Lalita
¿A quién rayos se le ocurria alquilar un cuarto encima de una taberna?¡Solo a mi! Ahora entendia por que el señor Barry casi me habia pagado él a mi por que le alquilara el cuarto.
Metí más la cabeza debajo de la almohada al escuchar los gritos de los borrachos. Mi cuarto era independiente de la taberna, la entrada era externa, no tenia problemas de tropezarme con alguno en mi cuarto...pero el ruido... ese era otro cuento.
La roconola sonaba tan fuerte que tenía la impresión que la cama se movia al ritmo de la música.
Queria ahorcar al Sr. Barry... me habia dicho que no era muy concurrida su taberna... pero omitió que en la noche eso estaba a reventar.
Cerré los ojos y empece a tararear cualquier canción que se me ocurriera pero la Puerta Negra llegaba a todo pulmón hacia mi habitación sin obviar los alaridos de los que la cantaban.
Por un momento reinó el silencio, suspire de alivio el cual terminó rápidamente al escuchar vidrio quebrarse, golpes. Con furia me levante y empece a buscar mi maleta, giré mi rostro al escuchar que golpeaban la puerta. Miré a mi alrededor buscando algo con que defenderme.
— Señorita, soy Barry. Necesito un doctor.
—Soy veterinaria — silencio, pero me llegó un quejido de dolor.
Solté el aire y saque uno de mis zapatos de tacón, era el única arma disponible que tenia.
Avance y abri lentamente la puerta, detrás del señor Barry, dislumbre el rostro preocupado de... ¿Adán? sostenia a alguien que tenia la cabeza baja. Adán era confiable asi que abri mas la puerta.
— Adán — él me miró.
— Lalita, ayuda a mi amigo porfavor — asenti, por la poca luz que habia afuera no pude ver el rostro del herido.
— Hare lo que pueda — Adán asintió y con ayuda del señor Barry. Lo metieron a la habitación.
Bajé la maleta de la cama y recostaron al herido. Mi sorpresa fue grande al ver a Marcelo en mi cama.
— ¿Qué le pasó? — Adán tenia manchada las manos de sangre.
— Dorian, le quebró una botella en la parte de atrás de la cabeza.
Sentí pena por Marcelo por que era mi culpa.
Pedí que lo movieran y tenia una herida. Iba a tener que hacerle una sutura.
— Voy a tener que hacerle una sutura — Adán lo miró preocupado.
— Lo sostendremos — preparé lo necesario y busque un par de guantes.
Honestamente seria mejor un toro furioso como paciente que Marcelo Arévalo, cuando desinfecte la herida, el abrió los ojos y me miró furioso.
Adán sujetaba sus manos, pero él empezó a hablar incoherencia.
—No dejes que toque mis manos. Maldita maldición, sólo el tacto de la piel con piel y las almas gemelas se reconocerán — enarque una ceja ante lo que dijo. Levanté mis manos y le mostré los guantes de latex.
— Cero contacto de piel con piel — sonrei con burla, Marcelo clavo su mirada furiosa en mi. Sus ojos grises se miraban oscuros — Voy a suturarte.
Él no respondió, pero su mirada viajó hacia mis manos.
—No pretendo quitarmelos — él sujetó mi codo que estaba cubierto con mi blusa manga larga de dormir.
— Prometelo — mire a Adán y el asintió.
— Lo prometo — él asintió y permitió que lo suturara. Honestamente nunca pensé que ese hombre fuera tan extraño y paranoico. Recitar una supuesta maldición, con la cabeza partida.
Aunque lo que recitó me gustó, debia ser maravilloso con un sólo toque encontrar a tu alma gemela.