Estaba sorprendido, no creyó que el hombre frente a él hiciera tal pregunta. ¿Cómo supo del olfato de la muerte? Seguro tenía que ver con el cuaderno de cuero negro.
Ya desde el primer día que estuvo en posesión del baúl, había hojeado las primeras páginas del cuaderno, solo que había varias recetas, dibujos o poemas; no le dio importancia a su contenido, la única razón por la que quería recuperarlo era para descifrar si había mensajes ocultos a la vista que pudiera entender ahora que tenía el contexto de muchas más cosas relacionadas con los lóbregos y los segadores. ¿Resulta que más adelante escribieron sobre datos explícitos y no se trataba de mensajes cifrados?
Lewin tomó un vaso de agua y bebió un trago a ritmo lento, fingiendo que el que abrió los ojos como platos era otra persona.
—¿Por qué haces tal pregunta? —Su tono era tranquilo, casi indiferente.
Chen LinBao no exhibió su acto, pensando que era lindo cuando cambiaba de expresión de forma tan dramática para luego fingir que no había pasado, le siguió la corriente y respondió también con calma.
—Tu tatarabuela, tu bisabuela, tu abuela... ¿tal vez tu padre? Aquí dice que tenían una maldición llamada "el olfato de la muerte". Habla sobre la historia de los ¿segadores? y de unas cosas que se disfrazan de humanos. Dime, ¿tú también tienes esa... maldición?
Lewin pensó por un momento, concluyendo que no le preocupaba que Chen LinBao supiera acerca de ello y que de hecho sería más ventajoso para él si estuviera al tanto de todos estos asuntos, así que asintió.
—Lo tengo.
—Entonces es cierto —el profesor parecía pensativo. Parecía querer preguntar más cosas, pero no estaba seguro de cómo plantearlo.
Lewin se acercó, adoptando una pose informal con los brazos cruzados sobre la mesa que los separaba; sonrió mientras reclinaba su cuerpo hacia enfrente.
—¿Qué quieres saber? —preguntó.
Chen LinBao casi no pudo digerir el cambio brusco de distante y enojado (según él) Wang SiuYun a su faceta juguetona. Tragó saliva y pensó en todo menos en los regordetes labios que se curvaban frente a él, también ignoró el impulso de cepillar el cabello del joven hacia atrás para descubrir su frente. Debido a su esfuerzo por controlarse, su expresión se puso más seria, como si lo que estaba a punto de decir fuera muy grave.
—Entonces, todas esas criaturas que describe, los lúgubres...
—Lóbregos —corrigió Lewin, afectado por la atmósfera seria de su profesor.
—Lóbregos. ¿Existen? ¿Todos ellos?
Lewin se sentó correctamente.
—¿Tú qué crees? ¿Existen? —devolvió la pregunta.
—Pienso que podría creer cualquier cosa que salga de tu boca —Chen LinBao respondió con lo que sentía en su corazón.
Lo que dijo era la verdad, con esa expresión inflexible cualquiera lo tomaría en serio; pero Lewin no pudo evitar que le hiciera un poco de gracia, su corazón abriéndose al otro de forma imperceptible. Una risa suave, apenas audible, llegó a oídos del profesor; si no hubiera visto el movimiento de la boca de Wang SiuYun, pensaría que era una ilusión auditiva. Aprendió a decir cosas cursis, pensó Lewin para sí mismo.
—Bueno, yo no he visto ningún lóbrego —miró la expresión del hombre y agregó con seriedad—. A excepción de un tipo —volvió a tomar su vaso de agua, como si quisiera beber, alzándolo a mitad del camino para luego detenerse y preguntar—. Dijiste, "cosas que se disfrazan de humanos", ¿entonces ahí hablan sobre los nahures?
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El día que se reunieron fue un domingo, a solo un día del comienzo del festival estudiantil.
Este festival, aunque llevaba tal nombre, tenía más parecido con una feria. Para los estudiantes era el punto en que se relajaban por el término del semestre, para los profesores era el comienzo de la revisión infernal de trabajos y exámenes finales. Pero sin importar quién fuera, el primer día del festival todos acudían en masa a divertirse.
En las calles amplias que servían de camino entre las distintas facultades había innumerables puestos de comida, todos patrocinados por los diferentes grupos, profesores titulares o de materia, incluso pequeños clubes. En los pasillos se exhibían pinturas y los auditorios estaban abiertos para presentar actuaciones. Incluso se instalaron algunos puestos de juegos o actividades populares para convivir y fomentar que todos se divirtieran lo más posible. Cerca de los edificios de ciencias, entre las facultades de química y biología, justo había un show de talentos al aire libre, se había instalado un podio para los que presentaban algún acto fueran visualizados por todos, pero debido a lo abarrotado de todos los lugares disponibles, habían quitado las sillas y las personas se mantuvieron de pie para mirar.
Ese sería el punto de origen de algo más grande y secreto que un simple show.
Con tantas personas congregadas en un mismo lugar, era difícil distinguir a los estudiantes de los maestros, más aún a los extraños que paseaban por ahí. Por eso nadie notó a cierto hombre de playera blanca de manga larga y cuello alto con un overol negro. Aunque su vestimenta no era algo que se veía mucho hoy en día, sus rasgos extremadamente comunes y baja presencia hacían que no resaltara.