Enmerald. Guardianes 1

Capitulo 10: Temor

Capítulo 10: 
Temor 


29 de mayo de 1728 
Sonia Riquelme 

No necesito voltear para saber que Selt se encuentra a los pies de la escalera, exhausta de tanto exponer su poder. A pesar de encontrarse tan débil, el aura de su magia nos alcanza como una tempestad. Las manos me tiemblan y el libro que sostengo cae a mis pies. Abrazo mi propia magia e intento mantener la suya lejos de mí, mas no es suficiente. Una presión se apodera de mi cabeza y me asfixia.

Tanils hunde sus dedos en la tela del vestido y cierra los ojos, aturdida; el dolor se refleja en su ceño fruncido. Alza la vista con desesperación y un hilo de sangre sale de su nariz; tiene los ojos inyectados de sangre. Desatar la magia de Selt no fue una buena idea. Ella es como una fuente, su magia estuvo retenida demasiado tiempo en su cuerpo. Si hubiera podido hace mucho tiempo que ese poder sería libre, pero no pude hacer nada. Solo esperar. Su padre era un hombre poderoso, que me iba a imaginar que el muy imbécil sellaría las habilidades de la menor de nuestras hijas. Pasaron muchos para que me diera cuenta de que su muerte sería una solución inmediata.

En mi frenesí por despertar las habilidades de Selt no pensé en las consecuencias, es poderosa, aunque ella no se imagina la magnitud de sus capacidades, el problema es que todo lo que hecho para sacar el rostro de su padre de nuestras vidas está muy cerca de derrumbarse. Con toda esa magia circulando por su cuerpo, eliminará mis hechizos poco a poco. Tengo que encontrar la forma de controlarla.

Nariel, en cambio, mantiene la compostura mejor que nosotras dos. Sé que la magia le afecta, pero lo controla intentando igualar el aura de Selt. No puede conseguirlo del todo, mas no está sangrando ni siente ese dolor tan intenso que nos hace sentir que la cabeza estallará.

Selt comienza a subir las escaleras con dificultad. Si pudiera levantarme, iría y la arrastraría hasta su habitación para que su aura no nos alcanzara con tanta intensidad, pero es tan dominante que mi poder no puede alzarse sobre el suyo. Es como si fuera el alfa de una manada, y ninguna de las que está en esta casa tiene suficiente capacidad como para enfrentarla. Es tan intensa que estoy segura de que cualquier bruja en la ciudad puede sentirla.

Mi respiración vuelve a la normalidad cuando ella ya no está. Siento cómo su aura se encierra en la habitación. Nariel se levanta y se pierde de mi vista nublada. Apenas puedo ver a Tanils, que respira agitada y sigue sangrando por la nariz, salpicando su vestido con algunas gotas de sangre.

Nariel vuelve y pone en mis manos un vaso de agua.

—Bébelo, madre, te hará bien —susurra.

La veo moverse hasta Tanils. Su espalda cubre mi campo de visión, debe estar limpiando la sangre de su hermana e intentando calmarla. Esto ha sido tan inesperado. Jamás pensé que Selt podría llegar a ser tan fuerte, sus habilidades apenas se han elevado y ya es uno de los magos más poderos de la ciudad. Es necesario dominarla; si no, podría ser mi propia destrucción.

— ¿Te encuentra bien, hija? — pregunto moviendo un poco la cabeza.

Mi vista comienza aclararse. Tanils sigue aturdida, pero ya no sangra y sus ojos han vuelto a la normalidad. Nariel se sienta a su lado.

—Es muy fuerte —dice Tanils, horrorizada.

—Sí, lo es —afirma Nariel—, y podría ser un gran problema.

—Así es, pero la necesitamos. —respondo.

Nada está saliendo como lo planeado. Han pasado meses, lo hemos intentado una y otra vez, pero los resultados nunca han sido satisfactorios. Mi creación más ambiciosa está cada vez más lejos de ser realidad, pero estoy segura de que Selt es una parte importante para lograrlo.

No estoy dispuesta a presenciar nuevamente una pérdida. Las madres siempre mueren en medio del hechizo o en el parto, y la presión de la secta me obliga a correr todos los riesgos. He prometido traer a este mundo una criatura única, mas, cada vez que estoy cerca de tenerla, algo sale mal. Podría ser cualquier cosa. ¿Será el hechizo, quizás? ¿Serán las madres? ¿Será el linaje familiar? O quizás sea que no he encontrado a la mujer indicada.

¡Oh, amo de las tinieblas, podría ser cualquier cosa, pero no hay tiempo para divagaciones! No tengo tiempo para buscar dónde he fallado; es necesario un nuevo intento y, para eso, hay que encontrar a la nueva candidata.

—El tiempo se nos agota —digo—. Hemos fallado muchas veces. No podemos darnos el lujo de fallar nuevamente. Necesito encontrar a la persona indicada.

Toda esta preocupación me está consumiendo, como si, con cada intento fallido, la oscuridad cobrara mis errores en la piel. Ya no es tersa y joven como si fuera de porcelana. Con cada fracaso, mi piel pierde su firmeza, está cada vez más flácida y con más arrugas. Todos los sacrificios que he hecho por años por mantener mi juventud se están desmoronando.

—Aguarda la calma, madre. Yo tengo una candidata —dice Nariel con serenidad.

Me hace entrega de un retrato. Lo observo; la chica es muy joven, eso me hace dudar.

—¿Está segura? —pregunto sin apartar la mirada del retrato.

—Completamente, ya tengo a alguien trabajando en eso.

Hay tanta seguridad en la voz de mi hija, que me tranquilizo. Quizás no todo esté tan mal como pensé.




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