Enredados en Nuestras Mentiras

CAPÍTULO XIII LA AUDICIÓN. PARTE II

—¿Qué haces aquí? —preguntó Maikol a lo lejos, su voz sonó entrecortada, el miedo se apoderó de su cara, me imaginó que le daba terror que mi amigo lo descubriera delante de todos. Muchas veces me he preguntado que se sentirá fingir lo que no se es, actuar de una forma diferente a lo que realmente son nuestros sueños, nuestros sentimientos, ser alguien más, una mentira, un fraude, debe ser tan triste.

—Tranquilos, vine porque me enteré que estaban buscando un tecladista.

—Sí, ¿eso que tiene que ver contigo? —preguntaba Eliot cortante.

—Nada, pero sí como mi primo Esteban, se acaba de mudar a la ciudad y es excelente músico, toca le teclado como nadie y está buscando una oportunidad.

—¿En serio? —preguntaba Eliot.

—Sí. —respondí, coloqué mi voz más ronca, me miró por un instante, luego finalmente habló.

— Esteban pasa—entré a la sala temblando asustada, me daba fuerza para no cometer ningún error, debía sonar como un muchacho o estaría perdida.

—Hola, ¿Qué tal todos? —saludé con la cabeza como Andy me aconsejó, aunque no estaba segura, ya que mi amigo actuaba diferente.

—Hola, ¿todo bien?? —me preguntó Eliot que me veía directo a los ojos. Cálmate Ela, me decía, al tiempo que mi corazón palpitaba desesperado, estaba muriendo de miedo.

—Sí.

—Mucho gusto soy Eliot, el vocalista y el guitarrista de la banda. —le ofrezco mi mano con decisión, hice un pequeño apretón, quería resultar lo más varonil posible.

—El gusto es mío.

—Él es Maikol, toca la batería, Deivis el bajo, como vez el teclado está solo, nuestro compañero Billy, nos dejó hace algunas semanas y la estamos pasando mal.

—Lo puedo ver más de cerca—le dije mientras me acerqué a mi gran amor, el teclado, amaba este instrumento, deslicé mi mano sobre él, estaba muy emocionada.

—¿Conoces este tipo?

—Claro, es un piano electrónico, cuenta con ochenta teclas, el tacto es similar al piano acústico, con tres pedales.

—¿También tocas piano acústico?

—Si desde muy niño, también canto y compongo.

—Eso es exactamente lo que estamos buscando. Bueno, muéstranos lo que sabes. —Eso hice, toqué par de canciones de los The Rolling Stone, me encantaba el rock antiguo.

—Eso fue increíble, los cambios de tiempos. Eres el mejor Esteban. ¡Bienvenido a Los Alfas! —lo escuchaba y mi cabeza recordaba el nombre del grupo de Scott, Los Omegas, estos chicos peleaban por todo.

—¿En serio?

—Sí, eres lo máximo.

—Gracias, ¿Qué debo hacer?

—Si es posible una canción para la guerra de bandas, no tenemos nada nuevo y estamos en desventajas ¿Podrás? —me preguntaba Eliot obviamente muy alegre.

—Creo que sí ¿Sobre qué quieres que sea?

—Sobre lo que más vende, el amor. —respondió eso y mi corazón se estremeció, no podría creer que pensara eso.

—¿No pensarás eso? —le pregunté.

—Si conocieras mi historia sabrías que no me ha ido bien allí—me dolía el pecho, aún sufría por Emily.

—Problemas del corazón ¿Es una ex novia?

—Peor aún, es una chica diferente que me robó el corazón, pero no confía en mí y bueno no es y ya—en ese instante las mariposas volaban por todas partes, debía referirse a mí, le gustaba, yo le gustaba.

Cada tarde desde el colegio me iba corriendo a las prácticas, Ela no se topaba con él, pero Esteban sí, cada día podía estar a su lado, pasábamos rato juntos. Había descubierto que también le gustaba la fórmula 1, el jugo de fresa, el pastel de vainilla, escuchar a Coldplay como a mí, la noche oscura, la soledad, las margaritas y estar solo. Cada día lo admiraba más, no era nada de lo que creía. Andy venía siempre a acompañarme, él y Maikol se escapaban cuando nadie los veía, espero que siguiera así por el bien de ambos, sobre todo por Maikol, ya que sabíamos que su padre era un hombre muy severo y temible.

—¿Ya tienes la canción lista?

—Ya pronto, mañana la tendrás.

—Qué bueno, debemos practicarla, ya en una semana es la final de la batalla, deseo destrozar a Scott.

—¿Por qué lo odias tanto

—No, es él.

—¿Cómo?

—Es porque me metí con una chica que fue su novia, más bien le hice un favor, esa me dejó como imbécil delante de todo el colegio.

—¿La tal Emily?

—Habías escuchado sobre eso.

—Algo, mi primo es algo…—me interrumpió.

—Chismoso.

—Indiscreto—nos reímos al unísono.

—Sí. Es ella.

—¿Aun la amas?

—No, de hecho, no creo haberla amado nunca, está buena y la pasábamos bien juntos, cogíamos rico. —lo que escuchó me da asco, no puede ser que piense así.

—¿Sólo eso? Tenía entendido que me estuvieron juntos mucho tiempo.




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