Enredo viral

3. El muro de mi nombre

No sabía cuánto tiempo había pasado desde que dejé de prestarle atención al señor Villaseñor o, en su defecto, desde cuándo estaba de pie, como una planta olvidada, junto a la mesa de postres.

Era una oportunidad asombrosa. Trabajar en Sonido 79, al lado de Claudio Villaseñor, era el sueño de cualquiera en Rythove… de hecho, de casi cualquier artista que soñara con llegar a la talla mundial.

Pero mi problema no era solo uno. Formar un dúo entre cincuenta personas parecía fácil, casi seguro. El verdadero obstáculo era la prohibición de los seudónimos.

Eso era algo con lo que no podía pelear y lo que más me preocupaba ahora. Un muro imposible de escalar.

Para cualquier artista musical, sería realmente genial que el mundo conociera su nombre. Escuchar a multitudes llamándote mientras estás detrás del escenario, que la gente te reconociera en la calle y corriera a pedirte una foto.

Pero no era una de ellas, no quería eso. Claro, amaba la música, estudiarla y crearla. No solo amaba todo ese proceso, sino que me apasionaba con el alma.

Que conocieran mis canciones, sí. Pero que me conocieran a mí…

Mi corazón comenzó a latir con tanta fuerza que lo escuché por encima de los murmullos y la música, sentí que le costaba al aire llegar a mis pulmones y la copa que sostenía entre mis manos comenzó a temblar.

Era imposible. Iba a ser completamente imposible entrar a ese concurso.

—¿Qué haces ahí parada? ¿Aún se juega congelados en estos días?

Parpadeé un par de veces, enfocando mi vista en Elliot, quien estaba parado a mi lado con una sonrisa.

Casi agradecí tenerlo enfrente, ya que interrumpió un carril de pensamientos que pronto se pondría peor.

—Solo necesitaba un respiro —intenté mentir.

Él arqueó una ceja. Sabía perfectamente cuándo mi voz me delataba.

—Oye, entiendo que el anuncio fue un shock, pero… ¿no es esta la oportunidad de tu vida? —levantó su copa en dirección a la multitud.

Ahí se encontraba el hombre a quien más admiraba en mi vida: Claudio Villaseñor.

Cuando entendí que detrás de una buena canción o una pieza no estaba solo un cantante o escritor, mi mundo pareció expanderse. Como si las cuatro paredes que me contenían se hubieran hechos trizas.

Eso fue cuando lo noté. Cada canción de la que El Alquimista estaba detrás, en verdad se convertía en oro. No en un oro falso y comercial como la mayoría de canciones que sonaba en las radios con más frecuencia, sino en oro puro con el que no solo te divertías, sino... sentías.

—No puedo acerme y hablar con él —confesé, dándole un sorbo a mi copa—. ¿Qué tendría que decir? No tengo nada para decir.

Elliot me miró de reojo.

—Mmm, no sé. ¿Haz pensado en, simplemente, saludarlo?

Negué con la cabeza, volteándome de nuevo hacia la mesa de postres para tomar algo con que entretenerme.

—Ni siquiera entraré al concurso, no tiene caso que me acerque a hablarle —murmuré, antes de meterme un cupcake entero a la boca.

Él me sujetó suavemente de los hombros y me obligó a volverme hacia él.

—¿Cómo que no entrarás?

Tragué lo más rápido que pude mientras daba un paso atrás para soltarme de su agarre.

—¡Eso ya debería saberlo! —exclamé en un susurro, cerciorándome que nadie nos viera—. Sabía desde el principio eso de inscribirse con el nombre real, ¿no?

—Por supuesto, pero eso es excelente en este caso.

—¿Excelente?

Negué varias veces con mi cabeza, sintiendo nuevamente que el miedo comenzaba a llegar a cada parte de mi sistema.

—Jazmín, solo escúchame —dijo con calma, acortando la distancia entre nosotros—. Esto es lo mejor para ti. No conoces a nadie aquí, ¿verdad? O sea, si hicieras una pareja con cualquier persona entre los concursantes, no tendrías la confianza suficiente para revelar alguno de tus seudónimos. ¿O es que pensabas llegar con una persona y decir: "Hola, son Orion Hony, ¿qué tal si escribo la canción que cantarás para el concurso?"?

Evité su mirada por un momento, repasando sus palabras en mi cabeza.

—No —admití—. Pensaba que usted podría...

—Lo siento, pero no puedes esconderte esta vez —interrumpió, con una voz tan suave que me hizo volver a verlo—. Entiendo que no desees salir al ojo público, pero, ¿qué tal si lo piensas un poco diferente?

Sus ojos dejaron de observarme y se movieron al centro del salón, donde muchas personas hablaban.

Lo imité, notando que los demás no solo buscando tener una corta conversación con el señor Villaseñor, sino entre ellos, tratando de encontrar a la mejor pareja para entrar al concurso.

—Los profesores te conocemos, incluso sin saber que eres SympHony votaron por darte esta oportunidad. Aunque todos los estudiantes que estén frente a ti no te conozcan como Jazmín, saben que si te encuentras en la lista es porque vales la pena —su cabeza se movió para verme una vez más—. Sabes mejor que nadie que a la mayoría de personas ni siquiera les interesa quién escribió la canción, sino quién es el que la transmite al público.




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