Enmerald. Guardianes 1

Capítulo 13: Niña Federica

Capítulo 13: 
Niña Federica 


Tarde, 04 de junio 1728 
Selt 

No dejo de ver los ojos de Federica cada vez que cae al suelo y el cuchillo se acerca a su cuerpo. La necesidad de salvarla me oprime hasta sacarme lágrimas. Las pocas horas que he dormido han sido angustiosa con la pesadilla. Por lo que he decido no volver a cerrar los ojos por un buen rato.

Sigo estando en casa de Mia. Después que Henry se fue ella no me permitió regresar a casa a menos que descasara un poco, para que mi cuerpo se recuperara por completo. Así que aquí estoy usando la ropa de Mia, otra vez.

Tocan la puerta antes de entrar. Mia pasa como si se escabullera, de puntillas en la habitación y cierra con cuidado.

—Descubrí algo interesante —dice bajito.

—¿Sobre qué? —terminó de ponerme las zapatillas que me quedan un poco pequeñas, pero es lo que hay, las mías se extraviaron mientras me traían después del ataque en el sendero.

—Una mujer pelirroja que vivió en la ciudad hace algunos años, al parecer sus ojos también eran carmesís —Mia está emocionada.

Le conté sobre mis pesadillas, sobre Federica y a ella que le encanta descubrir cosas se puso manos a la obra mientras dormía.

—¿Y?

—Vamos, que una de las ancianas del clan nos contara la historia. Quedo ciega después de una pelea, pero dice que recuerda a una familia de mujeres pelirrojas y ojos carmesís.

Me arrastra fuera de la habitación, nos precipitamos por las escaleras. Qué bueno que su padre no se encuentra en la sala, solo algunos sirvientes que no nos prestan atención, acostumbrados a vernos corretear de un lugar a otro sin decoro.

Salimos por la puerta de atrás hacia el extenso jardín que limita con el boscaje, tomamos un camino enmarcado con piedras de diferentes tamaños hacia una cabaña.

Una mujer mayor está sentada en frente en una mecedora de madera con los felinos ojos mirando a nada en particular pero sonriente. Su cabello es completamente blanco como el mío, pero su rostro es tan arrugado que se marcan un poco sus huesos. Es muy vieja.

—¡Es muy importante esa historia! —dice la anciana vivaz—, la has traído rápido.

—Muy importante Tata —dice Mia con respeto—. Estamos por resolver un misterio.

La anciana se ríe con una carcajada poco enérgica, con sus delgados y frágiles pies impulsa la silla hacia atrás. Me percato de que ya no tiene ni un solo diente, sus labios arrugados como una pasa.

—¿Qué misterio puede haber con los pelirrojos? —inquiere la mujer.

—Es lo que queremos averiguar —respondo.

—¿Eres pelirroja?

—No, pero mi hermana y madre lo son —respondo un poco nerviosa.

La diversión que le causamos en un principio se ha esfumado de inmediato. La anciana se ha quedado en silencio con los labios fruncidos, o simplemente es la forma en que su piel arrugada los hace ver.

—No sabía que quedaban pelirrojas en la ciudad —dice como reflexionando—, ¡caray estoy ciega y hace muchos años que no abandono mi cabaña! Tu padre debió haberlo mencionado. Ese muchacho siempre ocultándome cosas. Cuando aprenderá.

Me tenso un poco, debe estar hablando del padre de Mia. Ella se acomoda a un lado de la anciana, acomoda su falda para sentarse en el suelo. Hago lo mismo.

—¿Por qué te molesta tanto, Tata? —pregunta Mia, tomando su mano en el descansa brazo de la silla.

—Porque esa es la respuesta a muchas cosas, ¿las pelirrojas tienen los ojos carmesís?

—Sí —responde Mia.

La anciana niega con la cabeza tan vigorosamente que creo que se le desprenderá en algún momento, pero todo se mantiene en su lugar.

—Espero que no se trate de la misma persona —dice la anciana con muy pocas esperanzas. Hay muchas personas con en cabello rojizo en el mundo, pero no con los ojos carmesís. El color de ojos es como un escudo familiar, así como los de Mia, donde ella se pare sabrán cuál es su apellido—. Existe una zona del bosque al que no van ni las bestias, del otro extremo de la ciudad. Algunos de los que vivíamos allí, abandonamos todo y venimos a este lado. Donde la seguridad era mucho mejor que el desastre que ocurrió en aquellas tierras. Fuimos pocos los que sobrevivimos a la ola de muerte que arraso con toda la pequeña población.

—¿Qué fue lo que pasó? —la insta Mia para que continúe.

Un nudo se hace en mi estómago, tan grueso que me hace querer irme de aquí. Esa historia no ha comenzado nada bien, y tengo miedo de saber lo que sucedió.

—Había una mujer de cabello rojizo y ojos carmesís, vivía sola en una de las casas más grandes de la ciudad, no tenía muchas riquezas, tenía un talento innato para la magia, pero no era tan poderosa. Una mujer con buenas habilidades, nada más que eso. Tuvo un hijo sin casarse, nadie supo quién era el padre. Con los años se casó con un forastero, y tuvieron cuatro hijos si mal no recuerdo era un varón y tres hembras. Esa mujer comenzó a crecer en poder sin ninguna explicación, pero como no lastimaba a nadie, ¿para qué preocuparse?




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