Enredada con Lucifer

Ese ángel oscuro

CAPÍTULO 2

ESE ÁNGEL OSCURO

A la noche siguiente volví a sentir esa extraña presencia pero esta vez estuvo acompañada de sueños, maravillosos sueños, sobre ángeles y mitos, me encontré con el amor… fue como magia.

Desperté con la misma figura al lado de mi cama, aquel hombre de tez blanca como la mismísima nieve y ojos profundos como un huracán, precioso y misterioso, tuve el impulso de preguntar quién era, luego asumí que no era más que un producto de mi imaginación, qué equivocada estaba.

A la tercera noche con el mismo problema comencé a pensar que había perdido la cabeza, como muchos otros hombres después de la guerra, el señor Dimitrov me había comentado sobre heroicos soldados que se rehusaban a hablar o decían escuchar voces o estallidos, ¿Será que me sucedía algo similar? La verdad es que eso sonaba más descabellado aún, quizás era únicamente un trozo de alguna novela que había leído.

A la mañana del cuarto día desde que habían iniciado, lo que bauticé como alucinaciones matutinas, tenía muchísimo trabajo que hacer, debía ayudar a mi papá con la huerta, el día de la cosecha se acercaba y debíamos llevar todos nuestros productos al mercado para vender. Durante toda la mañana y parte de la tarde estuvimos trabajando en nuestro campo, riendo y compartiendo como siempre lo hacíamos cuando debíamos enfocarnos en la huerta.

Mi mamá estaba preparando una exquisita sopa de verduras para el almuerzo, le quedaba suculenta y era una de mis favoritas sobre la mesa, contra todas mis barreras mentales y mi promesa de no comentar el problema que tenía cada mañana, tuve que confesarlo.

  • Tengo un problema matutino mamá y papá – dije nerviosa – Veo siempre a un hombre al lado de mi cama, no tengo idea de quién sea, pensé que era producto del cansancio pero… aún no logro entender qué es lo que sucede.
  • Farah… ¿No será producto de todas esas tonterías que te cuenta ese marino que fuiste a ver hace unos días? – dijo mi padre.
  • El señor Dimitrov es un gran hombre, es imposible que sus historias sean la razón del problema que tengo – respondí molesta, no debí contarles.
  • Esperemos un poco, no tengamos hipótesis a la ligera, tal vez este asunto pase ¿Verdad Farah? – dijo gentil mi madre.
  • Tu abuela tenía un problema similar, ella decía que en las noches un hombre guapísimo venía visitarla, decía que era alto y pálido, decía que un día él se la llevaría a su reino… Ya sabes el resto de la historia Farah – comentó papá.
  • Lo sé, perdió la cabeza y se suicidó pensando que tal vez ese pecado la llevaría directo hacia él, pero eso no es lo que me sucede – protesté.
  • Terminemos de almorzar – intervino madre – y luego Farah ve a limpiar el piso de arriba, Vino trajo tierra de la huerta.

Asentí y me terminé toda la sopa, estaba deliciosa, limpié el desastre de mi perrito y me metí al pequeño estudio a leer las nuevas maravillas que me había obsequiado el Señor Dimitrov, me quedé enganchada a una de ellas, en uno de sus párrafos decía:

 Y se enamoró de ella con demencia tal, que solo Dios podía entenderlo y aunque ella no podía entenderlo sabía que un sentimiento similar se cocinaba en su interior… Es que el amor no entiende de ideales ni de razas, no entiende de diferencias ni sociales ni económicas, solo existe un idioma para el amor y nosotros, pobres seres humanos, vagandosin rumbo por esta tierra temporal, no podemos entenderlo, pues el idioma del amor solo lo entiende la magia, aquella que nace en nuestros corazones.

Fue hermoso, releí ese párrafo como unas tres veces antes de darme cuenta que la noche ya abrazaba mi hogar, pretendí irme a la cama, pero las novelas que el señor Dimitrov me había dejado en el baúl me llamaban a gritos para que me quedara con ellos un poco más, ¿Qué iba a hacer? ¿Negarles mi amor? No lo creo, reí para mí misma mientras pensaba en ello, decidí entonces quedarme un poco de tiempo más.

Pasadas ya unas horas de lectura incansable, Morfeo comenzó a acosarme, llevando ilusiones a mi mente tal vez, fue cuando vi a ese hombre frente a mí, el de mi cabecera matutina, al que en secreto había bautizado como mi ángel guardián… Es que… lucia como uno.

Lo ci frente a mí y frote mis ojos para intentar recuperar mi cordura, como si eso fuese posible, al abrirlos nuevamente, contrario a mis pensamientos, lo encontré frente a mí, sentado en el sillón, debo confesar que tuve miedo, solo por un instante hasta que conseguí el valor suficiente para hablarle:

  • ¿Estás realmente aquí? – no me respondió así que insistí – Responde, ¿Eres real?
  • Lo soy – dijo finalmente, con una voz grave y delicada – estoy realmente aquí.
  • ¿Quién eres? – intenté decirle - ¿Eres un ángel?




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