CAPÍTULO I LUCES EN BLANCO Y NEGRO, PARTE I

Las chicas de mi edad están en fiestas, polveándose la nariz, dando su primer beso, teniendo sexo las más rapiditas, en cambio yo, estaba en una fría sala de hospital viendo morir a quien me dio la vida, desde que recuerdo siempre hemos estado solas, claro que sé quién es mi padre, tampoco es que soy una huérfana sin amor, de esas, que describen en una novela rosa, pero él todo el tiempo ha estado lejos, trabajado para llenarnos de lujos, siempre un puesto vacío en navidad, una llamada en mi cumpleaños, un no puedo ¡estoy ocupado!, en fin, un padre ausente. A pesar de eso mi madre lo ama, jamás vi una mujer amar a un hombre como ella, él es su sol, su vida, su todo, pienso que también él la quiere mucho, siempre la ha tratado bien, le regala flores y le habla dulce, es un hombre maravilloso cuando se aparece, porque ese es el problema, nunca está. El hecho es que mi vida se desmorona en un instante, estoy sola en la sala de espera de un frío hospital, de nuevo no aparece, el timbre de su celular me lleva una y otra vez al buzón de voz: —¡papá! ¿Dónde estás?

Más temprano ese día

—¡Levántate Ela! Ya es tarde—¿Tarde? Tarde me había acostado anoche, recuerdo que eran más de las dos de la mañana cuando por fin logré conciliar el sueño, me mantuvo despierta otra canción revoloteando en la cabeza, bien claro estaba que no podía tomar mi teclado para componer nada, no a esa hora, no con los vecinos que tenemos y no con mi madre que odia la música, pero no quería que la melodía se me olvidara, por ello no dejé de tararearla una y otra vez, así hasta que finalmente el sueño me venció.

El desprecio de mi madre por la música no lo entiendo, creo que tiene que ver con mi llegada a este mundo, ella canta bastante bien, la he escuchado par de veces, se ve que es una voz educada, además ella fue artista, lo sé por las fotos de su grupo Las Reinas del Baile se llamaban, es un nombre estúpido eso está claro, en el sótano hay varias fotos de ella junto a un piano, ahora entiendo mi fascinación por el teclado eléctrico, también encontré un disco de acetato, era su primera producción o eso creo, tal vez convertirse en madre la alejó de los escenarios, eso es algo que la hizo sufrir, no lo sé. A veces me siento culpable por ello.

Cada vez que digo que quiero ser cantante se llena de furia, me incita a dejarlo atrás.

—No es una carrera real, debes depender de ti, ser un gran médico, maestra o ingeniero—A veces no la entiendo, en casa no falta nada, ya sé que mi padre es el proveedor de todo. Tal vez es eso, depender de él al cien por ciento no es algo que la haga tan feliz.

Aún recuerdo el día que llegó mi carta de admisión a La Universidad Hardin Simmons, pude percibir en ella una emoción tremenda, mi madre lloró durante horas, mientras que yo sentía que caía hacia un precipicio, iba en caída libre, era como un autobús sin frenos. No puedo negar que me sentí orgullosa de mí, conseguir una plaza en la mejor universidad de la ciudad en una carrera que no me gusta, es muy difícil, tanto como no gritar al mundo que amo la música, que muero por tocar mi teclado a diario, aun así, presenté ese maldito examen, lo hice. Me aceptaron en la única facultad a la que había enviado solicitud, en verdad que no sólo era un buen músico, también podría tener éxito, actuando, ya que fingía bastante bien. Pero en cambio estudiaría economía ¿qué carajo hace alguien que estudia eso? no son personas alegres, no cantan, no sonríen, todo el día detrás de un escritorio con una calculadora. ¿En verdad quería hacer eso? La respuesta es solo una. NO…sin embargo, no puedo hacer nada, mi madre no aceptaría un no como respuesta, y mi padre, ese era el verdadero problema, como le digo a mi padre, el mejor economista de este país, John Miller, es una eminencia, profesor universitario, dueño de su firma y consultor de gente pesada, bueno eso dice mi madre, porque de él y su familia no sé nada, no hay abuelos, ni tíos, ni primos, no hay nada, a veces siento como si mi padre fuese un desconocido.

Ya era la hora del almuerzo, mi madre nunca está fuera de la casa a esta hora, pero lleva días sintiéndose mal, ella cree que es la hemoglobina baja o no sé qué aspecto de su sangre, yo no tengo tanta experiencia, pero, juraría que voy a tener un hermano, está más gordita, todo la hace devolver el estómago, además no soy tonta sé cómo vienen al mundo los bebes. Desde la una, no sé nada de ella, empiezo a preocuparme, pero es mi momento, estoy sola, el teclado me llama, no sé cuándo vuelva a tener la casa para mí, así que hago sólo lo que mi alma me grita, cantar.

Libertad

I

Hoy es uno de esos días en, que quiero bailar, desplazarme en una pista, ponerme a sudar.

Moverme sin prisa y sin opresión, perderme en tu risa, sentir tu sabor.

Ese que sabe a canela y sabe miel, es el néctar de tus labios, lo conozco muy bien.

Coro

Libertad de sentir sin miedo, libertad de sonreír, libertad de decir no quiero, libertad de vivir. (bis)

II

Hoy es día de sueño, es día de amor, día de nuestro primer beso, es un día de dos, día de sentirme grande y pensar solo en ti, de ver tus pecas lindas y tus ojos grises, brillar por mí.

Coro

Libertad de sentir sin miedo, libertad de sonreír, libertad de decir no quiero, libertad de vivir. (bis)

Tarareo la canción varias veces, sé que no es tan buena, pero me llena de orgullo, la escribí hacer par de años, se la dediqué al único chico que me ha gustado y mi primer beso, bueno gustar es mucho, era un muchacho que estaba conmigo en la clase de matemáticas, era tonto el pobrecito, pero tenía unos ojos grises hermosos, era tímido y repleto de pecas, pan de pasas lo llamaban, me daba tanta ternura, se ponía rojo cuando me veía, a mí me temblaban las piernas, un día me dijo que le gustaba y me dio un besito en los labios, a escondidas en el estacionamiento, en verdad no fue lo que esperaba, no hubo fuegos artificiales, mariposas y luces de colores, fue asqueroso, me moría de pena y más nunca pude verle, aunque no tuve que esforzarme, sus padres se mudaron a Grecia y no volví a verlo.