Enmerald. Guardianes 1

Capítulo 12: Una bestia

Capítulo 12:
Una bestia 


04 de junio 1728 
Selt Riquelme 

Los últimos cuatro días fueron todos iguales: no pude salir de la casa ni un instante; tengo que estar concentrada en el entrenamiento día y noche, y lo único que logro es frustrar más a mi madre. Mis hermanas, por su parte, están inmersas en los preparativos de la boda.

Hoy, un día antes del gran acontecimiento del año, no tengo fuerzas ni para mantenerme en pie. He estado despierta por tres noches seguidas y lo único que he logrado es incendiar mi propio cuerpo y ropa. No estoy ni cerca de dominar algún otro elemento; no puedo ni mover una pequeña porción de tierra, ni sostener una gota de agua, ni hablar del aire. Mi madre provocó una ventisca dentro de la casa y la dejó en mis manos. Le dije que no podía controlarla, pero ella insistió en que sí. Y aquí están los resultados: no pude controlarla; mi madre está hecha una fiera, y la sala, un desastre.

Y como si fuera poco, me toca poner todo en su lugar porque, según mi madre, fue mi culpa. Yo causé el caos, es a mí a quien le toca arreglarlo.

Posiblemente hoy será el día más largo de mi vida.

Mia debe estar muy preocupada, pasaron días y no supo nada de mí. Aparezco y, dos días después, vuelvo a desaparecer de la sociedad. Su cumpleaños está bastante cerca y no he podido ayudarla con los preparativos. Ni siquiera puedo salir hoy. Todos estos días no he podido dejar de pensar en Sergio. Hoy son cinco días desde la última vez que lo vi; pasó casi una semana, espero que no piense que no lo quiero volver a ver.

Los sueños con mi padre y las pesadillas con esa niña se han disipado por la falta de tiempo para dormir. He intentado tener acceso a la trampilla del sótano de nuevo, pero mi madre no me ha dejado sola allí ni un solo instante, no he podido descubrir nada más, y el retrato permanece debajo de mí cama.

Mi madre y mis hermanas están en el sótano ultimando los detalles de la boda. En vista que he destrozado la sala, necesitaban un espacio cómodo y donde yo no esté presente, así que la mejor opción fue el sótano.

Bien por ellas, mientras yo pueda estar lejos de ese lugar, así tenga que pasar días limpiando la sala.

El trabajo me llevó toda la mañana, y como nadie ha salido del sótano he decidido escaparme para hablar con Mia. Necesito saber si ha encontrado algo.

Decido caminar hacia la mansión De La Rosa, queda lejos, pero necesito despejar mi mente y respirar aire fresco. Lo bueno de tanto entrenamiento es que no le ha dado tiempo a mi mente para sueños o pesadillas. Lo que de alguna manera es un alivio.

El sendero de tierra es tan ancho como para que pase un carruaje, pero ninguno se ha aproximado hacia la casa de la familia De La Rosa tan sumergida en el bosque. Aquí se respira una paz, tranquilidad exteriorizada. Doy una vuelta con los brazos extendidos, tan feliz de estar lejos de casa. Lejos de mi familia y sus secretos.

Un gruñido me paraliza en medio del sendero, no puedo asegurar de donde proviene, todo lo que puedo mirar es el boscaje. Con cautela hago que mis pies se muevan, la urgencia de salir corriendo me invade y de inmediato mi corazón salta frenético, con el susto recorriendo mis venas sin saber en realidad que lo ha provocado.

Es tan extraño, siempre recorro este sendero cuando vengo de visita y es la primera vez que tengo miedo. Otro gruñido se me eriza la piel y volteo. Allí en medio del sendero se encuentra un hombre encorvado de piel oscura con pupilas rasgadas, un felino. Me relajo un poco, tiene que ser uno de los guardias del clan de la pantera liderado por el padre de Mia.

Él se endereza con toda la extensión de sus casi dos metros de altura, y es cuando me doy cuenta de mi error, su piel no es oscura su pelaje lo es, tan oscura como sus pupilas. El rostro deforme entre el humano y la bestia. Lo que realmente me paraliza es ese aro rojizo que tiene sus bestiales ojos. No puede ser una coincidencia con el hombre lobo del callejón. La diferencia es que este es un felino, una enorme pantera que se prepara para saltar sobre mí.

Pero no lo hace, en cambio me observa con detenimiento. Su cara está completamente peluda y su boca es un hocico recortado que muestra toda su mortal dentadura, todavía se puede ver su cabello negro sobre su cabeza, no se ha trasformado por completo. Aun camina sobre sus dos piernas peludas, pero el pie es una pata felina, y sus manos son más grande de lo normal, con largas garras.

La bestia da un paso hacia mí, yo doy dos hacia atrás. No parece tener control de sí mismo, aunque puedo sentir la vacilación en su mirada casi como un grito de auxilio.

Mis pasos se hacen cada vez más desesperados por poner distancia y él se ha dado cuenta. Olfatea el aire y luego viene hacia mí. Doy vuelta y corro, estoy tan aterrada que no sé cómo administrar el oxígeno y me quedo sin aire, sumándole a ello que no soy tan rápida. Sus garras alcanzan mi vestido y me hace perder el equilibrio, meto las manos contra el suelo y mis brazos se llevan todo el impacto de mi caída. Escucho la tela rasgarse, y las garras hincarse en mi piel, intento hacerlo retroceder a fuerza de patadas, pero la fuerza de una bestia no se puede comparar con la mía.

Va a desgarrarme. Grito con todas mis fuerzas, aunque no sé si alguien me llega a escuchar llegue a tiempo para salvarme. Una sombra pasa por encima de mí y se lleva de un solo impacto a la bestia, pero sus garras se deslizan sobre lo que creo son mis piernas hasta que ya no puedo sentirlas.




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