Entonces te olvidé

3.6 Alguien peligroso

La iglesia estaba helada y con un olor pútrido, la ostentosa túnica ceremonial del sacerdote tenía una mancha de sangre seca en el pecho, pero no parecía importarle en absoluto mientras se arrodillaba junto a un cuerpo frío. Su postura encorvada y el temblor de sus hombros mientras repetía de manera incesante una oración a Luzz delataban su condición anormal, no sólo física, también mental.

Cuando Abia Te-a entró a la capilla, con su característico sobreveste negro y la capucha del chaperón arriba, el sacerdote cambió su murmullo confuso por un chillido amortiguado. Con temor a la presencia de la otra persona, se apoyó sobre el cuerpo a su lado, como si quisiera proteger al otro, ignorando el hecho de que ya era tarde: su compañero ya estaba muerto desde hace días.

—Perdiste la cabeza —dijo la mujer con disgusto.

Observó a Fyod, que se aferraba al hombre de vestimenta noble y una máscara negra en la mitad inferior de su rostro. De un sólo vistazo, cualquiera podría decir que era un Ko-a. Abia lo sabía bien, porque ella misma había hecho ese agujero en el pecho donde ahora hacía falta el corazón del muerto.

La única razón por la que no mató a Fyod junto con esa basura de los Ko-a fue porque nadie creyó que al sacerdote le importara más la vida de su otra mitad que el objetivo por el que ahora estaban luchando. Sólo es un peón estúpido, se dijo mientras desenvainaba su cimitarra y ejecutaba el comando que recibió hace poco.

—Perdiste la cabeza.

Con esa burla final, pateó la cabeza del sacerdote lejos del cadáver. No sentía ni una pizca de lástima por deshacer el esfuerzo final de Fyod por morir cerca de su amado.

Tap, tap, tap.

Se giró en dirección a los pasos pausados, sabiendo de quién se trataba incluso antes de comprobarlo con la mirada.

—Fereo —el eterno disgusto en su voz no cambió incluso al enfrentarse a ese hombre, quien poseía su otro corazón.

Los pasos pausados del monje se detuvieron a una distancia prudente, conociendo el carácter de la mujer se quedó en silencio y esperó su regaño.

—¿Dónde está?

Al enfrentarse a la misma pregunta que la noche pasada y la anterior a esa, Fereo respondió lo mismo que antes.

—No salió.

Abia ya lo había supuesto, apretó con furia el mango de su arma que aún estaba fuera de la vaina y se acercó con pasos pesados.

—¡Ya pasó una maldita semana! ¡¿Crees que voy a creer que no pudiste sacarlo una sola vez?! —gritó con impaciencia y alzó la cimitarra dispuesta a cortar el tercer cuello en esta noche, pero al final se detuvo a tiempo.

Fereo, al no sentir el filo y posterior decapitación, levantó los párpados con aire pusilánime.

—Mañana conseguiré que salga —prometió, esta vez no le quedaba ni molestia en la voz.

Si no fuera el que se quedaba en el palacio de los Ko-a, la mujer ya lo habría matado. No es como si Fereo tuviera muchas ganas de vivir, pero sabía que en cuanto lo hiciera, Abia aprovecharía para comerse su corazón. Nunca en esta vida le daría tal gusto.

Abia se burló con un resoplido.

—Escuché que enviarán a otra monja al palacio —se jactó mientras envainaba el acero.

Era evidente lo que insinuaba: iba a ser reemplazado. Fereo no reaccionó ante su provocación y agachó la cabeza en silencio, esperando a que Abia saliera de la capilla. A través de la conexión de sus corazones, sintió cuando la otra no estaba cerca y sólo entonces miró hacia arriba. De un vistazo encontró a los dos hombres que fueron asesinados por ella, acercándose mientras pensaba: ¿realmente vale la pena? Hace mucho que no simpatizaba con la visión de estas personas, pero no podía hacer nada al respecto, no era más que un esclavo.

Como monje de Lunn, nunca había trabajado con Fyod, un sacerdote de Luzz, no obstante, era fácil adivinar cuánto él apreciaba a su segundo corazón, nada como su relación con Abia. Fereo se sintió un poco celoso, Fyod y Esir se amaban, Emiú amaba a Sham, ¿por qué era el único que tenía a una persona tan fría e insensible como compañera? Esa mujer, incluso a Sham, no lo trataba con tanta sinceridad como lo hacía con el objetivo que tanto alababan esas personas.

Con resignación sacó la manta que había preparado de antemano, porque además de informar, su tarea era limpiar los cadáveres que Abia dejaba a su paso; a menos que así lo quisieran, no podían alterar a la población con tanta gente asesinada.

Colocó la tela extendida en el piso y se acercó al cuerpo de Fyod, lo colocó primero con las extremidades extendidas, luego acomodó a Esir a su lado, rodeándolo con los brazos del sacerdote y al final fue por la cabeza. Fereo se aseguró de cerrar los ojos de ambos y enterrarlos de esta forma; si en el futuro alguien los encontraba, nadie podría negar que Fyod quiso proteger a Esir hasta sus últimos momentos. Si tan sólo no hubiera sido un cuerpo sacramental, pensó con frustración, incluso si fuera un Ko-a, habría tenido una alternativa además de morir.

El grupo al que pertenecía Abia se hacían llamar Arneb, una organización variopinta que buscaba emanciparse del poder de las diosas, para ello, tenían que deshacer toda influencia relevante, empezando por los Ko-a, con un mayor énfasis en los cuerpos sacramentales. Habían matado a Esir debido a esto, matarían a Emiú, a Elís y a Érna también.



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En el texto hay: bl, transmigracion, multiples mundos

Editado: 15.04.2024

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