—No, yo, no. —me quiero disculpar ni modo que vaya y coquetee con esas chicas.
—¿No me dirás que eres maricón como tu primo?
—No le digas así.
—Bueno que no le gustan las chicas.
—Claro que no, sólo es que debo estudiar.
—Ya, por una noche no vas a bajar tu promedio. No me imaginaba que eras tan nerd—finalmente accedí, allí estaba en su casa, junto a la piscina con una rubia pechugona sobre mi regazo. ¿Ahora cómo me libro de esto?
—Permíteme hermosa voy a baño—le digo al tiempo que la invito a ponerse de pie, en verdad me estaba costando aguantar el peso de ella, era prácticamente el mismo que el mío.
—¿Amor dónde vas? Te acompaño al baño y te ayudo a liberarte—me comenta en forma insinuante, ahora si la angustia me estaba ganando. ¿Cómo iba a librarme de esto?
—No, tranquila ya vuelvo.
—Está bien, aquí te espero. —me levanté rumbo al recibidor, allí encontré a Eliot sin camisa sobre la morena que estaba con él, está le tenía las piernas enredadas en la cintura y estaba abrazada a su espalda. Qué asco, lo peor es la rabia, me moría de celos, quería darle dos golpes en su cara de niño lindo y a ella arrancarle esas extensiones, era claro que ese cabello tan hermoso no era posible. Traté de caminar y dejar la escena del chico que amo cogiendo con otra, en verdad debía ir al baño.
Me moví en el caserón quería buscar un baño lo más alejado posible, aunque su padre no estaba en casa si varios guardaespaldas y personal de servicio. Seguí avanzando la casa era increíble, repleta de lujos y obras de artes, esta hacía que la casa de mi padre pareciera un refugio de indigentes, la inmensa escalera daba a dos plantas más, subí a toda prisa, allí encontré varios retratos de la madre de Eliot, era hermosa, en muchas estaban con su padre, se abrazaban, sonreían, parecía que se querían mucho. Continuaba moviéndome y llegué a una puerta al final del pasillo, tenía un cartel negro escrito a mano que decía: “No hay nada importante, es tan sólo Eliot” esas palabras estremecían mi corazón, porqué tenía esa opinión tan terrible de sí. debía saber más, por ello corrí el riesgo y entré a su habitación.
Al entrar encendí la luz, las paredes era azules, había ropa lanzada por el suelo, papeles sin sentido sobre un escritorio y dos instrumentos musicales su guitarra y un teclado, me dirigí a mi amigo, toqué algunas teclas y seguí viendo más. Abrí su closet allí estaba la chaqueta que usaba el día en que casi me atropella, la tomé entre mis manos, percibí su olor, y la abracé a mi pecho, ya a este punto era más que obvio que el amor por este chico me consumía, y a la vez el miedo apoderaba mi alma, quería salvarlo, ayudarlo, pero ¿De qué? Seguí husmeando por su habitación y me topé con su mesa que estaba en un rincón, en ella había un montón de fotos de su madre parecía muy joven, cantando, tocando piano, allí descubrí que la música venía de ella, su cabello también, pero no sus ojos, los ella era de un verde cálido, era hermosa, también me topé con fotografías de su padre se parecía mucho a él, sólo que con el pelo más corto y unas gafas, habían fotos de reuniones, entrevistas y rodeado de mujeres, en ninguna sale junto a su hijo. En una foto, estaba sujetando un trofeo de baloncesto con una sonrisa de triunfo, allí entiendo el gusto de Eliot por ese deporte. Pasé el dedo por uno de los cajones quería saber más, allí había más fotos, creo que eran cumpleaños de él, siempre acompañado de los empleados en ninguna su padre, en par de fotos veo a Scott, algo cambiado, pero era él, allí era aún muy niño. En muchas estaba con Emily riéndose, bailando, besándose, en la playa, ella sola, en fin, ella estaba allí, me doliera o no, era parte importante de su vida, aún no estaba segura si formaba parte del pasado.
Abro otra gaveta, está llena de condones, cigarros y dos botellas, eso me apretó el corazón, ese era él, alguien distinto a mí, un hombre acostumbrado a coger, beber y fumar, que podría gustarle de mí, de una niña como yo. Eso es algo que no entendía. Continúo revisando y encuentro un pequeño cuaderno, allí hay anotaciones sin orden, frases sueltas, fechas y un pequeño fragmento en la mitad del cuaderno.
Es mi cumpleaños número once, de nuevo mi papá no puede estar, la cocinera me hizo un pastel de chocolate, me compró varios regalos, a él se le olvido como siempre, lo llamo no me contesta, no como el pastel esperándolo, son más de las onces de la noche, no llega, me duermo. Han pasado tres días no sé nada de él, le dije a la cocinera que botara el pastel, no lo quería, con ese dulce se fue el último cumpleaños en que esperé algo de mi papá. Las lágrimas invadían mi rostro, no podía creer lo que estaba leyendo, sus palabras me llegaron al alma y estremecían mi corazón ¿Qué clase de persona es su padre? ¿Por qué le hizo eso? Quería seguir husmeando cuando el sonido de mi teléfono atrae mi atención.
—Ela ¿Dónde estás? —preguntaba mi padre a gritos.
—Estoy con Andy y Vanessa haciendo un trabajo ya voy para allá. —mentiras tras mentiras, ya no me reconocía realmente.
—No mientas Ela, Vanessa llamó preguntando por ti—diablos.
—Ya papá estoy bien, en un momento voy—colgué la llamada y apagué el teléfono no quería seguir siendo interrumpida.
En el cuaderno había una pequeña frase: la chica de ojos de cielo, quise saber más pero el sonido de la puerta me hizo colocar rápidamente en la mesa el cuaderno, quería esconderme, pero no había salida.
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Editado: 28.09.2025