Enmerald. Guardianes 1

Capítulo 11: Dolorosos secretos

Capítulo 11:
Dolorosos secretos 


30 de mayo 1728 
Selt Riquelme 

 

Volví a tener esa pesadilla, la de las niñas con ojos carmesís. Y de nuevo, el rostro de esa joven asesina no se muestra, cada vez que estoy tan cerca de mirarle la cara la cabaña se desvanece con los gritos de las pequeñas con la diferencia de que la voz de ese joven dijo:

—Descubre la verdad.

Hoy mi madre ha decidido soltarme un poco las riendas. Supongo que me ha dejado salir para evitar los malos comentarios; siempre salgo de casa, y tenerme encerrada la mayor parte del tiempo levantaría sospechas. Las cosas no han cambiado: las miradas siguen tras mi espalda y las murmuraciones, cada vez, cobran más vida. Avanzo entre la gente sin prestarles atención. Quizás, al ver que no me afecta lo que sea que digan de mí, ya paren de una vez. No puedo dejar de pensar en ese sueño que se vuelve más inquietante cada noche, el rostro de ese hombre es cada vez más ilegible, aunque siento que debería conocerlo.

Mi cuerpo aún sigue cansado de tanto entrenamiento; hacer que las llamas se unan a tu cuerpo infinidades de veces no es algo muy grato, ni reconfortante. Si alguna vez había deseado con toda mi alma el despertar de mi magia, ahora odio poseerla. Quiero que mi vida vuelva a ser como hace dos semanas, ser la chica invisible para la sociedad, de la que todos olvidan el nombre, la que nadie conoce lo suficiente y ni siquiera extrañaría.

—Hay que retomar la investigación de tu familia, esta vez no podemos desistir por nada del mundo —dice Mia después de haber escuchado todo sobre mis nuevas pesadillas.

Nos hemos reunido en el mismo café de siempre, en una de las mesas más distantes. Ella se reunirá con su prometido dentro de una hora, así que tenemos poco tiempo. Yo también tengo un lugar al que ir, hay alguien que podría dar respuesta a todo, y esa persona es el duendecillo que de un tiempo para acá se ha dedicado a despotricar sobre mi madre, una buena razón debe tener.

—Sí, definitivamente ha llegado el momento de conocer el pasado de mi familia —aunque tengo miedo de lo que pueda descubrir—. Quizás en el proceso encontremos algo sobre mi padre.

De entre todo lo malo que ha generado el despertar de mi magia, comenzar a desenterrar los secretos de mi familia tras un rayito de esperanza a colación en mi vida. Él podría ser cualquier hombre, y podría estar en cualquier parte del mundo, solo tengo que descubrir su rostro.

—Tengo pensado preguntarles a los ancianos de la manada, quizás ellos sepan algo sobre el apellido Riquelme. No sé por qué no se me ocurrió antes. También hay que regresar a la biblioteca, hay demasiados libros allí y nunca llegamos a revisarlos todos —dice Mia muy entusiasmada. Ella le encanta todo lo que tenga que ver con investigar un misterio, años atrás comenzamos con mi curiosidad por la familia, pero no llegamos a ningún lado, también éramos muy pequeñas—. Yo me hago cargo de todo, cuando nos podamos ver te iré informando sobre lo que descubra.

—¿Ha ocurrido algo más mientras estuve fuera? —las cosas no han cambiado mucho en los ocho días que estuve dormida, o lo que sea.

—Hubo otros tres ataques, una mujer zorro perdió el control y asesino a toda su familia, fue el más duro de todos, tenía niños pequeños, ocurrió en su casa. Los otros dos, fue en los callejones del mercado. De momento no ha vuelto a desaparecer ningún otro brujo, o cualquier otra criatura que domine algo de magia. Pero las cosas están muy tensas en el concejo de guardianes.

— ¿Mi familia sigue en la lista? —Mia hace una mueca con sus labios, y desvía la mirada.

—Sí, parece que un Riquelme ha estado cerca de todos los ataques. Bueno, todavía no tienen como probarlo, pero hay algunos testigos. Fue lo último que escuche.

—Mia, dejando de lado mi familia y todo lo que me acoge. Un día antes de que mi magia apareciera, fue una noche de luna roja y recuerdo haber visto a un grupo de mujeres, creo que también hombres danzando… Creo que Carmelo Acosta era uno de ellos. No estoy completamente segura.

—La familia Acosta no está en la lista de mi padre.

—Pues, yo creo que debería incluirla. Ese hombre no me da buena espina. Podría ser parte de los oscuros, esa secta de la que hablan los guardianes.

— ¿Crees que deba contarle a mi padre lo que has visto?

—Sí, coméntale.

—De acuerdo.

—Vale, ya me voy —me levanto de a silla con cuidado de no hacer demasiado ruido—. Me siento… no sé cómo me siento.

Mia se levanta también, rodea la mesa y me da un abrazo.

—No te preocupes tanto, las pesadillas pueden ser algo traumático que se vivió en la familia de tu madre, es más, hasta podría ser un evento muy lejano como una tatarabuela. Ya verás que no es gran cosa.

Quisiera tener su mismo optimismo, pero es algo muy dentro de mí que me hace dudar.

***

Agilizo el paso; ya estoy muy cerca de la tienda del señor Henry. Mi madre no sabe que he venido hasta acá; se supone que estoy en casa de Mia, ayudándola con los preparativos de su cumpleaños. Sé que mi mentira no durará mucho; en este pueblo los chismes se esparcen con el aire, mas no me importa. Necesito ver al duendecillo de la ciudad. Él es la única persona que puede aclarar mis dudas.




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