Bajé de mi caballo y me senté en aquella pequeña loma donde podía ver la hacienda, el pequeño río.
Mi mente viajó por un instante a mis recuerdos: un padre llorando por que la mujer que amaba, tomaba sus maletas y se marchaba sin ver atrás a aquel niño de cuatro años.
No olvidaba como mi padre cayó de rodillas cuando ella subió al auto. Sus lágrimas caían como un río desbordado mientras yo trataba de consolarlo. Desde ese día el hombre risueño y feliz desapareció, quedando aquel hombre vacío con su corazón lleno de rencor.
Frunci el ceño por que desde ahí podía ver la carretera polvorienta que daba al rancho y vislumbre una mancha amarilla de metal.
Sabia que se trataba de la insoportable veterinaria, quería quedarme ahí sentado y lo intenté por un minuto, hacerme el desentendido, pero no olvidaba que esa chiquilla acababa de salvar a Estrella. Con un suspiró de resignación me puse de pie y monte mi caballo.
El sol estaba siendo inclemente en este momento, bajé el ala de mi sombrero y cuando estaba cerca del escarabajo, me volví a preguntar ¿qué rayos estaba haciendo?.
Desmonte y no había rastro de la veterinaria, rodee el auto y estaba con los seguros puestos y la chiquilla no se veía por ninguna parte.
Miré a mi alrededor y no había rastros de ella, me encogi de hombros y subí a mi caballo. Mi oído dolió al escuchar aquel alarido y avance con rapidez de donde provenía el grito.
El cuadro me molestó grandemente, veía la espalda de aquel hombre que trataba de acercarse a la veterinaria y ella blandiendo su maletín como si de una espada se tratará.
Mi mirada se oscureció al mirar el auto que estaba al lado del camino, un todo terreno negro, el único que portaba uno en Mina el Limón era el hijo del alcalde... se creía dueño de toda la ciudad y obviamente quería a la veterinaria.
—¿Qué mierda pasa aquí? —mi voz trono.
Él se giró y me miró molesto, fuimos compañeros de escuela y viejos enemigos. Creo que yo era el único que se atrevía a enfrentarse a Dorian Mendez.
—Vete de aquí Arévalo — me puse junto a él.
—Mendez, tú no me ordenas —sonreí, de soslayo miré a Lalita que estaba pálida.
—Este asunto es entre ella y yo — enarco una ceja y me doy cuenta que Mendez está en la larga lista de hombres que desean a Lalita con la única diferencia que todo lo quiere a las malas.
—¿Me explicas de que asunto hablas?— meto las manos en mis bolsillos y clavó mi mirada en él.
—¡'No te importa! —si algo yo no soportaba era...que me gritaran, era como si blandieran la capa roja frente a un toro. Me acerqué furioso y lo tomé de la solapa de su camisa.
—Vuelve a repetirlo — Dorian era conocido como un hombre que actuaba y después pensaba y obviamente no se equivocaban.
—¡Dije que no te importa! — levanté mi puño y se lo estrelló en el estómago, él se dobló sobre su estómago, me separé de él y miré a Lalita que estaba pálida, ella gritó, pero cuando reaccioné ya estaba en el suelo mordiendo el polvo. A cómo pude me giré y ambos nos enfrascamos en aquella golpiza...Dorian comenzó a gritar improperios y levantó su mano, me di cuenta que el objetivo era darle un golpe a Lalita quién le estaba dando con el maletín en la cabeza, levanté la pierna y le di un golpe en el estómago que lo hizo caer sobre su espalda.
Me levanté y lo miré con furia.
—La vuelves a joder y te aseguró que la golpiza será más fuerte —Dorian se levantó más magullado que tomates en el mercado.
—Tú no eres dueño de está z.. —sus palabras quedaron en el aire cuando le di un derechazo, que esta vez lo dejó inconsciente.
Sobe mi muñeca y me acerqué a ella muy molesto.
—¿Se puede saber qué rayos hacia aquí?
—Me quedé sin gasolina — entrecierro los ojos.
—Lo más lógico es que hubiera caminado hacia la hacienda, estaba más cerca. No es una mujer sensata.
—¿Sensata? Pues me pareció mejor caminar hacia el pueblo, usted no es muy cordial que digamos.
Suspiró
— Cómo sea - avanzó hacia el caballo — suba, ya se dio cuenta que no puede andar sola por estos caminos.
—Yo... — levanta su rostro y sus ojos verdes me miran por un instante —Gracias por salvarme —ella pasa un mechón de su cabello detrás de su oreja.
—Creo que debería dejar de darles esperanza a estos tipos, ya vio lo que pudo pasar.
Sentí el fuerte pisotón en mi pie, abrí los ojos sorprendido.
—¿Qué rayos le pasa?
—Es s un machista total, típico, todo es culpa de la mujer, a ese señor sólo le he devuelto el saludo cuando su padre y él llegaron a la clínica a conocerme.
Frunzo el ceño y me encogó de hombros.
—Lo que usted diga — Ella se giró molesta hacia mi caballo y su movimiento hizo que llegará hasta mi el rico olor de su cabello.
Me quedé de pie mirando su cuerpo como un reloj de arena, el vaquero que llevaba le quedaba ajustado en su redondo trasero. Sacudi la cabeza al darme cuenta que estaba admirandola.
Ella era pequeña y estaba luchando en subir a mi caballo, suspiré y avance hacia ella.
Junte mis manos y las puse para que ella apoyará su pie en ellas para subirse... ella no dijo nada y se apoyó para subirse.
Hice hacia atrás mi sombrero y monte, Lalita se removió en mi silla de montar.
Me miró sobre su hombro.
—¿Iremos los dos montando?
—Si quiere bajar e ir junto a mi caballo caminando, no tengo ningún problema.
Lalita no dijo nada, pero al volver a su posición en la silla de montar me clavó el codo en el estómago.
—Uy, perdón —cerré los ojos para controlarme y no ahorcarla... sabía que lo había hecho a propósito.