Era un verano del año 1638 cuando vio por primera vez el mundo. Como dirían los humanos, él nació.
Fue diciembre del 2010 cuando su existencia acabaría. Lo sabía. Había perdido.
Pero el humano frente a él no lo mató de inmediato.
Wong YuKun sacó un tubo de alta tecnología que podía armar un cubo supresor a modo de jaula, creación original y exclusiva de la Estrella del Ocaso, de esta forma pudo meter al nahur ahí. Aunque no sabía que Lewin quería preguntarle algo, sí conocía el deseo de su padre. Por eso lo capturó y lo llevó junto a ellos a la sede de la organización donde se estaban quedando en ese momento.
Durante el camino, Lewin había pedido el botiquín de primeros auxilios que supuso deberían guardar en alguna parte de la camioneta; sacó agua oxigenada para limpiar las heridas de Chen LinBao, que se había quedado dormido después de que lo recostó sobre los asientos de la última fila. Lo ayudó a sacar todos los pedazos de vidrio que pudo de las pequeñas cortadas en la mano derecha, aplicó pomada antiinflamatoria a sus muñecas y pegó gasas a lo largo de la herida más grande en el torso. Eso es todo lo que podía hacer con su limitado conocimiento.
Darren había observado sus movimientos en silencio desde la fila de en medio.
—Cuando lleguemos le pediré a alguien que lo trate de inmediato —habló para tranquilizarlo cuando terminó su último procedimiento.
—Gracias —asintió Lewin.
—Entonces, ¿qué harás ahora? —Darren no sabía cómo plantear el tema sobre su identidad, sospechaba que este era el bisnieto de Elizabeth, ¿pero qué debería hacer o decir si era así?
—Tengo algo que mostrarle, regresaré a mi casa un momento y luego hablaremos —. Aunque no se conocían lo suficiente para comprender sus intenciones, Lewin dedujo qué era lo que quería saber el anciano, después de todo, él habría buscado lo mismo si de repente se enterara que su amiga de la infancia sobrevivió a la catástrofe y ahora tenía un bisnieto.
Después de llegar al estacionamiento subterráneo de un alto edificio de oficinas, Darren le pidió a otro vigilante blanco que condujera a Lewin a su casa y lo trajera de vuelta, ya que al ser atrapado por Wong YuKun esa mañana no llevaba billetera u otras pertenencias y ahora no podía tomar un taxi.
Mientras tanto, en el cuarto frío en el que había estado Lewin antes, estaba una masa amorfa de color negro. Sus chillidos intermitentes hacían que zumbaran los oídos de quienes estaban al otro lado del vidrio polarizado, poniéndolos de mal humor.
Ahí no solo estaba Darren, también se encontraban otros dos miembros de la junta directiva de la Estrella del Ocaso. Ellos no eran tan ancianos como el fundador, rondaban solo los sesenta años, uno tenía apariencia oriental mientras que el otro era norteamericano.
—Creo que deberíamos deshacernos de él —dijo el asiático.
—Pero es el último miembro de toda una especie, sería la extinción. Es mejor tenerlo en la sede principal y estudiarlo —refutó el norteamericano.
Darren guardó silencio. Si fuera por sus rencores antiguos o para evitar variables de riesgo futuras, él acabaría con el nahur enseguida. No negaba la posibilidad de grandes descubrimientos científicos después de estudiar esta especie, sin embargo, ¿qué cosa buena para la humanidad saldría de algo que solo considera a los humanos como alimentos o hábitats temporales? Además, sabía que quien votó a favor padecía insuficiencia renal estos últimos meses, lo conocía, probablemente la dirección de sus pensamientos estaba en el secreto de la larga vida de los nahures. Por eso dijo lo siguiente:
—Su alargamiento de vida proviene de su alimentación, los humanos —Era una mentira para quitarle ese tipo de pensamientos al norteamericano, aunque no tenía idea que en realidad estaba muy cerca de la verdad.
—¿En serio? —dijo el hombre sin dejar que un atisbo de malas intenciones se mostrara en su expresión.
—Así es, por eso es que vamos a deshacernos de él —concluyó Darren.
Wong YuKun, que tenía un audífono, siguió las instrucciones de su padre, terminando con la vida de la criatura.
Ya habían obtenido todo lo que querían de ella.
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La ventaja que tenían los nahures en espacios cerrados, como lo vivió Chen LinBao, era su increíble velocidad, y se volvían más peligrosos si el lugar estaba oscuro; por eso, cuando peleaban con los segadores en espacios abiertos, solo podían hacerlo mediante la ocupación de un cuerpo humano.
Debido a su constitución amorfa, como masa, solo podían arrastrarse, rodando sobre sí mismos; su velocidad así era mayor que la de un gusano, comparable a una serpiente, pero eso era todo, el ojo humano aún lo podía captar y era posible atacarlos o defenderse. Mas, si tomaban impulso desde una pared, su fuerza era suficiente para mandarlos volando a una velocidad increíble.
Sabiendo esto, los segadores siempre los enfrentaron en lugares con la menor cantidad de superficies verticales o que al menos estuvieran a grandes distancias. No obstante, esa noche los cadáveres a los que podían entrar los nahures eran suficientes para que los segadores no pudieran aprovechar esta ventaja.
Hace noventa y un años, en un pueblo remoto de Europa, una pequeña de ocho años cerró el sobre de la carta que acababa de escribir con mucho cuidado. Quería que su amigo llegara para entregarla enseguida.