Enredo viral

9. Ecos de una mentira

La clase de Análisis de Formas Musicales Complejas no era mi favorita, pero siempre terminaba por ser interesante el desarmar una pieza musical maestra para entender mejor su estructura. Aun así, la partitura que se estaba proyectando en la pantalla, hoy parecía demasiado borrosa.

Intenté concentrarme en las palabras de la profesora, pero parecía imposible incluso encontrar el sonido de su voz con los murmullos de un par de compañeras a mi lado.

No terminaba de entender por qué entraban a las clases si no era para prestar atención, aunque ahora mismo no era quién para juzgarlas cuando mi mente parecía estar a kilómetros de este lugar.

... quiero que lo sepan porque mi amor no es nada secreto...

Sentí que dejé de respirar al reconocer esa voz y, más en concreto, la frase que sus labios soltaban como miel. Fue un sonido muy bajo, probablemente proveniente del celular de una de las chicas de a la par, que soltó un suave chillido.

—Mira esto —murmuró—. Mira cómo agarra su mano.

—Sigue viendo —dijo la otra, con emoción apenas contenida.

..., pero queremos mantener nuestra relación privada.

Un escalofrío recorrió mi cuerpo al escuchar ese sonido una vez más.

El dorso de mi mano comenzó a picar, como si un montón de hormigas caminaran sobre ella, y no pude evitar llevar mi otra mano al lugar para evitar que esa sensación se expandiera.

Escuché otro chillido, este quizás más fuerte, porque la profesora incluso les llamó la atención. Creí que con eso todo se calmaría, pero algo en mi pecho no se tranquilizaba.

Luego, ahí estaba de nuevo, el sonido húmedo del impacto de sus labios sobre el dorso de mi mano. El hormigueo volvió, con el fantasma de sensación de sus labios suaves tocando mi piel.

—¿Viste cómo besó su mano? —volví a escucharlas hablar, apenas en un susurro.

—Nunca imaginé que Seb fuera tan romántico —aceptó la otra, con su voz llena de ilusión—. Moriría por ser ella.

Apreté mis labios, intentando calmar mi respiración que, por alguna razón, se había vuelto más rápida.

Claro, no diría eso si hubiera sido ella la que estaba parada al otro lado del aro, mientras repetía esa parte tantas veces que perdió la cuenta. No quisiera ser ella si supiera que mi mano temblaba cada vez que él la pedía, o que la forma en que sus ojos me miraban mientras entrelazaba nuestros dedos y llevaba mi mano a su boca había sido ensayada muchas veces.

Tampoco lo pensaría si temía que, en cada toma, se pudiera escuchar el sonido de su corazón latiendo en ese estúpido video.

—Regresa otra vez, mira cómo la mira mientras le besa la mano —pidió una de ellas.

—¿Verdad? Sin importar que está escondida al otro lado de la cámara, apuesto a que estaba sonriendo como tonta.

—¿Como nosotras?

No pude soportarlo más mientras las escuchaba reír y, sin pensarlo, me puse de pie. Me arrepentí casi enseguida, ya que la profesora volteó en mi dirección, llamando la atención de más alumnos.

Intenté sonreír, sintiendo que me quedaba sin aire.

—Lo siento, debo ir al baño —mascullé, guardando mis cosas.

Ella asintió, sin prestarme demasiada atención mientras volvía al pizarrón que estaba al lado de la pantalla y decía algo sobre ponerme al día. Salí de la clase rápidamente, dirigiéndome al baño para poder lavar mi cara, que repentinamente sentía muy caliente.

Al verme en el espejo del baño, pude comprobarlo. Mi cabello estaba igual de despeinado que siempre, los rizos apuntando a todas direcciones, mientras mis mejillas morenas estaban pintadas con un intenso rojo.

Lavé mi rostro, sintiendo un alivio inexplicable cuando el agua fría tocó mi piel.

Seguramente todo se debía a la atención de más que había recibido antes de salir de la clase.

Tuve que repetirme varias veces que todo estaba bien. Esto estaba bien, era lo que Sebastián quería a cambio, después de todo. Ni siquiera había salido más que mi mano en ese video y mi voz seguramente había salido tan aguda que nadie la reconocería, aunque no era que hablara mucho normalmente.

Mi celular vibró cuando salía del baño y, aunque al ver su nombre quise ignorarlo, terminé abriendo su mensaje.

«Estoy en la sala de profesores, puedes venir?».

Solté en suave suspiro, no estaba de mucho humor para ver a Elliot, pero, después de todo, seguíamos trabajando en encontrar la voz para Esa noche, la última canción que Orion Hony compuso.

Intenté olvidarme de lo que había escuchado, pero decidí ponerme audífonos solo por si las personas estaban hablando de los mismo en los pasillos.

Por alguna razón, recordé el día siguiente a la gala, cuando la gente se reunía alrededor de un celular mientras hablaban de Sebastián y su misteriosa novia.

Cómo cada vez que me llamaba, la sala de profesores estaba vacía, así que me dirigí directamente a la de reuniones. Sin embargo, por la última experiencia que tuve aquí, entré lentamente, asegurándome primero que Elliot estuviera solo.




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