madre —negarme no va a mejorar las cosas. Ya hay suficiente tensión en la sala.

— ¿Podrías mostrarle a tu hermana Tanils el rostro de ese hombre? —estoy segura de que he palidecido porque mi madre suaviza su mirada. No puede ser que me esté pidiendo esto, con lo que me aterroriza Tanils y sus transparentes manos en mi cabeza—. Solo tienes que evocar su rostro y tu hermana solo mirara, no va a escudriñar en tu memoria. ¿Cierto, Tanils?

—Lo que tú digas madre —responde ella con respeto, pero sé que no muy conforme.

Mi hermana mayor disfruta del sufrimiento que puede causar sobre otros, he visto el deleite en su mirada cuando ha conseguido alcanzar mi mente para hacer sus tétricos juegos de horror con mis recuerdos, es un milagro que no ha hecho ningún daño permanente en mi cabeza. Aunque eso podría explicar algunas cosas sobre los vacíos que siento existen sobre mi padre. Ella sabe que le tengo miedo, y lo disfruta. Pero, sí es el caso ¿qué ganaría borrando el recuerdo de nuestro padre?, no, no, ella no sería capaz. Es una loca idea sin fundamentos.

—De acuerdo —digo no muy convencida.

No creo que llegue el día en que pueda confiar en alguna de mis hermanas. Desde que cada una se ha convertido en poderosas brujas y yo me he quedado como una frágil humana es como si yo fuera un estorbo para ellas. O algo mejor, el conejillo de indias de ambas.

Tanils se levanta y viene hacia mí. Como un depredador. Me recuesto más del mueble, no puedo fundirme con él, no hay a donde ir y ella sonríe. Respiro. Evoco el rostro de ese hombre cuando me quedo mirando antes de entrar al local del cuervo y siento sus manos a ambos lados de mi cabeza. Intento relajarme, pero me es imposible. Aunque si ella quisiera hacer de mi mente un fiasco no necesitaba tocarme, sigo temiéndole. Para mirar y proyectar imágenes de una mente ella tiene que hacer contacto y depende de lo que yo le muestre. Así que hago un recuento de ese momento y luego cuando apareció en el carruaje.

Ella se aleja, y abro los ojos. Mi calvario se acabó.

—Es un forastero —dice mi madre pensativa—, podría venir de cualquier lugar del mundo. No tenía nada que pudiera identificarlo.

—Puedo hablar con Carmelo para ver si puede ayudarnos —sugiere Tanils con una sonrisa que irradia felicidad. Debe tratarse de su prometido.

—Sí, eso está bien. Igual tendré que poner al corriente a los guardianes. Lo que está ocurriendo en la ciudad podría ser responsabilidad de un forastero en busca de culpar a las brujas de nuestro entorno —argumenta mi madre muy segura de que ha encontrado al culpable.

—Sobre todo ahora que nuestro apellido está entre el listado de los guardianes como posible responsable de lo que pasa —comenta Nariel con amargura.

Mia me comento sobre un listado, pero nunca imagine que mi apellido estuviera allí. Eso significa que, si los guardianes se llevaron por la idea de que la bruja tiene que estar cerca de la persona a hechizar para hacerle perder el control, alguna de ella tuvo que estar en el callejón en cada uno de los ataques, pero, cada vez que llegue a casa ellas estaban aquí. La única que ha presenciado los dos últimos ataques he sido yo, y a falta de magia falta de culpabilidad. Sin embargo, esa sensación inquietante de que algo va mal regresa en todo su esplendor, sofocando mi cordura.

— ¿Te culpan de algo madre? —pregunto en busca de una reacción más que por preocupación.

No me gusta esto, o lo que sea que estoy sintiendo. Es confuso y contundente.

—No, querida. No le prestes atención a lo que dice tu hermana —le da una frívola mirada a Nariel, como queriendo decir mantente callada—. Lo que pasa es que los guardianes están buscando un responsable, y lo primero que tiene que hacer es enlistar a todos los brujos de la ciudad. Nos hicieron llamar para comunicarnos lo que ha ocurrido, y lo grave que es, hacernos un par de preguntas. Evidentemente, todos somos sospechosos. Pero no hay nada de qué preocuparse, ya he conversado con Arturo y voy a colaborar en todo lo que este a mi alcance. Y lo que te pasó hoy es importante que él lo sepa.




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