Enredados en Nuestras Mentiras

CAPÍTULO III El CASI ASESINATO PARTE I

Una semana ha transcurrido de la confesión de mi padre, decir que he aceptado la situación es mentira, solo seguí respirando, esto era algo que debía enfrentar, pero no era lo único, resulta que mi papá debía volver con su familia, a su realidad, por más que pelee, grité y le supliqué que me dejara aquí encargada con la familia de Vicky o Alison se negó, por eso aunque no deseo y odio la idea, en par de día me mudo a Boston, a mil novecientos ochenta y ocho millas, más de veintinueve horas en automóvil de mi casa, pero eso no era lo peor, iría a vivir con esas personas, la familia de mi padre, con unos hermanos que no conozco, una mujer que me debe odiar por ser la hija de la traición, del engaño que fue víctima. Soy una extraña, solo espero tener dieciocho años para escapar de todo, para alejarme de mi padre y no volver a verlo jamás.

—¿Esta es la despedida? —preguntaba Vicky mientras me halaba a sus brazos, Alison se unía al abrazo. Mis mejores amigas, las iba a extrañar demasiado, sin ellas me sentiría tan sola, perdida.

—Te llamaremos a diario Ela, te vamos a extrañar—susurraba Alison mientras lloraba otra vez, ella siempre había sido la más llorona de las tres.

—Las extrañaré mucho, de verdad —nos abrazamos una vez más, esa fue la despedida, ese día dejé mi casa, vi mis recuerdos a través del retrovisor, mi hogar, mi madre, mi vida y me dirigía a un lugar donde era una intrusa, nadie.

El camino era largo y tedioso, nos detuvimos par de veces para comer ¿Comer? Es decir, mucho, yo apenas probé bocado, no me apetecía hacerlo, tal vez si dejaba de comer me enfermaría y terminaría con todo esto, pero luego me entraba el arrepentimiento, no soy una cobarde, nunca lo he sido.

—¿Cómo voy a vivir en tu casa? Tu familia va a odiarme.

—No digas eso, ellos te amarán, son tu familia, tus hermanos y Agatha es una buena mujer.

—Pero ¿Cómo será posible? Ella verá en mí tu engaño.

—Hija debes saber algo más—seguro más secretos.

—¿Qué otra cosa debo saber? —le fruncí el ceño.

—Para Emily y Mark va ser difícil y nuevo todo esto, pero para mi esposa no, ella sabe de ti, de tu madre—lo que confiesa me deja atónita, pensé que mi padre era un miserable, un sinvergüenza, pero ¿Qué clase de mujer era esa que aceptaba ser engañada? No lo entiendo, nada de esto tiene ningún sentido.

Pasamos la noche en un hotel, mi padre y yo estamos agotados del viaje, pero prefería seguir en la carretera, no quería llegar nunca, en mi mente buscaba miles de ideas para no tener que ir a esa casa a donde no pertenezco. La noche terminó, con la llegada del día seguimos con el viaje, durante el trayecto no dije nada, la verdad no tenía nada que decir, todo esto era completamente absurdo, me sentía en una pesadilla, pensaba que si estaba tranquila me despertaría pronto. Después de mucho viajar llegamos a un condado muy lindo, en una gran valla pude leer: ¡Bienvenidos a Beacon Hill Boston!

Las calles eran bonitas, se veían movidas y muy alegres, personas moviéndose de un lugar a otro. Había muchos locales comerciales, pasamos alrededor de un hermoso colegio y finalmente cruzamos a una calle poco transitada, cada vez el automóvil se acercaba más a una mansión hermosísima, estaba ubicada en una especie de colina. Al detenerse el carro alcancé a leer en el buzón “Familia Miller”, un escalofrío recorrió mi cuerpo, habíamos llegado, a su verdadera casa, ese pensamiento no paraba en mi cabeza, así como que yo era sólo una intrusa.

Caminé un poco hasta una gran puerta, creo que era un garaje, me asomé un poco para curiosear, había cuatro automóviles, todos del año, así como tres motocicletas, de nuevo volví a la entrada, el jardín era inmenso y muy verde, tenía un sistema de riego que no paraba de rociar las flores—¡qué gran crimen! con la escasez de agua en el mundo, así se las gastan los ricos—allí estaba la Ela de siempre, la irreverente, la fuerte, pero hoy estaba disminuida por una realidad que me sobrepasaba, algo que no podía soportar, lo peor de todo esto es que no tenía salida, no podía hacer nada. Me abracé a mi pecho, sentía un dolor que me quemaba el alma, quería gritar, correr, esconderme, mientras mi padre sacaba las maletas del carro, me desesperé y sin más comencé a correr.

—Ela, detente ¿A dónde vas? —escuché que gritaba, mientras cruzaba al frente de la casa de al lado, corrí una cuadra entera, allí me detuve, no sabía hacia donde seguir, también que debía volver. Miraba a todas partes, hasta que una casa que estaba en una esquina me llamó la atención, tenía un inmenso portón negro, en vez de entrada parecía una fortaleza, la imagen del escudo y la bandera sobresalían de los barrotes, así como el dibujo de un águila calva, el ave nacional del país, corrí para acercarme, quería ver más de cerca ese lugar, atravesé la calle, miré a un lado, pero error no al otro, el sonido de un motor atrajo mi atención, un vehículo se acercaba a mí con toda rapidez, no era un carro, sino una motocicleta, no lo supe porque la vi, sino porque casi me atropella, di un salto cayendo de lleno a un pequeño jardín, sentí el impacto en mi muslo derecho y la nalga, así como que mis manos se llenaban de barro. ¡Dios! Que golpe, que maldito lugar.

—Cuidado, niña, cuidado—gritaba el conductor, después de una maniobra de la que casi se cae, logró detener la moto y bajarse de ella, sin pensarlo corrió hacia donde estaba tirada como un pedazo de basura, tan lejos no estaba de serlo, el conductor se me acercó nervioso, creo que era un chico, bueno eso pienso por su ropa, ya que llevaba un inmenso casco negro que no permitía verle el rostro. Estaba ya de pie junto a mí, sin duda era un muchacho, uno alto, un metro ochenta tal vez más, llevaba unos tenis y pantalón de correr, se agachó dónde estaba tirada, al tiempo que se quitaba una chaqueta de cuero, la deja caer al suelo, bueno casi no pude ver esa acción, estaba atónita viendo sus increíble brazos a través de la camiseta, era unos brazos marcados, más no exagerados, era obvio que hacía ejercicio, un tatuaje sobresalía de su brazo izquierdo, era un rostro, no cualquiera, sino el de una muchacha muy hermosa, cabello negro y ojos color almendra ¿Sería su novia? ¿Eso a mí qué me importaba? estaba siendo muy patética al pensar en eso. Se acerca más a mí mientras se saca el casco, me dejó ver el lienzo de su rostro, era muy hermoso, una nariz respingada, unos alegres ojos color almendrados, su piel perfecta parecía un café con leche, su cabello tan lacio, negro como la noche, se movía a razón del viento. Me miraba fijo buscando señales de algún daño, yo sólo miraba que era un chico guapo, el más guapo que había visto nunca.




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