El mundo de los fantasmas y demonios era incomprensible, distintos, pero unidos, nada absoluto. Ellos tenían su propio mundo paralelo. Los enmunds solo podían purificar demonios más no a otros seres o entes con energía maligna. Así que evitaban temas relacionados a los fantasmas, pues interferir sería como perjudicar el equilibrio. Ni siquiera era común para un enmund encontrarse con fantasmas, ya que permanecían en su plano y no podían ser detectados con facilidad, muchos de ellos ni siquiera aguardaban fuerza maligna, y pocas veces había fusiones entre demonios y fantasmas, por lo que un enmund solo tenía conocimientos básicos sobre ellos.
Cuando Whit y Quimper llegaron al borde de la barrera trasparente de la Punta Cumbre, apuraron aún más su paso para alcanzar a Saccani; sin embargo, solo Whit pudo atravesarla, y por la gran velocidad que Quimper mantenía fue repelido a varios metros de distancia.
Whit escuchó un cuerpo golpearse contra un árbol, entonces se detuvo y salió a cerciorarse del estado de su compañero, no había por qué preocuparse, pero, de paso, él quería burlarse un rato. Llegó al pie del árbol y ayudó a Quimper a incorporarse. Aquel estaba incrédulo, y un poco ido. ¿Había sido rechazado? ¿Cómo?
—Lo intentaré de nuevo.
Whit se mantuvo detrás de él observando cómo una y otra vez la barrera lo repelía. Quimper mantuvo la calma en cada intento, pero poco faltaba para que perdiera los papeles. Si Álbor, Saccani y ese idiota de Whit pudieron pasar, yo también puedo hacerlo, se decía.
Whit intentaba animarlo, pero Quimper notaba en su voz la diversión. Se vetó a si mismo el permitirse preguntarle algo, no quería que Whit sintiera esa satisfacción y a cada minuto lo mirara con más y más tirria.
Quimper después de su trigésimo intento, cayó arrodillado de cansancio. Jadeando, se levantó limpiándose el sudor de la frente.
—Aún me queda una hora. No creo que la barrera se halla sellado.
—Por supuesto que no, solo que, al parecer, no puedes atravesarla.
Quimper lo miró y entrecerró sus ojos— ¿Crees que le caiga mal?
Whit rió.
Pero las palabras no le salían «¿Qué hiciste para ingresar a la barrera?». Si Saccani estuviera aquí, se lo hubiera preguntado sin tener la menor vergüenza.
Whit solo lo miraba con burla y se paseaba por los alrededores, hasta que decidió entrar a la barrera y sentarse frente a él. Quimper se sintió más humillado y continuó dándose golpes contra la pared invisible.
Mientras más insistía, su cuerpo, físicamente cansado, comenzó a tomar su energía espiritual para no detenerse.
El fastidioso de su camarada estaba frente a él, sintiéndose aburrido y abrumado por el calor. En sus pensamientos, lo menos que le importaba era si Quimper lograba atravesar la barrera, él solo pensaba en lo rápido que Saccani había traspasado la barrera sin siquiera realizarse una autopurificación. Hasta para él llegar a pensar en la forma de ingreso le había tomado seis horas y ella traspasó una barrera anti-demoníaca a pesar de haber estado respirando en un lugar invadido por cirros.
Saccani nunca destacaba, era callada y no tenía algo más interesante en su persona que su apariencia, no podía compararse con Kimleight o Veira, quienes desbordaban energía y fuerza. Whit pensaba que ellos iban a ser sus principales rivales; fue una sorpresa que ninguno de ellos estaba dentro de la barrera a casi media hora de cumplirse el plazo.
Whit había desviado su foco de atención en el horizonte, sobre los árboles y los pájaros, de pronto, oyó la voz de Quimper qué gritaba molesto y avergonzado: «¡¿Y tú que me ves?! Te parece gracioso esto, a ver si lo intentas”. Intrigado y apunto de reclamarle por hablarle de esa forma, Whit giró hacia Quimper y lo vio golpearse contra la barrera. El cuerpo de su compañero había caído de espalda, su torso estaba totalmente arañado por las ramas, y su rostro tenía zonas de polvo mezcladas con sudor. Parecía un pequeño salvaje al borde del desquicio.
Ahora, además, tenía el rostro rojo por la vergüenza, siguió mascullando: «No puedo creer que solo te burles así, ¿eres una dama o no?»
—¿Acaso ya estás delirando? —dijo Whit un poco ofuscado.
—¿Qué? —replicó Quimper mirando hacia él.
—¿Quieres pelea? Si es así saldré en este momento a patearte el trasero.
—¿Cómo puedes hablar así en frente de una chica? —Contestó frunciendo el ceño mientras señalaba hacia la rama de un árbol a su izquierda.
—¡Jaa! ¿Acaso te has golpeado tan fuerte el cerebro que estás alucinando?
Whit salió de la barrera, sus alturas eran casi las mismas, así que sus ojos chocaban frente a frente. Ambos con la mirada hostil.
—Eres tan imbécil que no puedes ni siquiera darte cuenta de cómo ingresar, no me culpes a mí por burlarme de eso.
Quimper se indignó, pero continuó hablando— Para, mechita. No te comportes como el patán que eres. Si quieres lo arreglamos luego, pero no delante de esta señorita.
With era tan lógico como temperamental y lo empujó, mas Quimper no reaccionó a la provocación.
—¿Sigues con esa estupidez? Aquí no hay ninguna mujer para que te escudes en ella… o ¿te acobardas porque aquí no está tu hermano?