Mis ojos estaban puestos en el profesor, que hablaba de algo que seguramente era necesario aprender, pero para lo cual yo no tenía la mínima energía de concentración.
No dejaba de pensar en el mensaje que me envió esta mañana, como si fuera otro simple trabajo que debería tomar para mantenerme en la Academia Rhythove. Sabía que él entendía por qué mi mirada no se apartaba de su figura. Elliot siempre entendía demasiado bien cómo funcionaba mi cabeza, y aun así seguía explicando con calma cómo reharmonizar la melodía que estudiábamos.
Era muy bueno en conseguir que hiciera cosas que, ni aunque estuviera encerrada en un cuarto lleno de arañas y fueran lo único que necesitara para salir, aceptaría de otra persona.
Él nunca decía “deberías hacerlo”. Solo dejaba caer comentarios al aire, con esa ligereza que calaba mucho más hondo en mi mente.
La clase terminó sin que hubiera puesto el mínimo de atención. Esperé a que el salón se vaciara para acercarme a Elliot, mi profesor, quien guardaba tranquilamente sus cosas.
—Tienes mi número, ¿por qué no me preguntas lo que quieres en vez de verme como si quisieras abrirme un agujero en la cara? —preguntó sin mirarme.
—Seguramente me dejaría en visto —respondí—, para que al final termine acercándome después de su clase.
Su risa ligera confirmó que lo conocía demasiado bien.
—Ya nos conocemos tan bien —asintió, con una sonrisa fácil—. ¿Por qué no me aceptas de una vez como tu mánager?
Mi ceño se frunció levemente mientras miraba cómo cerraba su bolso y sus ojos, al fin, se encontraban con los míos. Volvió a reír, está vez con más fuerza.
—No me mires así, solo estoy bromeando —dijo con tono divertido—. Parece que te estoy pidiendo que firmes un pacto con el diablo.
Respiré hondo, intentando relajar mi rostro y borrar la expresión que tanto le divertía.
—Quiero hablar de la invitación.
Decidí, como siempre, ignorar sus comentarios e ir directo al punto.
—¿No suena interesante? —preguntó, como si leyera mi mente otra vez.
—Sí, claro, pero... ¿cómo es que...?
—Ah, ah, ah —movió su dedo índice frente a mí—. No necesitas preguntar por qué estás invitada, eso es lo de menos.
Fruncí un poco mis labios, mirándolo con sospecha.
—Estuve viendo los anuncios en los tablones toda la semana. ¿No se supone que se recibía una invitación por votación del público?
Soltó una risita de suficiencia.
—Tengo excelentes contactos.
Estaba por replicar, pero el sonido de la puerta me interrumpió y ambos volteamos en la misma dirección. Una chica sonreía amablemente mientras inclinaba su cabeza dentro del aula.
—Lo siento, profesor —dijo, con una voz tan suave que apenas la escuché—. Tengo algunas preguntas sobre la tarea y debo asistir a otra clase..., ¿podría...?
—¡Claro! —interrumpió él con una sonrisa deslumbrante—. Pasa adelante.
Volví a verlo, pero él no parecía en absoluto afectado por mi confusión.
Cuando sus ojos mieles cayeron sobre mí, me sonrío tranquilamente y colocó una mano en mi espalda para guiarme hacia la puerta.
—Trabajé mucho para ponerte en esa lista —susurró—. Claro, podrías no ir y perder la oportunidad de conocer a El Alquimista, o ir y saber más sobre el concurso que organiza.
Me dio varias palmaditas en el hombro antes de empujarme con suavidad hacia adelante. Di un pequeño traspié mientras me volteaba en su dirección de nuevo.
—Pero usted sabe más de lo que dice, ¿podría al menos...?
Levantó su mano y se despidió de mí con movimientos exagerados.
—Espero verte ahí.
Con esa sonrisa que parecía sacada de una revista, cerró la puerta en mi cara.
Me quedé quieta, pensando en la invitación que me había llegado esa mañana. Estaba claro que el profesor Elliot lo había planeado para que no tuviera demasiado tiempo de pensarlo… pero ¿cómo podría dejar de hacerlo?
Un segundo después, la puerta volvió a abrirse. Casi sonreí, creyendo que había cambiado de idea. Pero solo se disculpó:
—Siempre olvido que no puedo cerrar las puertas cuando no estoy en la sala de profesores.
Y, después de esa oración, volvió a entrar.
Solté un suave suspiro antes de darle la espalda a la puerta y comenzar a caminar hacia mi siguiente clase, pero un cartel en el tablón de anuncios me detuvo.
«Favoritos del público», decía en letras grandes. «La Academia Rythove ha hablado. El listado de los 30 invitados a la gala de Sonido 79 ha sido publicado. Aquí te dejamos a los cinco más votados:»
Después de eso, una lista de nombres y un pie de página que decía: «Entra a sonido79.com para conocer al resto.»
Me mordí mi labio, observando con atención el cartel mientras mi corazón se aceleraba.
¿Cómo demonios había logrado el profesor colarme entre treinta estudiantes elegidos por voto? ¿Era siquiera legal?