Enmerald. Guardianes 1

Capítulo 24: Verdades

Capítulo 24:
Verdades 

 

No respondo. Me obligo a moverme y doy pasos inseguros hasta estar completamente dentro de la cabaña. Delia se encuentra sentada en la misma silla frente a la mesita redonda del día anterior.

—Llegué a pensar que no eras tú quien tocaba mi puerta —dice la mujer, sin quitarle la mirada de encima a Sergio—. ¿Quiénes son tus acompañantes?

—Ah… Él es Sergio y ella es Mia—digo al mismo tiempo que tomo asiento frente a ella—. ¿Sabías que vendría?

—Por supuesto, te vi venir —responde, sin apartar la vista del lobo. Él se mueve incómodo a mi espalda, en esa casa llena de extraños amuletos y con la penetrante mirada de una extraña. En cuanto a Mia, pasa sin importarle el lugar ni la situación, se ve tan segura. Mueve una mecedora hasta estar cerca de la mesa y se sienta sin ser invitada. Delia cambia la dirección de su mirada al felino, ellas mantienen una lucha interna y desearía saber que mira la bruja en mi amiga. En cambio, pregunta—. ¿Tuviste otra visión?

—Sí —respondo.

Mi mente hace un recuento de la visión hace escasas horas, lo que hace que se forme un gran vacío en mi estómago.

— ¿Qué viste? —pregunta, ahora mirándome a los ojos, en busca de entender lo que ocurre en mi cabeza.

El silencio se prolonga unos minutos. Delia me observa, pero no me presiona, comprendiendo mi posición, y el significado de tener una visión donde una de las personas que más se ama en el mundo va a morir y, por si fuera poco, no puedes hacer nada, solo convivir con las decisiones de un destino injusto. De hecho, la presencia de Mia no me ayuda.

—Mia estaba en el porche de su casa en el jardín, con su vestido blanco, de espaldas a mí. No podía ver su rostro en un principio, pero parecía feliz. Luego se dio vuelta y sus ojos eran profundos y fríos, ya no había vida en ellos.

Las lágrimas comienzan a brotar de mis ojos, empañándome la visión. Se me hace un nudo en la garganta que me impide continuar. Me detengo y respiro hondo. No es fácil asimilar que he visto a mi amiga sin vida y que, posiblemente, en unos días realmente la veré así.

—Cargaba algo en sus brazos una niña con unos ojos violeta preciosos, pero, al mismo tiempo, llenos de odio y rencor, como si no fuera de este mundo.

Delia mira lejos, como si su mente no estuviera aquí, sino viendo una visión.

—Es algo que nacerá y que traerá destrucción; una secta será la responsable. —Se queda en silencio unos minutos, como intentando comprender lo que ve—. La líder es poderosa, pero tú puedes detenerla. Tu poder es superior al suyo y tienes que matarla. Solo así acabarás con la secta, porque ellos no seguirán sin ella. Tiene que ser antes de que las visiones comiencen a tejerse en la realidad, antes de que sus herederas tomen suficiente poder como para continuar su legado.

Me agarro con fuerza de la silla, siento que caigo, porque, aunque no ha dicho su nombre sé que habla de mi madre.

—¿De qué secta estás hablando? —pregunta Sergio, intrigado. Pero Delia no llega a responder, sus ojos se voltean, completamente en blanco, espeluznantes, por unos escabrosos segundos. Luego vuele a ser la misma.

—¿Qué les dije? —pregunta después de volver en sí.

Estoy tan horrorizada por lo que acabo de presenciar que no encuentro palabras. No tengo voz, es la de Mia la que inunda el lugar.

—En resumen, dijiste que Selt debería matar a una mujer que inició una secta, pero no dijiste cuál —explica con calma.

— ¿Eso dije? —Pregunta dubitativa. Sergio asiente sin quitarle la mirada de encima—. Quiere decir que hay una opción para que tu amiga siga con vida— dice entusiasmada.

Eso me da un poco de alivio, pero la idea de matar a alguien me aterra.

—No puedo hacerlo —digo sin pensar; las palabras salieron así sin más, disparadas de mi boca.

— ¿Cómo que no puedes? —me reprende Delia —. Tienes que hacerlo, la vida de tu amiga depende de eso. Querías una manera de detener las visiones, ahí la tienes. Todo lo que sucede proviene de una sola persona y, tú sabes muy bien quién es.

— ¿Cuánto tiempo crees que tengamos? —pregunta Sergio.

—No sabría decirte; lo único es que, mientras más pronto, mejor.

—Pero no sabemos de quién se trata —objeto.

— ¿Estás segura de eso? —pregunta Delia, mirándome fijamente.

¡Maldita sea, es mi madre! No respondo.

— ¿Sabe algo de la familia Olmos? —Mia ha tomado el control de la situación, y eso solo hará que toda la verdad tome sentido.

Delia coloca los brazos sobre la mesa, nos observa a los tres y respira.

—Esa no es la pregunta indicada —dice mirando a Mia.

—Tiene usted toda la razón —acepta mi amiga—, ¿me puede explicar cómo una mujer de más de cien años se ve como una de cuarenta?

Sergio se ve perdido por el rumbo que ha tomado la conversación. Y yo, estoy aterrada porque Mia ha descrito a mi madre, nuestras sospechas.

—Sonia Riquelme, o Sonia Olmos que vendría siendo la misma persona ha tomado la esencia de su medio hermano, el hijo de un demonio para sí misma, y con el pasar de los años ella se está convirtiendo en una criatura infernal. Por eso, cuando la vejez intenta alcanzar su belleza se alza en todo su esplendor —explica Delia sin tapujos.




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