6.1 Amnesia
Un fuerte mareo golpeó su cabeza, obligándolo a apoyarse en la persona a su lado. Con la mente confusa y las sienes palpitantes, se obligó a pensar: ¿quién era?, ¿dónde estaba?, ¿por qué se sentía tan extraño? Todo parecía tan irreal y distante que, por un momento, su alma estuvo a punto de escapar del cuerpo en el que se encontraba.
【Relájese, maestro. En un momento enviaré la información del mundo.】
El breve recordatorio de 2-2 lo hizo recuperar un poco la razón, pero el vacío mental y la falta de claridad lo hacía sentir como si se hubiera metido en una simulación de realidad virtual con pésima calidad. Con esa sensación de desconexión, movió sus manos como si no fueran suyas para sujetar la cabeza de ese cuerpo, que le pesaba tanto y a la vez tenía una incómoda ligereza.
—¿Aidi? (1) ¿Se encuentra bien?
Aunque no se sentía bien y, de hecho, Lewin apenas era capaz de conectar dos pensamientos que tuvieran congruencia, sin recordar por completo su propia identidad como un transmigrado en este mundo, los años de experiencia se mantuvieron en su inconsciente, así que percibió con agudeza que ellos dos eran los únicos en la habitación y que, por ende, esta mujer le hablaba a él.
Quiso abrir la boca para responder, pero su movimiento le hizo notar el sabor extremadamente desagradable que persistía entre sus dientes, haciéndole fruncir el ceño por reflejo.
—Aidi, no se fuerce —se apresuró a decir la joven mientras lo apoyaba—. Se ha sentido débil últimamente, ¿es posible que pronto tendremos buenas noticias?
Con la mente todavía dispersa, rebotando de un lado para el otro, Lewin perdió por completo la emoción sutil y maliciosa detrás de las palabras de la joven. Sin embargo, la respuesta que buscaba no pudo ser sacada, ya que una serie de fuertes golpes en la puerta atrajeron la atención de ambos.
—¡Su Majestad solicita ver al Emperador de forma urgente! (2)
La joven doncella se esforzó por guardar su expresión de descontento y se acercó a abrir la puerta.
—Aidi se siente mal en este momento, ¿podría Su Majestad ser bondadoso y…?
A unos metros de distancia, Lewin recibió otro recordatorio del sistema sobre la importancia de que fuera a ver al Emperador e interrumpió la falsa preocupación de la doncella.
—Iré enseguida —se dirigió al eunuco que entregó el mensaje, ignorando a la joven, y siguió a los guardias que lo escoltaban a un carruaje para ser llevado al palacio del Emperador. (3)
Después de subirse al carruaje, la nebulosidad en su mente persistía, pero el dolor palpitante cedió, haciendo que lo más incómodo fuera la amargura en su boca.
«¿Qué es este sabor?» preguntó en su mente con disgusto.
【Es mejor que no lo sepa.】
Ante esta respuesta, innumerables imágenes desagradables de lo que podría ser pasaron por su mente, haciendo que se sintiera más inquieto y deseara lavarse la boca enseguida. 2-2 se sorprendió por la imaginación de su maestro, riendo en un rincón que nadie podía ver, sin tener la compasión de aclarar que no lo decía por eso.
Con Lewin confuso e intentando ocultar el mal sabor de boca, se dejó guiar con humildad hasta un enorme salón con un trono imponente tallado con habilidad en formas que recordaban a un dragón oriental. Así, Lewin al fin aclaró un poco la idea de que esto debía ser un mundo antiguo y se encontraba en algun imperio de la región asiática.
—¡Aidi saluda a Su Majestad! —expresó mientras se inclinaba ante la figura en el trono.
El hombre era delgado, con finos rasgos que denotaban nobleza y, a juzgar por su tierno rostro, se podría juzgar como alguien débil físicamente, sin embargo, esto le daba un aura de alguien distante y superior a los mortales comunes.
—¿Oh? ¿Esta pequeña belleza es mi esposo? —habló el supuesto Emperador.
En el momento en que esas palabras llegaron a los oídos de las personas, la idealización etérea del hombre se rompía, dejando al descubierto una falta de presencia y educación para un gobernante. Conforme seguía viendo este mundo, Lewin sentía que todo era mucho más confuso y extraño.
—Levántate —dijo la misma voz, que de no ser por su tono vulgar y tosco, sería en realidad fresca y melodiosa, muy agradable de escuchar.
Lewin ignoró la fuerte incongruencia y se puso de pie, solo para encontrar al hombre parado frente a él.
—Es una lástima, tal vez no debí desdeñar probar cosas nuevas —murmuró en un tono muy bajo mientras sujetaba la barbilla de Lewin, tirándolo de un lado a otro para ver sus hermosos rasgos desde todos los ángulos. Cuando hubo visto lo suficiente, preguntó en voz alta— ¿Por qué me traicionaste?
Esta pregunta inesperada tomó a Lewin por sorpresa, que quedó claramente reflejada en su expresión.
—¿Te sorprende que sepa de tu traición? ¿O es que eres inocente? —preguntó el Emperador con diversión, haciendo evidente de que no se tomaba en serio el asunto.
La sensación de extrañeza aumentó, pero Lewin intuyó que debía declarar su inocencia o esto terminaría mal.
—¡Sin duda ha traicionado a Su Majestad! —exclamó una mujer que entraba al gran salón.