Entonces te olvidé

3.11 Gracias

La mirada de Heb parecía perdida en algún punto en el vacío, su increíble cabello azul estaba manchado con líquidos rojos, negros y verdes de naturaleza desconcertante. Gae quería revisar si tenía alguna herida, pero ella no dejó que hiciera nada, repitiendo una y otra vez que se fueran de aquí lo antes posible.

Fue hasta que se dejaron atrás el castillo, saliendo de la niebla y regresando al pacífico bosque de Lunn, cuando Heb guardó silencio y pareció recobrar la claridad de su mente. Buscó con la mirada a Lewin entre la multitud y lo reconoció enseguida porque cargaba a un niño. Ambos tenían los ojos hinchados. No preguntó al respecto porque las emociones de ninguno de los presentes estaban en orden.

—Gracias —dijo. Si no fuera por ti, todos habríamos muerto. Eso último  no lo expresó en voz alta porque sólo haría que el ánimo de todos decayera más.

Lewin la escuchó hablar y por fin prestó atención a su estado. Se sintió un poco dolorido sólo de verla, siempre fue susceptible a imaginarse a sí mismo como la persona herida. Además, cuando caminaron hasta acá, Gae había cargado a Heb todo el camino y al detenerse la puso en el suelo, lo que le agregaba un toque más lamentable.

Heb estaba manchada de la cabeza a la cintura con líquidos extraños, la sangre manaba de su cuero cabelludo, dando la impresión de que le jalaron el cabello, queriendo arrancar todo desde la raíz. Además, la piel de sus brazos y cuello expuesta estaba como descarapelada, si no desconociera qué clase de cosa podría hacer eso, pensaría que fue mordida por innumerables criaturas pequeñas que la querían saborear hasta los huesos.

—Debemos tratar tus heridas —declaró con decisión.

Miró alrededor esperando por si alguien ofrecía algo que pudiera utilizar, pero los mercenarios no dijeron nada, pues no llevaban nada parecido a medicinas, por lo que se quedaron ahí de pie mirando. Gae tampoco parecía tener nada útil, así que Lewin fingió que recordaba algo y les dijo que lo esperaran un momento, dejando a Elís junto al grupo de hombres cabizbajos.

No tardó mucho, sólo se escondió detrás de un árbol y sacó de su espacio una maleta que había preparado con algunos artículos de botiquín y otras cosas útiles que no parecían demasiado futuristas, pero aún resultarían extraños para las personas aquí, por lo que esperaba que nadie le prestara mucha atención.

—Por el momento sólo limpiaré tu piel para revisar las heridas, tendrás que soportar la suciedad en tu cabello —habló con honestidad.

Heb asintió, sin preocuparse por estar sucia en absoluto, su ánimo seguía muy bajo a diferencia de su apariencia enérgica habitual, Lewin creía que debió haber visto algo horrible, pero no parecía dispuesta a contarlo, por lo que no preguntó.

Sacó de la maleta un atomizador que sólo contenía agua y después de pedirle que cerrara los ojos la roció sobre su rostro, con una toalla desechable frotó la suciedad con cuidado, revelando unas protuberancias, al reconocer esas cosas como ampollas, sacó una pomada y la aplicó con cuidado. Con los brazos repitió el proceso, pero Heb se quejó un poco cuando el agua entró en contacto con su músculo expuesto.

—Lo siento, esto va a arder mucho —dijo mientras sacaba un frasco de alcohol en spray.

Era necesario aplicarlo para evitar que se infectara. No le dió tiempo de pensar y la roció en las heridas, limpió con una gasa, aplicó ungüento antibiótico y colocó encima otra gasa limpia, por último, vendó los brazos. Por la cantidad y distribución de las heridas, parecían estar envueltos desde los hombros hasta las muñecas.

Los mercenarios seguían desanimados por el hecho de que perdieron a su jefe, por lo que, a pesar de que no conocían nada de lo que el joven sacó de la maleta, no tenían interés por ello. Gae, quien observó con atención todo el proceso, tenía muchas dudas, sin embargo, también sintió que era mejor no expresarlas en este momento. Por su parte, Heb sólo se sentía agradecida.

—Gracias —dijo por segunda vez en este día y a la misma persona.

—No es nada.

Era verdad, esto no fue nada porque no le costaba en absoluto, aún así, le recordó que era mejor buscar un lugar para que se lavara por completo y quitara todo eso de su cabello.

—Hay un río cerca, tú también deberías limpiarte —le recordó Gae.

Sólo hasta que el otro lo mencionó, Lewin se dio cuenta que él mismo estaba bastante impresentable ahora, así que no se negó.

☆★☆

—Aquí, sujétalo con fuerza, yo lo cortaré, ¿está bien?

Después de que Lewin se terminara de bañar, se acercó a donde Heb estaba descansando para indicarle que era su turno, pero cuando llegó, la escena lo dejó sin palabras: uno de los mercenarios tomaba el extremo del cabello ahora endurecido y Heb hacía lo mismo con la raíz, mientras Gae parecía a punto de cortarlo con su bracamarte.

—¡Espera! —exclamó por impulso—. ¿Van a cortarlo?

—Sí —respondió Heb—. Me temo que no se puede salvar, incluso si quito esas cosas viscosas con mucho esfuerzo, ya debe estar muy dañado. Si no está ahí para lucirse, es mejor no llevar el cabello largo. Estorba menos —su respuesta fue sencilla.

Lewin entendió y recordó una de las cosas que había percibido desde que llegó a este mundo. Los roles femeninos y masculinos no parecían existir como lo hacían en una época similar a su mundo original, cosas como el matrimonio o la unión de dos hombres o dos mujeres no era escandaloso, un hombre usando vestidos o una mujer usando calzas y cotardía no eran tampoco extraños. Así que Heb, como miembro de la guardia imperial, podía decidir sobre su apariencia con libertad, si antes usaba el cabello largo era sólo por gusto.



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En el texto hay: bl, transmigracion, multiples mundos

Editado: 15.04.2024

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