Marcelo
Apreté los dientes por el dolor, la borrachera se habia ido de paseo.
La veterinaria estaba concentrada en suturar. Cuando al fin terminó, suspire un momento.
De reojo la miré quitarse los guantes, hasta ese momento puse atención del lugar en donde estabamos.
Me movi y pude ver una única fotografía de una guapa señora que se parecia a la chiquilla.
— ¿De quién es este cuarto?— Barry se pasó la mano por la cara y su expresión era de miedo, me levante de la cama y desde mi altura de 1.90 lo miré —No preguntaré 2 veces.
— Eh... — la chiquilla se adelantó.
— Es mio ¿Algún problema?— puso sus brazos en jarra, enarque una ceja y sin decir palabra me acerque a ella y la levante en el aire para cargarla sobre mis hombros.
Ella se quedó en silencio y sabia que estaba sorprendida, avance antes que reaccionará.
—Coge su ropa Adán y tu Barry, agradece que no te parto la cara por ponerla en peligro. Sabes que la mayoria de los hombres de aqui la quieren a la buena o a las malas — Barry no contestó y avance hacia las escaleras. Hasta ese momento ella reaccionó y empezó a patalear y a gritar.
— Bajame bruto — seguí avanzando hacia la camioneta.
— ¡Adán! — me giré para verlo que venia bajando con una maleta mal arreglada y mal cerrada.
— Señor Barry, ¡Auxilio!— los golpes que me daba en la espalda no eran nada suave, debia practicar boxeo.
A como pude la acomode y yo me sente junto a ella, anulando toda oportunidad de salir de la camioneta.
— Adán, ayúdame — Adan me miró y se quedó en silencio, arrancó la camioneta — ¿Serás complice de este secuestro? — sonreí por que Adán la ignoraba.
— ¡Ouch!— grité al sentir el codazo en mi estómago — Eres una loca, te estoy salvando de ser asaltada en ese cuarto ¿Asi me pagas?— la miré furioso, ella se cruzo de brazos.
— Es una habitación independiente — negué con cabeza.
— Eres una ilusa, en el suelo habia una puerta, todos en esa taberna saben que suben las escaleras y ... ¡sorpresa! En tu habitación.
Ella abrió la boca para replicar pero la volvió a cerrar. No habían palabras.
— ¿Dónde me llevas?— me crucé de brazos — Gritaré.
— Hazlo — bostece y cerré los ojos, me dolía la herida, pero no se le demostraria — El sheriff no se mete conmigo.
— Lo hará cuando sepa que eres un secuestrador — no respondí — Adán, Ayúdame.
Adán no respondió y continuó conduciendo.
— Tampoco Adán se mete conmigo — Adán entró al camino de tierra que conducía al rancho.
— Pondré la denuncia, mañana mismo.— me encogí de hombros.
Cuando se estacionó Adán, bajé de la camioneta sin mirar atrás.
— Acomodola en el cuarto de huéspedes, pero en el que queda retirado— si Adán escuchaba o no, ya no era asunto mío. La estaba rescatando, pero era insensata que aún no había caído en la cuenta del peligro que corrió en la taberna. Con sólo un hombre que se enterará que ella estaba ahí... hubiera comenzado la cacería.
Entré en mi habitación, me quité las botas y la camisa. Necesitaba un buen baño.
Salí del baño, con la toalla enredada en mi cintura, una Lalita estaba sentada en el centro de mi cama y me miró con sorpresa.
— ¿Qué haces aquí?— enarque una ceja.
— Es mi habitación, ¿la pregunta es que rayos haces tú aquí? Fui claro cuando dije cuarto de huéspedes y alejado.
— Adán me dijo que está era mi habitación — ella se puso de pie...no evité mirar su cuerpo, se había quitado la camisa larga y andaba una de tirantes pegada al cuerpo y sus bragas... Sentí que la presión arterial en mi cuerpo se había disparado.
Lalita avanzó hacia la silla donde había tirado la camiseta larga, se la puso, pero el daño ya estaba hecho. Ya sabia como eran sus largas piernas, su trasero redondo y en la pompis izquierda tenía un lindo lunar.
— ¿No me has escuchado?— por primera vez en la vida me sentía avergonzado, había visto muchas mujeres desnuda pero mi mente no se había perdido como lo hizo en estos breves momentos.
— ¿Cuánto mides?— mis ojos la recorrieron, era pequeña para mi tamaño.
— 1.53 — pasé mi lengua por mis labios resecos. Era el 1.53 perfecto.
Soñaría con ese maldito lunar, debía estar todavía bajo los efectos del alcohol.
— Te llevaré a tu habitación— ella no se movió, sentía que al paso que iba, la toalla no estaría sujeta mi cuerpo por las caderas. Lo estarían por otra parte de mi anatomía — ¿Pasa algo?
— Cuéntame de las almas gemelas — desvié la mirada molestó.
— No existen— avance, pero ella seguía en su sitio.
— Existen por eso le temes— la miré molesto.
— No hables lo que no sabes — ella enarcó una ceja.
— Lo sé, no deseabas que tocará tu mano— me sentía molesto por que ella no era tonta.
No respondí
— Vamos — avance y cuando abrí la puerta, Lalita estaba aún en su sitio — ¿Pasa algo?
— Demuestrame que no le temes, además yo no puedo ser tu alma gemela. Eres un limón y pienso que el hombre que será para mi, debe ser alguien con la sonrisa más bonita del mundo, cariñoso, amoroso.
Suspiró.
— Sueña — ella era todo dientes — Vamos, necesito dormir.
Lalita al fin avanzó y camino con el rostro soñador.
Avancé al otro extremo de la habitación, miré sobre mi hombro al ver si ella me seguía.
Cuando llegamos a la habitación abrí la puerta para que pasara, ella se detuvo en el umbral de la puerta y me miró a los ojos.
— ¿Solo es la mano? — resoplé, era insistente.
— Deja el tema — ella se movió para entrar, pero en fracción de segundos su mano estaba en mi pecho desnudo.
Me quedé paralizado, ella abrió más los ojos y me miró.
— ¿Qué fue eso? — me aparte molesto y pasé la mano por mi rostro.
— ¿Qué fue que? — ella miró sus pies desnudos.
— N..nada — asentí y me giré.
— Descansa, puedes quedarte el tiempo que desees mientras encuentras un lugar donde habitar y no estés en peligro.