Enmunds

6. Acecho

—¿El joven hijo estuvo aquí mucho rato? —Preguntó Amenotar a Daila, su tono de voz denotaba un interés particular por escuchar la respuesta.

Ella mintió— No hace mucho.

—¿Estuvo con la niña?

—La estuvo acompañando.

—…

El sabio doctor miró al horizonte ignorando a Daila, entonces, sin nada más que decir, ella se retiró hacia la habitación de Saccani para despedirse de ella. Vio por primera vez que la muchacha estaba inquieta y emocionada, sonrió maternalmente y en lo profundo de su corazón le deseo gran felicidad.

—Ojalá encuentres a un buen hombre… —Le dijo mientras acariciaba sus cabellos—. Una mujer debe ser amada para sobrevivir en este mundo. Rezaré para que así sea, mi querida Lirili.

Saccani durmió plácidamente, teniendo algo en mente. Al amanecer, se encontró frente a la puerta de Amenotar y tocó muchas veces. El joven doctor no tenía ninguna intención de abrirle y se había decidido a ignorarla, pero el toc toc era tan molesto que fue obligado levantarse.

Saccani hizo una pequeña reverencia y de sus mangas sacó un libro, lo llevó casi a la cara del doctor y le señaló las letras. ¡Quería aprender a leer!

“¡No me vengas con eso ahora, niña!”, pensó Amenotar. “¿Qué ganas sabiendo leer?... En realidad, muchísimo, pero es un fastidio enseñarte”.

Amenotar negó con la cabeza y con las manos; Saccani aproximó el libro más cerca del terso rostro del doctor como si quisiera golpear el libro contra él. Cuando Amenotar enfocó su visión en el libro, trató rápidamente de quitárselo, se había dado cuenta de que era uno de los que Milian frecuentemente leía, entonces se lo arrancó de las manos y con enojo le gritó— ¿De dónde lo has sacado? ¡No toques cosas que no son tuyas! ¡Una sordomuda como tú no necesita saber leer! ¡¿Para qué?! ¡Si eres completamente inútil!

A empujones sacó a Saccani de su habitación y cerró fuertemente la puerta. Saccani sintió la brisa provocada por el fuerte movimiento de la puerta, su cuerpo se estremeció. Después de eso, Saccani no intentó volver a pedirle al sabio doctor que le enseñara a leer. No le pediría eso ni nada más.

Por la tarde recibió la visita del dibujante, Amenotar no podía negarle la entrada, pero sí podía negarle ver a Saccani, porque, después de todo, era a ella a quien él venía a ver. La matriarca le había advertido de la fijación de su hijo hacia ella y le había dejado estrictamente claro que no permitiera que los muchachos se relacionaran. Así que, cuando arribó el joven hijo, Amenotar saludó cordialmente, y mientras lo acompañaba dentro de la casa, en un suspiro cargado de engañosa melancolía, le dijo que Saccani estaba enferma y no podía salir de su habitación. Pero vamos, para un joven tal excusa no valía ni siquiera medio pepino. Tanto el amor como el odio llevaba a las personas a enfrentar grandes dificultades para ver al ser que más ama o aborrece. Devos pasó un tiempo prudencial al lado del doctor simplemente para guardar las apariencias y luego se retiró como el caballero que estimaba ser; sin embargo, se desvió de su regreso a casa para entrar por el espaldar de la casa del médico, llegando así a la ventana de Saccani. Está siempre estaba abierta.

Daila se había ido, dejando como siempre a Saccani ya recostada. Ella sin poder dormir miraba el cielo por la ventana, sorprendiéndose al ver como una silueta ingresaba a su recámara.

—¿En dónde está el libro? —susurró el joven hijo—. ¡Dámelo, bruja!

Devos se detuvo delante de la cama de Saccani, ella al verlo se tranquilizó. El muchacho recordó que la chica no podía oír y con sus manos comenzó a figurar la forma de un cuadrado. Saccani lo entendió perfectamente, mas no iba a entregárselo. ¿Acaso ese joven podía hacerle daño si no se lo devolvía? ¿No estaba él en una situación desfavorable al entrar a escondidas en su habitación?

Saccani lo observó una última vez antes de volver a costarse sobre la cama. El muchacho estaba perdiendo los papeles y en un impulso de enojo se abalanzó a la cama y, sujetando los hombros de la niña, la comenzó a sacudir bruscamente.

—¡Te dije que me lo des! —Volvió a susurrar con enojo entre dientes. Sus ojos tenían un brillo casi amarillento.

Ese brillo amarillo provenía de las pupilas; maravilloso, atrayente, pero perverso, Saccani lo vio claramente. Quedó pasmada por un momento, sus ojos se abrieron por la sorpresa, pero luego reaccionó. ¡Por primera vez su cuerpo reaccionó!

Casi automáticamente, Saccani sintió una energía vigorizante recorrer su cuerpo y luego, inconscientemente, lanzó su mano sobre el mentón del muchacho. Ese golpe fue dado con tal fuerza que lo aventó de cama. Estupefacto, Devos quedó tirado en el suelo apoyándose en su codo derecho y sujetándose la quijada con su mano izquierda.

Saccani lentamente se puso de pie, su expresión seguía seria; sin embargo, sus ojos trasmitían miedo. Un miedo autocompasivo. Se miró las manos con repugnancia y luego apretó el lugar en donde estaba su corazón. Inmediatamente, saltó de su cama y salió corriendo. Devos temiendo que fuese a delatarlo, reaccionó y salió detrás ella. La escurridiza muchacha había salido de su vista, despistándolo, se metió debajo de un pequeño mueble decorativo que colindaba con el pasillo. Devos en la angustia ni siquiera se había percatado de aquel, por lo que recorrió silenciosamente el pasillo sin encontrarla, después de unos minutos de infructuosa búsqueda se dio por vencido y, finalmente, se fue por el mismo lugar por el que había ingresado.



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En el texto hay: demons, humanos super dotados, purificadores

Editado: 03.04.2020

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