Enredados en Nuestras Mentiras

CAPÍTULO XIII LA AUDICIÓN. PARTE I

Par de semanas pasaron, ya Eliot había vuelto al colegio, no le hablaba a nadie, todos murmuraban a sus espaldas, él actuaba como si no le importara, pero en verdad estaba difícil que nada de esto no le afectara, eran burlas, críticas, aun así, era muy valiente, a él se le veía más disminuido, más solo.

—Ve con él Ela, es obvio que te necesita. —mi amigo era tan compresivo.

—No, mejor no. Sé que es estar así, así que no quiero molestarlo.

—No creo que estar solo sea lo mejor, mira que lo conozco hace tiempo, hubo un momento que fuimos amigos—miro a Andy como una tonta.

—¿En serio?

—Sí, cuando estábamos en el colegio, luego apareció Scott, Emily, Ray y se acabó.

—No me lo habría imaginado nunca.

—Él necesita más de lo que te imaginas, siempre ha estado solo, sin su mamá y …

—¿Y qué?

—No creo que su papá sea muy bueno con él—sus palabras me golpean la sien, me angustia saber que sufre y más porque no tengo ni la más mínima idea de que hacer.

—Necesito estar a su lado, y ya se cómo, ya lo verás, ven conmigo.

—¿A dónde?

—A una tienda.

—Le decimos a Vanessa.

—No, ella iba con mi hermano al cine, además no lo entendería.

—Yo tampoco entiendo nada.

—Tranquilo, en el camino te lo explico.

Llegamos al centro comercial, había varias cosas que necesitaba para que este plan pudiera tener éxito, primero a la óptica, unos lentes de contacto marrón oscuro eran necesarios, debía ocultar mi color de ojos, sino me descubriría.

—¿Qué te propones Ela?

—Ya lo verás. —de allí a una tienda de pelucas, necesitaba una linda lacia color negro, y finalmente a la tienda de ropa.

—Detente ya ¿qué te propones?

—En un instante ya lo entenderás todo.

—Pero, esa ropa.

—Un momento Andy—después de un rato ya estaba lista, mi plan estaba a punto de comenzar.

—¿Qué? —mi amigo me miraba sorprendido.

—Saluda a Esteban—sí, me había disfrazado de chico, tenía una peluca corta lacia negra, mis lentes de contacto marrones, mi camisa azul marino, una chaqueta de cuero, pantalón ancho y tenis deportivos, ya estaba listo para conocer a Eliot.

—¿Estás loca? En serio disfrazada de varón.

—Dime me veo bien. Parezco chico.

—Eres el muchacho más guapo que he visto, pero no entiendo.

—Eliot necesita un tecladista para su banda y bueno, Esteban va a asistir a la audición.

—No sé, si te descubre, estará molesto.

—No lo va a saber, ¿tú no vas a decirle o sí?

—Claro que no, pero temo por ti, no quiero que sufras.

—No va a pasar nada, tranquilo.

—Nunca imaginaría que fueses capaz de algo así.

—Yo tampoco, pero necesito estar cerca de él, ayudarlo.

—Estás loca fresita.

—No me digas así, llámame Esteban, ahora necesito otro favor.

—Dime el que quieras.

—Necesito que me lleves a la bodega donde Eliot ensaya. ¿Sabes dónde es?

—Claro que sí, recuerda que mi amigo también está en la banda.

—Perfecto.

Llegamos a la bodega, quedaba muy cerca del parque Victoria, al pasar por la entrada el recuerdo del día que nos metimos a escondidas como dos malhechores, cuando me recosté en su hombro, cuando me mostró esa parte dulce y frágil de él que me encanta, a ese Eliot que no logró alcanzar por más que lo intento, mientras tanto que hago, en vez de alejarme, de no seguir metiéndome en problemas, estoy aquí disfrazada de Esteban, rogándole a Dios poder entrar a la banda sin ser descubierta, también deseaba tocar, tenía tanto tiempo que no lo hacía, la verdad que me daba ilusión poder hacerlo.

—Aquí estamos, pero debemos trazar un plan, justificar como Esteban llegó aquí.

—¿Qué se te ocurre Ela?

—Diremos que tú me contaste por eso estoy aquí.

—Pero ¿cómo? ¿Quién eres tú?

—Tu primo—este sonrió, sé que le hacía mucha gracia saber este plan, Andy era un gran amigo, pero también un chico de mente abierta, a él no debía ocultarle nada, él no me juzgaría, como tampoco yo lo hago por su relación con otro chico, en verdad que tenerlo en mi vida era maravilloso.

—Vamos, primo, vamos por ese puesto en la banda. —entramos y los acordes de su guitarra me acercaban al cielo, ya lo había escuchado antes, tocaba tan bien y cantaba hermoso.

—Mal, chicos, muy mal, esto se está yendo a la mierda, si seguimos así no lo vamos a lograr.

—Debemos conseguir el tecladista. —decía Maikol.

—Lo sé, pero todo el que ha venido es pésimo, esto es terrible.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.