Debido a que tenían que subir las escaleras si querían acceder a la terraza del hotel, Lewin le pidió a Penny que se detuvieran un momento para que se mojara con agua fría y ver si su mente así se sentía menos confundida.
Mientras la mujer esperaba afuera junto a su hijo, Lewin llamó innumerables veces a 2-2, pero el sistema no respondió. En ese momento no tenía el corazón para preocuparse o enfadarse, porque estaba seguro de que había algo mal con su cuerpo, ¿lo habían drogado? ¿En qué momento? Sus alimentos o bebidas no pudieron ser, entonces... ¡La bebida que Meredith le arrojó! Esto debe ser...
Sus pensamientos se cortaron sin que supiera nada más de lo que estaba pasando.
Penny seguía fuera del baño, pero se sentía ansiosa porque Lewin no salía, aunque no había pasado ni un minuto. ¿Le habrá pasado algo? Se preocupó más al pensar en que el otro no se veía muy lúcido hace un momento.
—Bebé —le habló a su hijo de la misma manera en que le hablaría a un niño grande, no como los tres años que apenas tenía—. ¿Puedes ir a ver cómo está?
Artur asintió con comprensión, sus ojos brillaban con inteligencia y caminó en dirección al baño. El pequeño no había entrado por más de cinco segundos cuando el sonido de tacones se acercó desde la dirección en donde se encontraba el salón. Penny contuvo la respiración, reduciendo su sentido de existencia de manera practicada. No sabía si la otra mujer la notó cuando giró en la esquina del pasillo, pero no la miró ni un segundo y entró sin dudar al baño de hombres.
Esto no está bien, pensó Penny nerviosa. Como fan del Münef, una serie de posibles desarrollos se reprodujo de manera intensa en su mente, porque gracias a los negocios ocasionales de su esposo sabía quién era la mujer que entró al baño en ese momento: Adeline, la actual esposa del patriarca de los Deneff.
Su cerebro no era muy rápido, entonces se quedó más de treinta segundos procesando lo que tenía que hacer, al minuto concluyó que lo mejor era avisarle a Joseph. Caminó unos pasos, pero luego recordó que su hijo todavía estaba dentro del baño, regresó frente la puerta y se enfrentó a un nuevo dilema. Sabía que Artur era muy inteligente, así que no debería pasarle nada, sin embargo, seguía siendo un niño, si salía y no veía a su madre, temía que estuviera asustado... Suspiró con frustración, lamentando no ser tan brillante como su propio hijo.
¡Voy a entrar! Se decidió con valentía, así que tomó la manija e intentó girarla.
Cloc. Estaba cerrado.
Alzó su puño y tocó con nerviosismo, solo después de diez segundos escuchó a Lewin preguntar con un tono de voz un poco plano: "¿Quién?".
—... Eh... Mi hijo, él... — su voz temblaba casi tanto como sus manos, por suerte, antes de que sus lágrimas empezaran a caer por la ansiedad, la puerta se abrió y salió Artur con sus pequeños pasos a una gran velocidad. La puerta se cerró enseguida.
Aunque a Penny le asustaba enfrentarse a las personas, más si eran tan poderosas como Adeline, todavía sentía una especie de cuidado maternal hacia Lewin, a pesar de ser solo cuatro años menor que ella. Por ello, tuvo la audacia de mirar dentro del baño en el breve momento de apertura.
¿Papeles? No entendió por qué había papeles en la mano del joven, sin embargo, tomó a Artur y regresó a la máxima velocidad al salón donde el banquete ya había dado inicio.
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Joseph miró alrededor, un destello de preocupación cruzó su mirada por lo demás insondable, ¿dónde está Zaid? Se preguntó con impaciencia. La idea de que Lewin le mintió y solo se estuvo burlando de él estos dos años empezó a tomar forma en un rincón oscuro de su mente.
—Presta atención —lo regañó su abuelo con severidad.
Entonces se obligó a escuchar la palabrería sin sentido del director de eventos.
—... y en son del maravilloso futuro de estas dos familias, el señor Efraín nos compartirá unas palabras.
¿Futuro? ¿Dos familias? Joseph sintió que se había perdido alguna información importante. En medio de los entusiastas aplausos de los invitados, vio a su abuelo pararse ante la indicación del director de eventos, dejando un "no me avergüences" antes de alejarse. Un sentimiento ominoso estrujó su corazón.
—Gracias a todos por venir —dijo el hombre con la ronquera característica de la vejez—. Aunque todavía no tenemos fecha para el matrimonio, agradecemos las bendiciones de todos —. Se detuvo un momento para recibir dos copas de un asistente y las extendió en dos direcciones—. Meredith, August, vengan aquí.
Como si un balde de agua helada lo hubiera golpeado, Joseph sintió que toda la sangre de su cuerpo se congeló. Él se había negado a este compromiso y su abuelo aún así siguió adelante, ¿quería aprovechar sus escrúpulos para forzarlo? ¿Confiaba tanto en su obediencia que estaba seguro de que no haría un escándalo en el banquete? El desdén y resentimiento se arremolinaba en su interior al tiempo que la temperatura en sus ojos descendía a un punto casi glacial, por primera vez tuvo la verdadera necesidad de contradecir sin piedad a su abuelo. ¿Y qué si eran familia? Los lazos de sangre no lo iban a detener.
En ese breve momento en el que se ponía de pie, había tomado una decisión drástica, pero la serenidad en sus movimientos y la falta de expresión en su rostro les impidieron saber a los demás que una tormenta estaba a punto de destruir a muchos de ellos.