Enmerald. Guardianes 1

Capítulo 7: Habilidad de fuego

Capítulo 7:
Habilidad de fuego 


18 de mayo de 1728 
Selt Riquelme 

Despierto con el corazón palpitante en mi garganta. Ha sido una horrible pesadilla no existe otra palabra para describirlo. Me toma un buen tiempo para respirar, y sacar esas imágenes de mi cabeza. El rostro de las dos niñas, la voz… se me hacen tan familiares. Eso no es posible, ¿quiénes podrían ser? No tengo más familia, son los ojos carmesís lo que me hacen pensar en eso, una mala broma de mi mente. Eso es.

Lo que necesito es salir de aquí, volver a mi rutina. Abandono la cama para asearme. Todavía abrumada por la pesadilla consigo meterme dentro de uno de los vestidos, y peino mi cabello, y es que recuerdo el fuego danzante en mi piel.

Todavía no me lo creo. Aunque las imágenes no dejan de moverse ante mis ojos. El vívido fuego azul que cubrió mi cuerpo ahora es una pequeña llama que emerge de mis dedos. Ni siquiera sé cómo se ha formado, solo está allí. La acaricio, es una calidez como los rayos del sol sobre mi piel. Me pierdo en la hermosa degradación de color desde la transparencia, un azul muy claro hasta la intensidad del celeste al final.

¿Por qué mi magia ha despertado tan tarde? No creo que mi madre de una respuesta, ni siquiera mis hermanas. No tengo nadie más a quien preguntar. Sin más familia que nosotras cuatro. El origen del apellido Riquelme es un misterio para mí, no existe nada escrito donde aparezca y eso que los más importantes están bien documentados en la biblioteca de la ciudad, pero no el nuestro.

Hubo un tiempo en que mi curiosidad por conocer mi descendencia me llevo a hacer preguntas e indagar, lo único que obtuve fue un camino sin salida. Mi madre es reconocida, pero nadie habla de su pasado. Con el tiempo dejé ir las mil preguntas sin respuestas, pero ahora… ni siquiera sé por qué he retomado esa idea. La dejo ir de nuevo.

—¿Selt?

—Pasa madre.

Sonia Riquelme entra con una media sonrisa en los labios. Sus ojos se iluminan al ver la pequeña llama sobre mi mano.

—Muy bien, es azul. ¿Cómo te sientes? —cierra la puerta.

—Confundida. Esto es tan extraño. Ya me había resignado a que nunca pasaría.

—Sí lo es, son muy raros los brujos que consiguen el despertar de sus habilidades a una edad tan tardía y también me había resignado, pero aquí estás con tu magia. Hay que aprender a controlarla.

Observo la llama azul bañando mi palma sin lastimarme. Se siente tan calidad, una parte de mí.

—Lo sé.

—Sé que debes sentir muy abrumada por todo, pero creo que lo mejor es que hoy te quedes en casa—. La llama se extingue.

—No me gusta estar encerrada en mi habitación—. Nunca he estado encerrada. A mi familia nunca le importo cuantas horas permanecía en casa, y ahora no puedo salir.

—Es temporal. Tu hermana te va a enseñar a controlar el fuego para que no se desborde como ayer, con la magia hay que tener cuidado. Hay que saberla usar, cariño.

—De acuerdo, madre.

Paso las primeras horas entre las cuatro paredes de mi habitación. Inquieta, con ganas de salir y retomar la rutina de mi vida. Nunca imagine que estar yendo todos los días por los paquetes de mi madre fuera algo que extrañaría.

La puerta de mi habitación es abierta. Mi hermana no puede ocultar su desagrado hacia mí, desde que el fuego ha cubierto mi cuerpo su rostro se ha vuelto muy expresivo, molestia, incomodidad… ningún sentimiento me hace sentir en casa o en familia. Cada vez me siento más excluida. Antes era fácil sobrellevar la situación con mis hermanas, pero ahora, ahora no.

—Acompáñame. Voy a enseñarte como dominar el fuego —cada una de sus palabras destilan veneno, si no conociera a mi hermana Nariel la confundiría con una serpiente.

Ella ha tejido su cabello rojizo hasta formar una corona de trenzas, una gargantilla con un rubí en forma de gota tan rojo como la sangre cuelga de su cuello. No lo había visto antes, me quedo mirando la piedra y es una atracción inmediata que me transporta al bosque, el cielo oscuro, el olor a humedad y el sonido de una danza. La luna es tan grande que parece un enorme plato en el firmamento, y sangra… sangra hasta que las gotas caen en medio del claro donde varias mujeres con apenas una tela casi traslúcida bailan en una misma sincronía. La sangre mancha a las mujeres que se mueven con mucha más energía y sensualidad. Una melena roja… Nariel se mueve de la puerta y pierdo contacto con el rubí.

¿Qué fue todo eso? Se parece a aquella noche, Nariel no estuvo allí o ¿sí?

Salgo de la habitación, sus pasos golpean con fuerza el suelo, ella va bajando las escaleras. Me detengo un momento a mitad del pasillo, un leve mareo, respiro. Esa gargantilla emite un poder muy fuerte, y de alguna manera mi cuerpo lo repele. Quiere expulsar lo poco que queda en mi mirada de lo que sea que me haya hecho ese rubí.

—¿Qué estás esperando, Selt? No tengo todo el día —grita Nariel desde alguna parte de la sala.

—Voy —respondo.

Ya se me ha pasado. Unos pocos pasos, alcanzo la escalera, no me siento mareada, pero igual me sostengo del barandal, solo por si queda algún residuo de ese poder. Nunca había sentido algo parecido, de hecho, nunca había sentido absolutamente nada de magia. Mi subconsciente me dice que ese poder es de cuidado.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.