—¿A dónde crees que vas estúpida?
—Déjame pasar, voy con él.
—No lo harás—mientras que perdemos el tiempo él es levantado por el equipo lo llevan a la enfermería, al parecer no es grave, el hueso no está roto, sólo está lastimado y le cuesta apoyar la izquierda, pero aun así no puede volver al partido. El juego termina con la victoria de Los Omegas 86 a 78, por más que lucharon no pudieron reponerse de la salida de su capitán.
—Los campeones son Los Omegas—los aplausos, por una parte, los abucheos por la otra y el miserable de Scott levanta el trofeo delante de todos, se sentía el mejor, tan descarado, después de haber jugado sucio para lograrlo, no sé cómo pude interesarme en alguien como él, es un miserable.
—Eres un tramposo—le dije al ponerme frente a él.
—No entiendo de lo que hablas Ela, gané porque soy el mejor.
—Claro que no, lo golpeaste, lo hiciste con toda la intención de hacerle daño, que decepción, pensé que eras diferente, que eras bueno.
—Y yo que eras lista, pero no, terminaste siendo como la estúpida de tu hermana, siendo el zapato de Eliot, como que elegiste a el perdedor.
—Lo elegí cuando te escogí a ti, pero gracias a Dios te veo como eres, un mentiroso, un malvado repleto de odio.
—¿Qué significa eso? —me preguntó sorprendido.
—Sé todo sobre lo que pasó con tu padre, y haya sido como haya sido, Eliot no tiene nada que ver, no es su culpa.
—No me importa lo que digas, debía pagar y lo está haciendo, en cuanto a ti me alegra ya no fingir contigo, me aburría tus tonterías, una puritana que quiere volverse zorra con ese imbécil —lo abofeteé, no sabía que se creía ese idiota. Después de eso lo dejé allí, era un miserable ese chico.
Camino rumbo a la enfermería, necesito verlo, estar con él, saber que está bien. Me acerco a la puerta, pero no entro porque una discusión me lo impide.
—¿No hablarás en serio papá? —lo interrogaba evidentemente afectado.
—Siempre es igual, aparezco para ver qué haces algo y me decepcionas, me dejas en ridículo delante de todos, eres una decepciona total para mí. —sus palabras me destrozan, si ocasiona eso en mí, no me imagino lo que él siente. ¿Por qué le hace eso?
—Ya vete padre, no sé porque espero algo de ti. Si nunca me has querido.
—Cómo querer a quien me acabó la vida —le grita eso y salé de la habitación, no sin antes golpear la puerta, ¿Qué habrá querido decir con eso? No es justo que trate así a su hijo.
Lo vi salí y esperé un momento, quería entrar y abrazarlo, decirle que estaba con él, pero no sé si él quisiera mi apoyo, aun así, me arriesgo, entro y coloco el pistilo a la puerta.
—Princesa Ela, ¿Estabas allí? —me preguntó apenado.
—Acabo de llegar ¿Por qué? —le miento, no quiero avergonzarlo más.
—No mientas, no lo hagas para hacerme sentir mejor. ¿Lo oíste verdad? —baja su mirada, sus ojos están repletos de lágrimas, me mata verlo así, hago lo que mi corazón me grita, corro a la cama y lo abrazo, sus manos rodean mi cintura y allí en mi hombro, llora, nunca me imaginé que este chico perfecto ocultara un gran dolor, es extraño como a veces juzgamos a las personas sin conocer sus historias, creemos que nuestros demonios son más grandes que el de los otros, sin saber que cada quien lucha contra su propia oscuridad. Nos separamos después de una eternidad, me quedo frente a él, sólo mirándolo, él me observa y mi corazón late desbocado, volví a sentir lo mismo que había sentido el día que casi me atropella, que la primera vez que me abracé a su espalda, flechada sin remedio. Tragué saliva y suspiré, me acerqué nuevamente y le aparté un mechón de cabello que tenía en la cara, él me tomó la mano que sostenía su cabello y le dio un beso.
Volví a míralo, sus ojos almendrados me decían tantas cosas, tenía la misma expresión cálida de siempre, así como esa pasión y fuerza que me encantaba ver en él, con ese toque de tristeza que no comprendía, hoy tenía sentido, era por su padre, todavía no sabía la razón de este para hacerle daño a su hijo.
Hubo un momento de silencio absoluto en el que nos limitamos a mirarnos. Quería decirle tantas cosas, pero no sabía por dónde comenzar. Luego de un momento pude hacerlo.
—¿Cómo te sientes? —no se cuándo comencé a acariciarle la pierna lastimada. Él sonrió de medio lado.
—He estado mejor, pero estaré bien. Soy una roca fuerte.
—Ya verás que si Eliot.
—¿Qué pasó con el juego? Perdimos ¿Verdad? —no quería hacerlo sentir peor, pero tampoco podía engañarlo otra vez, ya era muchas mentiras.
—Sí, lamentablemente sí.
—Otro fracaso, un perdedor como dice mi padre. —sus palabras me rompían el corazón.
—No digas eso, Scott es un miserable, y un tramposo, sólo así pudo ganarte.
—Parece que me gana en todo, te ganó a ti—las lágrimas se acumulaban en mis ojos, porqué me decía eso ahora.
—No es verdad, estás loco o qué. —le grité molesta, eso que decía me había ofendido.
—¿Fuiste su novia o no?
—Sí, así como tú fuiste novio de la traidora de Emily y no te lo estoy sacando en cara—suspiro cansada, en verdad era estúpida, ¿Qué carajo hacia aquí? Él era un patán por más que lo idealizara, por más que lo mirara como un príncipe, no lo era.
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Editado: 13.11.2025