Enredados en Nuestras Mentiras

CAPÍTULO I LUCES EN BLANCO Y NEGRO, PARTE II

—¿Qué? No puede ser. ¿Cómo estás? Dígame por favor.

— Está recluida en el hospital Houston Herlthcare Mainland. Su pronóstico es reservado, está bastante mal—suelto la bocina, al otro lado sigue la voz.

—Bueno, bueno, señorita ¿Está allí? —lo que escucho me hace pedazos, siento que los pies me tiemblan, un miedo terrible me araña la espalda. No ¡Dios! esto no puede ser.

Llego como puedo a ese lugar, estoy aún temblando del susto.

—¡Buenas tardes! Soy la hija de Sara Martínez, me dijeron que está recluida en este hospital. Dígame ¿Cómo estás? Por favor, se lo ruego.

—Cálmate, déjame avisar al doctor que la está atendiendo.

—Dígame algo usted —la sujeto por los brazos, estoy fuera de control

—Le dije que voy a buscar al doctor Patrickson, espere aquí. —se fue rumbo a un pasillo que tenía un letrero: “Restringido el Paso”.

Veo regresar a la enfermera junto al médico que lleva el caso de mi madre, le estoy suplicando a Dios que me dé esperanzas, que pronto estará bien y podamos regresar a casa, estoy asustada, de lo que me diga depende mi vida entera.

—¿Familiares de la señora Martínez? —pregunta un doctor muy serio, su rostro reflejaba problema.

—Yo, soy su hija—le respondo casi en aullido, mi temor salía por cada poro de mi piel.

—Jovencita ¿No hay un adulto con quién podamos conversar?

—La única familia de mi madre es mi papá y yo, pero él está de viaje de negocios, además no soy tan pequeña, en menos de nueve meses cumplo la mayoría de edad. Por favor dígame ¿cómo está mi mamá? —el doctor me miraba tan fijo, soy un manojo de nervios.

—La verdad está muy mal, por eso es necesario que su esposo aparezca —¿está muy mal? Es todo lo que alcanzo a oír, necesito saber más. No entiendo cómo esto ocurrió.

—Pero explíqueme bien ¿qué le pasó? No lo comprendo, ella estaba bien, iba al médico porque estaba sintiéndose extraña.

—A ciencia cierta no sabemos lo que ocurrió, al parecer al carro le fallaron los frenos, bueno eso dijeron los paramédicos que la trajeron, lo que sí sabemos es que chocó contra un muro de forma muy fuerte, llegó sin conocimiento y con varias heridas, por eso perdió mucha sangre.

—¿Ella estará bien? —necesitaba que me diera alguna esperanza.

—No podemos saberlo aún, tiene varias fracturas, una laceración terrible en su pierna izquierda, además de perforado un pulmón y el vaso, eso unido a la pérdida.

—¿Se refiere a la pérdida de sangre? Mi madre y yo tenemos el mismo tipo de sangre. Por favor sáqueme toda la que necesite para curarla.

—No me refiero a eso, afortunadamente en el hospital tenemos bastante reserva de ese tipo de sangre, hablo del aborto.

—¿Aborto? —repetí.

—Sí, su madre estaba embarazada, pero el feto no sobrevivió. —lo que me confirma me rompe el corazón, sospechaba lo de mi hermano, pobrecito, pobre de mi madre, le va a doler mucho. Sigo atónita.

—No puede ser.

—Sí, tenía aproximadamente tres meses, ya le hicimos el legrado uterino para limpiar todos los restos que hayan quedado del embarazo —¿así y ya? La vida de mi hermanito termina en una limpieza. En ese momento sentí una opresión en el pecho, comenzó la tos y la dificultad para respirar. Mi asma haciendo presencia en el peor momento. Busco una silla donde apoyarme. Me estoy sintiendo mal.

—¿Te sientes bien? —pregunta el doctor mientras me sujeta por un brazo, ayudándome a tomar asiento.

—No—le respondo como puedo.

—Señorita preparé el albuterol para nebulizarla, me parece está sufriendo un episodio de asma—le indica a la enfermera que salé corriendo a realizar lo que le pidieron.

—¿Eres asmática? Responde asentando con la cabeza—eso hice, de inmediato me condujeron a una sala de recuperación, y sin más estaba conectada a la máquina de nebulizar. ¿Qué oportuna mi enfermedad? Luego de un rato estaba mejor y reposando ya sin la máquina.

—¿Cómo te sientes? —me pregunta el doctor.

—Mejor, muchas gracias, fue la impresión, siempre traigo mi inhalador, pero con los nervios lo dejé.

—Tranquila, en estos casos la tranquilidad es la mejor cura.

—No puedo doctor, no con lo que está pasando, no estando así mi madre —las lágrimas en mis ojos no paraban

—Lo entiendo, pero debes intentarlo hija. —me soba el brazo izquierdo.

—¿Cómo sigue? —vuelvo a interrogar.

—Igual, necesitamos el número de teléfono de un adulto, es necesario—le di el número de mi papá, ojalá llegue rápido.

Ya estaba recuperada, me encontraba en la sala de espera tomándome un chocolate caliente, no lo quería, pero la enfermera se empeñó en que debía comer algo, más con el episodio que había tenido, el chocolate caliente es mi bebida favorita, pero hoy me sabía amargo, cómo disfrutar de nada si mamá estaba en terapia intensiva, muriendo. Una y otra vez le llamaba a mi padre, solo la contestadora. El doctor me había dicho que le habían dejado un mensaje porque había sido imposible localizarlo, en este momento sentía que lo odiaba, ¿cómo nos dejaba solas en esta desgracia? Sólo podía pedirle a Dios que mi mamá no muriera.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.