Dean era un alfa femenina a la que, debido a su albinismo, muchos evitaban. No le importaba mucho lo que la gente decía sobre su persona, ya que tenía un hermano gemelo con el cual era muy cercana y creía que mientras lo tuviera, no necesitaba la compañía de nadie más.
Siempre supo lo que otros alfas de la clase 1 decían de ella. cosas desde que era rara hasta peligrosa, otros la consideraban inferior a ellos o incluso que estaba maldita. Le daba igual. Hasta que en algún momento indeterminado, hubo una opinión que le comenzó a importar: la de Winston. Al principio le prestó atención sólo porque ambos tenían el cabello blanco, pero a diferencia de ella, el color de piel de él tenía vivacidad; la piel de él se bronceaba bajo el sol, en cambio ella solo se quemaría en rojo. Esa diferencia le molestaba de forma inexplicable.
Después, el odio se convirtió en atracción.
En esta sociedad, no era extraño que dos alfas se juntaran, de hecho, debido a la escasez de omegas, preferían a otro alfa antes que un beta; incluso si los roces entre ellos podrían ser explosivos. Porque un alfa no podía dominar a otro alfa con la facilidad con la que oprime a un omega. Aquello conocido como la voz de alfa sólo funciona con los del mismo género si el poder espiritual del que habla es superior al que escucha.
A pesar de esto, habían parejas con el mismo nivel de poder espiritual, por lo cual Dean siempre estuvo celosa de la cercanía entre Carson y Winston. Ellos eran amigos de la infancia, y aunque Winston tenía otros amigos con los que convive, con Carson era diferente; este último solo había hablado o estado cerca de Winston. Siempre le preocupó que llegaran a ser más que amigos.
Hoy estaba molesta porque esperaba poder dormir en la misma carpa que Winston. En todas las actividades, Winston, Carson y ella eran los primeros tres lugares. Ahora había alguien que desplazó a Winston al cuarto lugar y eso la fastidió, pero al entrar y ver el cuidado que Carson le daba a el nuevo, su temor acerca de la posible relación se esfumaron, solo había que ver la mirada del chico para saber que está a fascinado por el rubio (aún con esas ampollas en la mitad de la cara).
Lewin se encontró con la mirada de Dean, quien le dedicó una extraña sonrisa, parecía que no estaba acostumbrada a ese gesto, ya que sus labios volvieron a su posición habitual enseguida. Le devolvió la sonrisa por cortesía, además de que en realidad no le parecía una persona extraña, como Carson había dicho que era.
Este último notó que Hansen le sonreía a alguien y giró su cabeza, entonces vio a Dean ahí y se sintió un poco infeliz, pero no dijo nada; su expresión oculta.
Lewin, sin embargo, notó el cambio y supo lo que estaba pasando, sonrió divertido porque había algo que aún no cambiaba con respecto a su vida anterior: él quería ser la única persona a la que le demostrara cariño.
Cuando terminó de aplicar la medicina, Carson se puso de pie y miró a Hansen, pensativo.
—¿Mañana podrás hacer el examen?
—No debería haber ningún problema, la molestia es superficial y no tengo ninguna herida que me lo impida.
Eso era verdad. El cuerpo humano era mucho más resistente que antes de la era intergaláctica; incluso los omegas eran ligeramente superiores al humano promedio en la Tierra.
A pesar de su respuesta, Carson todavía dudaba, pero al final aceptó que su preocupación era un poco exagerada. Así que dejó de lado el tema y le pasó dos sobres de nutrientes para que los tomara, él mismo se bebió uno.
La tienda estaba en silencio, Dean ya se había acostado y cerrado el saco de dormir hasta su cabeza. Carson dudó un poco, pero al final se decidió a jalar su propio saco junto al de Hansen. Al ver que no decía nada, su coraje aumentó y se inclinó para darle un beso en la frente, evitando la parte ampollada y apagó con rapidez la lámpara.
Tres respiraciones se escuchaban en la oscuridad de la tienda. Delatando la tranquilidad o la inquietud de sus dueños.
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Al día siguiente.
En la nave que sobrevolaba la zona E, la sala de control estaba proyectando a los estudiantes preparando sus últimas cosas para reunirse en donde se les indicó se les daría la información para la fase dos.
—No debería continuar aquí, es injusto para los demás —se quejó el Teniente Miller.
—Cuando se descubra lo que sea que haya hecho, entonces hablaremos de justicia —cortó el Coronel García.
A pesar de su insatisfacción, el alfa apellidado Miller no volvió a decir nada en contra de la decisión del Coronel.
Los evaluadores estaban compuestos por diez alfas con distintos rangos: el Coronel García era el de más alta autoridad, su departamento se especializaba en el área de batalla en tierra; luego había cuatro Tenientes y cuatro Sargentos, todos en departamentos diferentes; por último, el entrenador Dalton.
El día de ayer, se generó una brecha a la hora de tomar cierta decisión, ahora la sala de control se dividía en dos bandos.
Por un lado estaba el Coronel García, dos Tenientes, del departamento de investigación biológica y del de logística, así como un sargento de la división de armas. Por el otro, dos Tenientes de investigación y de uso de mechas, así como los tres sargentos restantes, con su área en diseño de armas para mechas, bajo la dirección del departamento de investigación de mechas. Sólo Dalton intentaba reducir su sentido de existencia y no tomó partido en la discusión.